Cardenal Rouco: «Nadie sobra en la gran y urgente nueva evangelización de Europa» - Alfa y Omega

Cardenal Rouco: «Nadie sobra en la gran y urgente nueva evangelización de Europa»

El cardenal Antonio María Rouco Varela, arzobispo emérito y administrador apostólico de Madrid, celebró el domingo la Eucaristía de clausura de las II Jornadas Sociales Católicas por Europa. En la homilía, aseguró que «nadie sobra en esa gran y urgente obra de la nueva evangelización de Europa a la que la Iglesia nos viene convocando»

Infomadrid

El domingo, el cardenal Antonio María Rouco Varela, arzobispo emérito administrador apostólico de Madrid, ha presidido en la catedral de Santa María la Real de la Almudena, la celebración de una solemne Eucaristía con la que ha clausurado las II Jornadas Sociales Católicas por Europa que durante estos últimos cuatro días celebraron en el Seminario Conciliar con el lema La fe cristiana y el futuro de Europa.

El cardenal comenzó su homilía asegurando que nos sale del corazón dar gracias a Dios por todos los dones obtenidos en el transcurso de los casi cuatro días de reflexión y de debate, de oración y de amistad, sencilla y hondamente compartida» en unas «Jornadas vividas de verdad en la Comunión de la Iglesia». Han sido «unos días inolvidables en los que la sabiduría y la ciencia, generosa y lúcidamente ofrecida por hermanos nuestros, se ha verificado y enriquecido con los testimonios de vida y los frutos de las vivencias pastorales y apostólicas de otros».

«Nos preocupa Europa -afirmó-, a la que amamos y queremos servir, siendo testigos del Evangelio con la palabra y con las obras. Los problemas de las personas y de los pueblos de esta vieja Europa, de raíces profundamente cristianas, son graves: problemas de concepción de la vida y del mundo, problemas de lo que nos exige a los cristianos y a la Iglesia la situación de crisis económica y social, familiar, cultural y religiosa por la que estamos atravesando. En una palabra, nos preocupa el problema del hombre incompleto, del hombre a quien le roban el alma».

Se responde a este reto, dijo, «con el compromiso de una existencia cristiana plenamente fiel a la voluntad del Señor en esta nueva hora tan decisiva de su historia, cuando se encuentra empeñada en fundamentar sólidamente y en ampliar su unidad socio-económica y política». Compromiso que, a su juicio, sólo se puede realizar «si disponemos de un horizonte luminoso de verdades y valores», o «de convicciones y actitudes de vida que la memoria de nuestra tradición cristiana, actualizada por los sucesos y experiencias del inmediato presente, especialmente de los vividos en el seno de la Iglesia, nos invita a retomar y a renovar».

Por eso, ha invitado a los presentes a dejarse contagiar por la alegría del Evangelio, «saboreado apostólicamente, conocido en la integridad plena de la tradición viva de la Iglesia y puesto en práctica en la vivencia creciente y fiel del amor eucarístico del Corazón misericordioso de Cristo».

Crisis de fe

Para el cardenal Rouco, «las crisis de fe se superan y resuelven por la vía de la conversión». Convertirse «significa, y es, volver a Él, abandonando las sendas de la maldad -¡de nuestros pecados!- y sabiendo que es rico en perdón: ¡rico en misericordia! ¡Qué importante es que hoy en la Iglesia en Europa nos reconozcamos pecadores! ¡Que no tengamos miedo, luego, a ayudar a nuestros hermanos europeos para que abran sus ojos, los ojos de sus pueblos, de sus culturas, de su mundo intelectual y de sus dirigentes sociales, los ojos del alma, para que se atrevan a descubrir y a reconocer el origen moral y espiritual de sus crisis de hoy y a saber arrepentirse y pedir perdón a quien puede perdonar eficazmente: a Cristo», pidió. «Su fruto más valioso sería el de una auténtica evangelización, es decir, el de una profunda renovación moral y espiritual, capaz de levantar la esperanza en las sociedades y en los ciudadanos europeos que ansían un futuro de prosperidad auténtica, de justicia, de amor y de paz para sí y sus descendientes: un futuro abierto al don de la vida verdadera que trasciende el tiempo y se colma en la eternidad de Dios».

Retornar a los caminos de la fe, apuntó, es «dar de nuevo verdadero sentido a la vida y a la existencia en estos momentos tan delicados de la historia de Europa». Porque «si a los cristianos de la Europa del Tercer Milenio nos es indiferente estar o no estar con Cristo en la oración, en la experiencia espiritual de una vida interior alimentada por su palabra y sus sacramentos, vivificada por la gracia y los dones del Espíritu Santo, confiándonos al amor misericordioso del Padre, nuestros empeños pastorales y nuestras tareas al servicio de una Europa más digna de la persona humana, serán estériles». Y añadió: «Hacen falta comunidades» que «cuiden el sentido de la vida litúrgica y de la vida interior».

«Uno de los signos más luminosos y esperanzadores que se perciben actualmente en la Iglesia en Europa -afirmó- es el renacimiento entre sus jóvenes de las vocaciones para la vida consagrada contemplativa: en las comunidades masculinas y femeninas de antiguas tradiciones y en el surgir de nuevas comunidades inspiradas y suscitadas por carismas de una extraordinaria vitalidad y de una fascinante capacidad de respuesta a los problemas y demandas más hondamente sentidas por los jóvenes europeos de nuestro tiempo. ¡Una excelente contribución para el futuro de una Europa edificada y configurada a la medida de la dignidad trascendente de la persona humana!».

Evangelización de Europa

Para el cardenal Rouco, «el camino para realizar fructuosamente cualquier proyecto o propósito de renovación humana, moral y espiritual de Europa ha de ser un camino de humildad». Afirmando que «nadie sobra en esa gran y urgente obra de la nueva evangelización de Europa a la que la Iglesia nos viene convocando en las últimas décadas a través muy singularmente de la voz de san Juan Pablo II y que el Papa Benedicto XVI y el Papa Francisco no han dejado de hacer resonar con fuerza hasta el día de hoy».

Concluyó pidiendo a la Virgen «que nos anime y sostenga en el testimonio para Europa del Evangelio de la Esperanza».