La aventura de Manuel: se fue solo, desde Alemania, a ver al Papa a Corea - Alfa y Omega

La aventura de Manuel: se fue solo, desde Alemania, a ver al Papa a Corea

Manuel Contreras, un joven de la diócesis de Essen, en Alemania, viajó solo este verano hasta Corea para participar en la Jornada Asiática de la Juventud. Le habían invitado los jóvenes de la diócesis de Hong Kong, con la que Essen está hermanada. Fue «un gran compartir de experiencias, sueños, comida tradicional y helados coreanos. Todo el viaje fue una gran aventura»

María Martínez López

¿Qué hacía un joven alemán en la Jornada Asiática de la Juventud, en Corea? La aventura que vivió Manuel este verano comenzó hace 50 años, cuando su diócesis, la alemana Essen, se hermanó con la de Hong Kong. En un primer momento, se trataba de una relación fundamentalmente de ayuda: «La diócesis de Essen -explica Manuel- ayudó a construir iglesias en Hong Kong».

Pero, hace año y medio, la relación se fue profundizando: «En enero de 2013, un grupo de jóvenes de Hong Kong visitó nuestra diócesis, y nació este intercambio» entre jóvenes. En septiembre, «ellos nos invitaron a visitarlos», y fueron 25 jóvenes. «Fue mi primera vez en Asia, y después quería ver más. Es otra cultura, otra comida, y probablemente todo un mundo nuevo que quiero conocer».

A raíz de esta relación, «nuestros amigos de Hong Kong nos invitaron a unirnos a ellos» en la Jornada Asiática de la Juventud. «Simplemente dije que sí. Me gusta conocer a gente nueva y compartir experiencias vitales, culturales y de fe con ellos». Fue el único de los jóvenes de la diócesis que se sumó a esta nueva aventura, y durante la JAJ no conoció a ningún otro europeo que no fuera misionero.

«Aprendí mucho, compartí mucho»

«Mis expectativas eran reencontrarme con mis amigos de Hong Kong, compartir un poco de mi fe y aprender mucho de Corea. Pero fue mucho más. Sólo conocía a tres de un grupo de cien. Compartí mucho con mucha gente diferente de muchos países y culturas diferentes y aprendí mucho no sólo sobre Corea, sino sobre muchos otros países». Al principio, le llamaba la atención sobre todo el tratar con católicos «de una cultura diferente, y cómo la gente vive su fe. Hay muchas diferencias, pero por otro lado también hay mucho que podemos compartir con los asiáticos, y eso está muy bien».

Manuel ha estado en las JMJ de Colonia y de Madrid, pero descubrió que, en la JAJ, «se compartía de forma más intensiva», porque es un encuentro más pequeño en el que se juntan sobre todo líderes juveniles, y además «porque estábamos mezclados en grupos».

«La misión y la evangelización juegan un papel muy importante en la vida de los católicos de Asia. Durante la Jornada, estuve en un taller sobre relaciones interreligiosas y conversamos sobre otras religiones y cómo podíamos convivir con ellos. Era un grupo con gente de toda Asía, y fue genial oír sus opiniones». Manuel espera aprender de ellos, porque también «en el área donde yo vivo hay muchos extranjeros de toda Europa viviendo juntos».

Llamada a despertar

En cuanto a los encuentros con el Papa, Manuel se queda con la llamada a «despertar y compartir nuestras ideas con los demás. Y a no tener miedo de llevar la sabiduría de la fe a cada aspecto de la vida social». Entre sus gestos, recuerda los esfuerzos fallidos para reunir a coreanos del norte y del sur en un encuentro, y «cómo escuchó a tres jóvenes de diferentes países que compartieron con él sus pensamientos o problemas, y cómo habló con cada uno e intentó contestarle bien».

Otra de las cosas que más se le han grabado es la hospitalidad de los coreanos. «Los voluntarios eran muy simpáticos e intentaban ayudar con todo. Por la calle, al gente también era muy servicial. Cuando fuimos andando al castillo de Haemi para la Misa con el Papa, la gente estaba a lo largo de la calle para darnos la bienvenida cuando llegamos al pueblo. Todo el mundo sonríe y son muy simpáticos. En la diócesis, estuvimos dos noches con una familia de acogida. Mi compañero era filipino. Para mí, probablemente fue la mejor experiencia» de la Jornada.

También le llamó la atención «ver cuánta energía tienen. Durante las canciones y la oración bailábamos mucho. Era muy bonito, y el ambiente era genial». En conclusión, afirma que su viaje fue «un gran compartir de experiencias, sueños, comida tradicional y helados coreanos. Todo el viaje fue una gran aventura. Echo de menos los grandes momentos que compartí con gente a la que ahora puedo llamar amigos».

Pero la experiencia va a seguir. Tanto la diócesis de Essen como la de Hong Kong «quieren continuar este gran intercambio. En octubre, dos chicas de Hong Kong empezarán un voluntariado de un año en mi diócesis, y hay un plan para reunirnos con el grupo de Hong Kong en la JMJ de Polonia».