Las ermitas rupestres, testigos del culto cristiano en la ocupación musulmana - Alfa y Omega

Las ermitas rupestres, testigos del culto cristiano en la ocupación musulmana

El Norte de España conserva un tesoro histórico-artístico que muestra a las claras las raíces cristianas de nuestro país: las ermitas rupestres. Estos templos, que tienen en la Cueva de Covadonga su máximo exponente, fueron los lugares de culto más seguros durante los siglos de la ocupación musulmana de la Península, y también los focos desde los que se irradió de nuevo la fe cristiana por todo el país

Enrique Chuvieco

En el año 711, las tropas musulmanas al mando del general berebere Tarik desembarcaban en Gibraltar para iniciar la conquista de la Península Ibérica. Su poderío militar y organizativo se vio refrendado por la victoria en Guadalete sobre el jefe godo Rodrigo. En poco tiempo, los conquistadores se hicieron con el control de prácticamente todo el territorio, que concluirá con la expulsión en 1492 del último reducto árabe de Granada por parte de los Reyes Católicos.

La división interna entre los reyes visigodos y el empuje islámico solo se vio frenado durante un tiempo en el Norte. Allí, hacia Amaya, capital del Ducado de Cantabria, huirían muchos habitantes de las zonas ocupadas. Este éxodo no fue masivo, dependiendo de los sitios, porque los invasores respetaron ciertas prácticas religiosas cristianas y los privilegios y propiedades de la nobleza visigoda.

Tres años más tarde, Amaya caería también bajo el mando de Tarik, lo que ocasionó la escapada de los habitantes hacia las montañas cántabras donde el caudillo árabe no se aventuró. En aquellos asentamientos, los desplazados empezaron a excavar grutas en la roca para construir las que se conocen como ermitas rupestres, lugares en los que comenzaron a celebrarse las festividades religiosas cristianas más importantes y vivían algunos anacoretas.

Aparte de los huidos, en aquellas zonas estaban establecidos otros pueblos prerromanos, como los astures, los cántabros y los vascones. Y en aquellas montañas, prácticamente inexpugnables, se inició la Reconquista de lo que luego sería España.

La santa Cueva de Covadonga

Según la tradición, esta cavidad fue descubierta por el caudillo don Pelayo que perseguía a un ladrón, el cual se había refugiado en la gruta al amparo de un ermitaño que daba culto a la Virgen. Éste pidió el perdón para el delincuente y profetizó a don Pelayo que él se escondería algún día en la cueva, como ocurriría en la batalla de Covadonga. Tras la victoria, el jefe visigodo dejó una imagen de la Virgen en el lugar para conmemorar la victoria cristiana sobre los musulmanes.

Posteriormente, el rey Alfonso I, el Católico, construyó una capilla dedicada a la Virgen María, que daría origen a la advocación que conocemos en la actualidad con el nombre de la Santina. Además del altar, se edificaron otros dos más para san Juan Bautista y san Andrés. El rey donó esta iglesia a los benedictinos para que la regentasen.

En 1777, un incendió destruyó la talla original de la Santina, por lo que se esculpe una nueva que desaparecerá durante la Guerra civil españolas para encontrarse en 1939 en la embajada de España en Francia.

Culto cristiano en las ermitas rupestres

Aparte de las primitivas de épocas anteriores, la creación de iglesias rupestres se fue incrementando en los siglos IX y X y su construcción va surgiendo al hilo de la Reconquista de las fuerzas visigodas sobre los musulmanes, que tiene su punto álgido con la victoria de las Navas de Tolosa en 1212. Como afirma José Luis Calvo, de la Delegación de Patrimonio de la Diócesis de Palencia, esta sería la «razón por la cual podemos encontrar este tipo de construcciones al sur de Palencia, pues allí se estableció la frontera que determina la parte cristiana y la musulmana», como es el caso de la ermita de san Pelayo en Cevico-Navero.

Se conoce como iglesias o eremitorios rupestres a las construcciones excavadas en roca y vaciadas posteriormente como lugares de retiro y culto. Según Calvo, en estos emplazamientos, «vivían dos o tres ermitaños dedicados a la oración, que comían lo que les daban o bien de algún pequeño huerto o de animales, pero otros no disponían de bestias para sacrificar por lo que eran vegetarianos». Muchos de estas grutas «formaban federaciones para celebrar las grandes fiestas litúrgicas, como la Resurrección, Pentecostés y la Natividad», aclara el delegado de Patrimonio de la Diócesis palentina.

Para conocer mejor estos lugares, acudimos a un magnífico trabajo de José Manuel Tomé sobre las iglesias rupestres, que a su juicio, todavía se pueden visitar en interesantes y sorprendentes rutas por el Alto Ebro y la Montaña palentina (Palencia, Burgos y Cantabria).

Ruta de 100 kilómetros

Este espacio físico se circunscribe a tres provincias del Norte de España y su punto inicial y final de la ruta no distan 100 kilómetros. Para mayor solaz del visitante, estamos en una zona de las más ricas de Europa en edificaciones románicas.

Un trayecto parte de Cervera del Pisuerga (Palencia) hasta Aguilar de Campoo, donde se encuentran en sus proximidades templos rupestres muy significativos, como el de los Santos Justo y Pastor, de Olleros de Pisuerga.

Una segunda ruta comenzaría en Aguilar de Campoo para enfilar la autovía hacia Santander y desviarnos hacia el valle cántabro de Valderredible (Cantabria) donde encontraremos diez o doce templos y ermitas rupestres, como la Colegiata de San Martín, las iglesias rupestres de Acisclo, Arroyuelo y Cadalso, y las torres de Ruerrero y Cadalso.

Hacia el Este embocaríamos la provincia de Burgos para entrar en las Hoces del Ebro con el fin de arribar a Orbaneja del Castillo, población espectacular que es conjunto histórico desde 1993 y en el que concurren en paradisíacos parajes naturales grutas como las Cuevas del Azar. La ruta concluiría en la localidad cercana de Escalada, donde podremos contemplar el Palacio de los Gallo y su iglesia, entre otros monumentos.

Este periplo puede ser una oportunidad este verano para descubrir localidades con notable riqueza artística, ermitas e iglesias rupestres donde otros cristianos celebraron su fe y un nutrido grupo de iglesias y edificaciones románicas.

Enrique Chuvieco / Aleteia