Testimonio de Paul Bhatti. No pierdo la esperanza - Alfa y Omega

Testimonio de Paul Bhatti. No pierdo la esperanza

Paul Bhatti, consejero especial de Minorías Religiosas de Pakistán, recogió el sábado en Madrid el Premio HazteOír 2011, un homenaje póstumo a su hermano, Shabahz Bhatti, político pakistaní que murió asesinado, a tiros, en su coche por denunciar el fundamentalismo y defender la libertad religiosa en Pakistán

Cristina Sánchez Aguilar
Paul Bhatti -en el centro de la foto- saluda a Benedicto XVI al finalizar una audiencia en el Vaticano, el pasado mes de abril

Paul Bhatti vivía en Italia. Médico de profesión, se marchó de su país, «a regañadientes» —como él mismo reconoce—, cansado de las constantes amenazas y la imposibilidad de llevar una vida normal, desde la que pudiese servir a sus compatriotas. En Italia, comenzó pasando consulta en urgencias y cirugía, y terminó trabajando como médico de familia. Pero Dios no le tenía reservado esa misión por mucho tiempo. Tras el asesinato de su hermano Shabahz, ministro de Minorías Religiosas de Pakistán, Paul se encontró ante la encrucijada más difícil de toda su vida: volver a su país y coger el testigo que dejaba su hermano, o continuar trabajando como médico en un país donde profesar la fe no te mata: «En el funeral de mi hermano, me di cuenta de que sólo tenía dos opciones: rendirme ante sus enemigos y quitarme de en medio, o continuar su lucha».

Y continuó la lucha

Y tomó la decisión que hoy todos conocemos: Paul, ahora, es el Consejero Especial de Minorías Religiosas de Pakistán; una decisión dura, sobre todo para su familia, que ya había sufrido la muerte de Shabahz. «Lo primero que pensé, al aceptar el cargo, fue en mi madre, que sufrió mucho con mi hermano. De hecho, él venía de casa de mi madre, de rezar con ella, cuando fue abatido a tiros. Pero ella es una mujer fuerte, con mucha esperanza, y aunque, al principio, estuvo tres días sin hablarme, después me alentó a continuar: Tú puedes hacer algo para mejorar la vida de los demás, puedes ser luz. Has de ser fuerte». Ahora trabaja para proteger a las minorías religiosas de Pakistán: «Mi labor es poner fin a los sentimientos de odio que separan a los pakistaníes y terminar con la Ley de la Blasfemia». Un trabajo que le hace crecer cada día: «No pierdo la esperanza, porque aprendo de mis hermanos en la fe, que no tienen miedo a morir».

Por un Pakistán libre

La vida de Paul no es sencilla: «No puedo salir mucho de casa, voy a la oficina y vuelvo deprisa, porque todo lo que hago supone un riesgo». Aun así, permanece. Y lo cuenta con una sonrisa. «Yo amo a mi país, y mi misión es trabajar para que Pakistán sea un lugar libre y pacífico. Si para eso tengo que exponerme al peligro e, incluso, llegar a perder la vida, lo haré», asume el político. Pero Bhatti reconoce que esta fuerza no procede de sí mismo: «Cada día, hablo con Dios, le doy gracias por permitirme levantarme y le pido que me ayude a ser fuerte y trabajar para continuar con mi trabajo, que no es otro que promover la educación, terminar con la pobreza, fomentar el diálogo interreligioso y dar a conocer en Occidente lo que ocurre en mi país, como es el caso de la Ley de Blasfemia».

Un coraje que también, recuerda, lo ha aprendido de su familia, desde pequeño y, sobre todo, de su hermano: «Para mí, ha sido siempre un gran ejemplo. Yo le quería mucho. Nosotros nacimos en Jushpur, un pueblo cristiano al 90 %. Desde pequeños, mis tres hermanos y yo éramos monaguillos, íbamos a Misa y rezábamos juntos por la noche. Recuerdo cuando me levantaba por la mañana, en nuestra habitación, y Shabahz ya estaba rezando de rodillas con la Biblia. Él sabía que su fuerza, para trabajar cada día aun a riesgo de su vida, procedía de Dios». Ahora, para Paul y muchos otros, Shabahz es un ejemplo a seguir. De hecho, los obispos pakistaníes pidieron, el 26 de marzo, a la Santa Sede que se declare al fallecido ministro de Minorías Religiosas mártir y patrono de la libertad religiosa.