«Éste no es el mundo que Dios diseñó para nosotros» - Alfa y Omega

En algunas partes del mundo los bebés nacen, los niños crecen y los adultos se enfrentan al final de sus días viviendo y trabajando entre residuos venenosos que otros generan y desechan. En otras partes la gente vive en la cuerda floja entre inundaciones, sequías y graves injusticias. En estos lugares la vida se va asfixiando lentamente desde el principio. No es este el diseño de Dios para la humanidad y la Tierra.

La vida va tan rápido que muchas personas están desorientadas. Cuanto más rápido va la vida, más consumimos, más desechamos y más nos alejamos de Dios y de los pobres. Este exceso de consumo trae consigo pesadez, no solo física sino también espiritual. Acumulamos tantas cosas en nuestras cabezas y nuestras vidas que un simple pensamiento más, una acción o una responsabilidad, nos sobrepasa llevándonos al letargo.

En junio, el Papa Francisco nos llamó a cada uno de nosotros a que emprendiéramos una misión para salvar el planeta, nuestra relación con Dios y nuestra sola familia humana. El Papa nos vino a recordar que tenemos que «expulsar la basura de nuestras vidas» y quitarla de la de todos los demás de modo que podamos vivir como una sola familia humana con dignidad y en unidad.

En la Encíclica Laudato si el Santo Padre establece el camino para una «conversión ecológica» mundial. Me gustaría hacer llegar este llamamiento a toda la familia de Cáritas e invitarles a ustedes a que reciban en sus corazones la visión estratégica de Cáritas: «Una sola familia humana cuidando de la creación».

En Laudato si el Papa Francisco nos recuerda que remplacemos el consumo por el sacrificio, la avaricia por la generosidad y el despilfarro por la disposición a compartir. Debemos «dar y no simplemente renunciar». Estamos llamados a liberarnos de todo aquello que es pesado, negativo y excesivo y a entablar un diálogo con nuestra familia mundial.

Esto requiere de un proceso de comunicación universal y de verdadera escucha, un examen de conciencia global, un reconocimiento mundial de los fallos y las culpas y la resolución a nivel global de reparar el daño ya causado.

Tenemos que recuperar la visión de don y gracia dentro de la cual cada criatura puede encontrar su lugar. Tenemos que ser conscientes de que en la vocación humana de vivir con la familia de la creación debemos actuar como guardianes de esta y no como propietarios. Esto requiere que seamos activos, determinados y creativos pero nunca dominantes y abusadores.

En Cáritas he presenciado el poder del amor activo en el trabajo en medio de esta crisis ecológica mundial. Los trabajadores de Cáritas construyen lazos de solidaridad con las personas que viven entre montones de basura. Ellos refuerzan la dignidad de aquellas personas más pobres que han sido apaleadas por el cambio climático. Por todo el mundo, los voluntarios de Cáritas acompañan a las personas en los esfuerzos que realizan para reconstruir sus vidas y sus hogares y para mandar a sus hijos a la escuela. Cáritas es la Palabra de Dios viva en las comunidades pobres del mundo. Es un río de amor y esperanza que fluye libremente y que nutre, que tiene un enorme poder natural para provocar el cambio.

Como Cáritas y como miembros de la familia humana, todos tenemos un papel que desempeñar en esta revolución ecológica a la que nos ha invitado el Papa Francisco. Debemos reforzar los vínculos entre nuestras organizaciones para que podamos trabajar mejor juntos. Aunando nuestros recursos, compartiendo información y apoyándonos unos a otros podemos demostrar que sí es posible que las personas de buena voluntad restauren juntas la esperanza.

Tenemos que emplear todos nuestros conocimientos y experiencias para elaborar pequeñas iniciativas que nos permitan, a nosotros y a cualquier miembro de la sociedad, embarcarnos en los cambios de estilo de vida que son necesarios para la conversión personal. Tenemos que reflexionar larga e intensamente sobre cómo garantizar que el mensaje de la Encíclica llegue a los extremos de la sociedad: los más pobres, quienes sufren injustamente a causa de las elecciones de otras personas, y las élites, que tienen un enorme poder para provocar el cambio mundial y aun así huyen de esta responsabilidad.

Las numerosas citas de diversas conferencias episcopales de todo el mundo incluidas en la Encíclica muestran que las Iglesias locales llevan abordando el tema ecológico desde hace varios años. Damos las gracias al Papa Francisco por reunir todas estas voces en un «coro» de alabanzas, clamores y llamamientos. Creo que los líderes de la Iglesia, en particular los obispos de Cáritas, tienen un importante papel que desempeñar para asegurar que las personas hagan suyo el mensaje de la Encíclica del Papa Francisco, apremiando a una espiritualidad cristiana de integridad ecológica. Dicha espiritualidad incluye la recuperación de una postura contemplativa que vea y aprecie la belleza de la creación.

Debemos definir una espiritualidad que invite a políticos, empresarios, artistas, educadores, científicos y constructores a trabajar por el bien común, respetando la dignidad de todas y cada una de las personas, especialmente de los pobres y más vulnerables.

El amor de Dios es el motor fundamental de todo lo creado. Cáritas es una manifestación de este amor que traduce «el calentamiento global» en un calentamiento mundial de nuestros corazones para con los pobres.

Suyo en Cristo,

Cardenal Luis Antonio Tagle / Cáritas