El Papa pone a la Beata Madre Esperanza como ejemplo de evangelización con gestos de misericordia - Alfa y Omega

El Papa pone a la Beata Madre Esperanza como ejemplo de evangelización con gestos de misericordia

Que el testimonio de la Madre Esperanza «ayude a la Iglesia a proclamar en todo lugar, con gestos concretos y cotidianos, la infinita misericordia del Padre celestial hacia cada persona», dijo el Papa, durante el rezo del Regina Coeli, en referencia a la beatificación, el sábado, de esta religiosa española. El Papa hizo también un llamamiento a la paz en Ucrania y en la República Centroafricana, y comentó la Ascensión de Jesús, que «permanece presente y operante» en la historia. «¡El Señor está con nosotros! ¿Ustedes creen esto? Digámoslo juntos: ¡El Señor está con nosotros!», insistió Francisco

Redacción

«Con profunda tristeza, rezo por las víctimas de las tensiones que aún prosiguen en algunas regiones de Ucrania, así como en la República Centroafricana», dijo el Papa, tras el rezo dominical del Regina Coeli en la Plaza de San Pedro. «Renuevo mi apremiante llamamiento a todas las partes implicadas, para que se superen las incomprensiones y se busque con paciencia el diálogo y la pacificación -añadió-. Que María Reina de la Paz nos ayude a todos con su intercesión materna. María Reina de la Paz, ruega por nosotros».

El Papa aludió también a la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, y afirmó que «los medios de comunicación social pueden impulsar el sentido de unidad de la familia humana, la solidaridad y el compromiso por una vida digna para todos». E invitó a rezar «para que la comunicación, en todas sus formas, esté efectivamente al servicio del encuentro entre las personas, las comunidades y las naciones; un encuentro fundado en el respeto mutuo y la escucha recíproca».

Francisco recordó asimismo la beatificación, el sábado, en Collevalenza, de la religiosa española Madre Esperanza, cuyo nombre era María Josefa Alhama Valera, fundadora en Italia de las Siervas y de los Hijos del Amor Misericordioso. El Papa deseó que «su testimonio ayude a la Iglesia a proclamar en todo lugar, con gestos concretos y cotidianos, la infinita misericordia del Padre celestial hacia cada persona».

Antes del rezo del Regina Coeli, comentó las lecturas del día, la festividad de la Ascensión de Jesús, quien, pese a partir al Padre, «permanece presente y operante en las vicisitudes de la historia humana con la potencia y los dones de su Espíritu; está junto a cada uno de nosotros: incluso si no lo vemos con los ojos, ¡Él está!», insistió el Papa. «¡El Señor está con nosotros! ¿Ustedes creen esto?

Digámoslo juntos: ¡El Señor está con nosotros! Todos: ¡El Señor está con nosotros!».

Palabras del Papa antes del rezo del Regina Coeli

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hoy en Italia y en otros países, se celebra la Ascensión de Jesús al Cielo, que se produjo cuarenta días después de la Pascua. Los Hechos de los Apóstoles relatan este episodio, la separación final del Señor Jesús de sus discípulos y de este mundo (Cfr. Hch 1, 2.9). En cambio, el Evangelio de Mateo, refiere el mandato de Jesús a los discípulos: la invitación a ir, a partir para anunciar a todos su mensaje de salvación (Cfr. Mt 28, 16-20). Ir, o mejor, partir se convierte en la palabra clave de la fiesta de hoy: Jesús parte hacia el Padre y manda a los discípulos que partan hacia el mundo.

Jesús parte, asciende al Cielo, es decir, regresa al Padre de quien había sido enviado al mundo. Hizo su trabajo, y regresa al Padre. Pero no se trata de una separación, porque Él permanece para siempre con nosotros, en una forma nueva. Con su Ascensión, el Señor resucitado atrae la mirada de los Apóstoles -y también nuestra mirada- a las alturas del Cielo para mostrarnos que la meta de nuestro camino es el Padre.

Él mismo había dicho, que se habría ido para prepararnos un lugar en el Cielo.

Sin embargo, Jesús permanece presente y operante en las vicisitudes de la historia humana con la potencia y los dones de su Espíritu; está junto a cada uno de nosotros: incluso si no lo vemos con los ojos, ¡Él está! Nos acompaña, nos guía, nos toma de la mano y nos levanta cuando caemos. Jesús resucitado está cerca de los cristianos perseguidos y discriminados; está cerca de cada hombre y mujer que sufre. ¡Está cerca de todos nosotros! También hoy, está aquí con nosotros en la Plaza. ¡El Señor está con nosotros! ¿Ustedes creen esto?

Digámoslo juntos: ¡El Señor está con nosotros! Todos: ¡El Señor está con nosotros! Otra vez: ¡El Señor está con nosotros!

Y Jesús, cuando va al Cielo, le lleva al Padre un regalo. ¿Pensaron en esto? ¿Cuál es el regalo que Jesús lleva al Padre? Sus llagas. Éste es el regalo que Jesús lleva al Padre. Su cuerpo es bellísimo, sin las heridas de la flagelación, no, todo hermoso, pero, ha conservado las llagas. Y cuando va al Padre, le dice al Padre: Mira Padre, éste es el precio del perdón que tú das. Y cuando el Padre mira las llagas de Jesús, nos perdona siempre. No porque nosotros somos buenos, no. Porque Él ha pagado por nosotros. Mirando las llagas de Jesús el Padre se vuelve más misericordioso, más grande, ¡eh! Y este es el gran trabajo que hace Jesús hoy en el Cielo. Hacer ver al Padre el precio del perdón, sus llagas. ¡Qué cosa bella esta eh! No tengas miedo de pedir perdón. Él siempre perdona. ¡No tengas miedo! Porque Él mira las llagas de Jesús, mira nuestro pecado, y lo perdona.

Jesús también está presente mediante la Iglesia, a la que Él ha enviado a prolongar su misión. La última palabra de Jesús a los discípulos es la orden de partir: «Vayan, pues, y hagan discípulos a todas las gentes» (Mt 28, 19). Es un mandato preciso, ¡no es facultativo! La comunidad cristiana es una comunidad en salida, una comunidad en partida. Es más: la Iglesia ha nacido en salida. Y ustedes me dirán: ¿pero y las comunidades de clausura? Sí, también ellas, porque están siempre en salida con la oración, con el corazón abierto al mundo, a los horizontes de Dios. ¿Y los ancianos, los enfermos? También ellos, con la oración y la unión a las llagas de Jesús.

A sus discípulos misioneros Jesús les dice: «Yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo» (v. 20). Solos, sin Jesús, ¡no podemos hacer nada! En la obra apostólica no bastan nuestras fuerzas, nuestros recursos, nuestras estructuras, si bien son necesarias. Pero no bastan. Sin la presencia del Señor y la fuerza de su Espíritu nuestro trabajo, aun si bien organizado, resulta ineficaz.

Y así vamos a decir a la gente quién es Jesús. Pero yo no quisiera que ustedes se olviden del regalo que Jesús ha llevado al Padre. ¿Cuál es el regalo? Las llagas. Así. Porque con estas llagas hace ver al Padre el precio de su perdón.

Junto a Jesús nos acompaña María, nuestra Madre. Ella ya está en la casa del Padre, es Reina del Cielo y así la invocamos en este tiempo; pero como Jesús está con nosotros, es la Madre de nuestra esperanza.

RV