Santa María Egipciaca, en el despuntar de la literatura española - Alfa y Omega

Santa María Egipciaca, en el despuntar de la literatura española

El 1 de abril, la Iglesia celebra la memoria de santa María Egipciaca, eremita del siglo V. Su historia ha tenido amplia difusión literaria desde su primera aparición, en griego, en el siglo VII. De los albores del castellano se conserva también una versión poética: Vida de Santa María Egipciaca, del siglo XIII

Catalina Roa
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La versión literaria original de la vida de la santa es del siglo VII y se atribuye a un monje palestino, Sofronio. Según esta biografía, María fue encontrada en el desierto de Judá, donde llevaba haciendo penitencia más de cuarenta años, por un monje de un convento de Palestina, Gozimás. Allí le contó su historia: cómo desde que tenía 12 años se había entregado a la lujuria; cómo se embarcó hacia Jerusalén, donde fue bien recibida por las meretrices del lugar dada su belleza. Allí, sin respeto alguno, buscando seducir también a los peregrinos, quiso entrar en el templo, pero alguna fuerza sobrenatural se lo impidió. Esto hizo recapacitar a María sobre su vida. Se le apareció la Virgen, a la cual pide intercesión, tras lo cual se marcha al desierto a hacer penitencia. Al conocer esta historia y hacérsele patente la santidad de la eremita, Gozimás comunica el ejemplo de conversión y penitencia a toda su comunidad monástica.

La primera versión castellana de la Vida de Santa María Egipciaca es una adaptación, a comienzos del siglo XIII, del poema francés Víe de Santa Marie L’Egyptienne. La pieza castellana es un poema hagiográfico narrativo anónimo de 1.451 versos en pareados irregulares. Su finalidad es claramente catequética.

El poema se inscribe en una corriente de piedad mariana a la que pertenecen, en la misma época, los Milagros de Nuestra Señora de Gonzalo de Berceo, o las Cantigas de Santa María de Alfonso X, y que arranca del impulso dado por la teología de san Bernardo de Claraval a la devoción a la Virgen.

Poema de clerecía juglaresco

En el siglo XIII, los clérigos vinculados a los monasterios, donde reside la cultura en la época, comienzan a verter obras traducidas u originales al romance castellano con el afán de divulgarlas. Es el llamado mester de clerecía, que inicia su literatura coincidiendo con la renovación cultural, religiosa y educativa propuesta por el IV Concilio de Letrán (1215) y el esplendor de la cultura medieval europea. Su literatura se caracteriza por el esfuerzo estilístico que se traduce, entre otros rasgos, en regularidad métrica. Con esta literatura culta convive el mester de juglaría, con tono más popular y contenido de noticiero.

Si la Vida de Santa María Egipciaca está vinculada en cuanto a didactismo y al nivel cultural, exigido por la traducción, al mester de clerecía, en cuanto a los recursos y la irregularidad métrica se relaciona con la juglaría. Por eso se le ha llamado poema de clerecía juglaresco.

Seleccionamos algunos fragmentos de la Vida de Santa María Egipciaca (Miraguano ediciones) retocados y anotados según el español actual:

Esto sepa todo pecador
que fuera culpado del Creador,
que no hay pecado
tan grande ni tan horrible
que Dios no le dé perdón
por penitencia o por confesión.

De pequeña fue bautizada,
malamente fue enseñada,
mientras que fue en mancebía
dejó bondad y tomó follía [locura, vida de pecado]
tanto fue llena de lujuria
que no entendía otra curia [preocupación].

«Yo, dice, tengo buen cuerpo;
esto le daré a grant baldón [como regalo],
que no les daré otro don.
No les daré otro loguero [pago],
que no tengo más dinero».

Virgo reina, creo por ti
que si a tu Hijo ruegas por mí,
que si pides este don,
bien sé que tendré perdón.
Gran maravilla fue del padre
que de su hija hizo su madre.
Y fue maravillosa cosa
que de la espina salió la rosa;
y de la rosa el fruto salió
por el que todo el mundo salvó.

Toda se mudó de otra figura,
que no tenía paños ni vestidura.
Perdió las carnes y el color
que eran blancas como la flor;
los sus cabellos que eran rubios,
tornáronse blancos y sucios,
las sus orejas que eran albas,
mucho eran negras y pegadas.
La faz muy negra y arrugada
del frío viento y de la helada.
En sus pechos no había tetas
como yo cuido eran secas.

El alma de ella salida
los ángeles la han recibida.
Los ángeles la van llevando,
tan dulce son que van cantando.

Mucho enmendaron su vida
a ejemplo de esta María;
y nosotros mismos nos enmendemos
que mucha necesidad tenemos.