El reto de los laicos: llevar la noticia de Cristo al corazón del mundo - Alfa y Omega

El reto de los laicos: llevar la noticia de Cristo al corazón del mundo

Juan Carlos Carvajal impartirá la principal ponencia de la XIV Jornada Diocesana de Apostolado Seglar de la archidiócesis de Madrid, el domingo 16 de marzo. Carvajal, que es sacerdote, escritor, profesor en la Universidad Eclesiástica San Dámaso de Madrid y consiliario diocesano de las Hermandades del Trabajo, hablará sobre la Evangelii gaudium y los retos que lanza el Papa a los laicos. La Jornada, en la que también estarán presentes Eugenio Nasarre y Alfredo Dagnino, entre otros, tendrá lugar en Colegio de los Sagrados Corazones de Madrid. A continuación, ofrecemos una entrevista realizada por la Agencia SIC a Juan Carlos Carvajal

Agencia SIC

Su ponencia versará sobre la Exhortación Evangelii gaudium del Papa Francisco. ¿Qué reto de los lanzados por el Pontífice le parece más importante para el laicado?
Todos los retos que lanza el Papa Francisco a la Iglesia en su Exhortación se pueden reunir en uno: el reto de la misión. El Santo Padre quiere una Iglesia en estado permanente de misión, es decir, que salga de sí misma y lleve el Evangelio al mundo. Esto que vale para el conjunto de la Iglesia, vale especialmente para los seglares. Los seglares, en virtud de vuestra vocación particular, estáis en medio del mundo para llevar la Buena Noticia de Jesucristo al corazón del mundo, allí donde se juega el sentido de la vida, la felicidad del hombre y su salvación.

¿Piensa, como algunos llegan a decir, que el laicado sigue siendo una asignatura pendiente de la Iglesia?
Me parece un poco exagerado decir que el laicado sigue siendo una asignatura pendiente. Hay mucho seglares anónimos que viven su fe en medio de las circunstancias de su vida, tratan de ser testigos del Evangelio entre los que conviven, y buscan servir al Reino en las estructuras sociales y laborales en las que participan. Sobre esta base, lo que me parece hoy necesario es que los seglares tomen todavía más conciencia de su magnífica vocación y que la Iglesia les ofrezca los medios para que se puedan formar y se sientan acompañados en su compromiso evangelizador.

Se habla de un cierto inmovilismo de los laicos. Otros levantan el problema de la clericalización de los laicos. ¿Cuáles son las tentaciones que un laico preparado, deseoso de ser apóstol en su medio de trabajo, de ser fermento en la sociedad civil, debe vencer en nuestros días?
Sería excesivo, para este espacio, ponerme a enumerar las tentaciones con las que se enfrenta el laicado de hoy. Creo que lo mejor es releer el capítulo segundo, apartado II de la Evangelii gaudium. En ese punto, con una claridad meridiana, el Santo Padre nos alerta a todos, obispos, sacerdotes, religiosos y seglares, sobre las tentaciones que, hoy por hoy, pueden paralizar nuestro compromiso evangelizador y que con la ayuda de la gracia todos hemos de afrontar.

El Papa Francisco, en el inicio de la Evangelii gaudium señala que «el gran riesgo del mundo actual, con su múltiple y abrumadora oferta de consumo, es una tristeza individualista que brota del corazón cómodo y avaro, de la búsqueda enfermiza de placeres superficiales, de la conciencia aislada». ¿Cómo ve ese riesgo en la sociedad española, en el Madrid del otoño del 2014?
En plena crisis económica, donde tantos y tantos hermanos nuestros son víctimas de la idolatría del dinero, y muchos de ellos sufren una auténtica exclusión, sabemos que estas palabras del Papa Francisco son ciertas. El Santo Padre nos invita a salir del sálvese quien pueda, individualista y egoísta, e ir al encuentro del otro. La crisis actual más que económica es una crisis de humanidad, porque corremos el riesgo de instalarnos en la indiferencia y olvidarnos de los más desfavorecidos. Es verdad que entre nosotros hay mucha solidaridad, pero esta solidaridad no puede ser el ungüento que cubra la justicia y la pérdida de los derechos humanos.

Volviendo al documento del Papa Francisco. En el número 183 señala que «nadie puede exigirnos que releguemos la religión a la intimidad secreta de las personas», y mencionando a san Francisco de Asís y a la Beata Teresa de Calcuta recuerda que «una auténtica fe —que nunca es cómoda e individualista— siempre implica un profundo deseo de cambiar el mundo, de transmitir valores, de dejar algo mejor detrás de nuestro paso por la tierra». ¿Cree que en España, y más concretamente en Madrid, los laicos a veces parecen no entender este tipo de afirmaciones y les cuesta ponerlas en práctica?
En línea con lo que decía antes, tengo la sensación de que los laicos españoles tratan de ser coherentes con su fe y dan testimonio con obras y palabras de Jesucristo entre aquellos con los que conviven. Por el contrario, a un nivel estructural, parece como si los cristianos se acomplejaran y no se sintieran con capacidad para intervenir en la esfera pública, es decir, allí donde se decide la política y la economía, allí donde se proyectan las leyes y se lucha por implantarlas. Hoy por hoy, es necesario que los católicos españoles os forméis bien en la Doctrina Social de la Iglesia, de modo que en ella encontréis esa estancia intermedia, entre la razón y la fe, que os ayude a introducir la vitalidad del Evangelio en las estructuras sociales, económicas y políticas que condicionan la vida y destino de nuestros contemporáneos.

Es consiliario de las Hermandades del Trabajo en Madrid ¿cuál es la vigencia en el momento actual del mensaje de su fundador, el sacerdote Abundio García Román?
El carisma con el que Dios bendijo a la Iglesia por medio del Siervo de Dios Abundio García Román es más actual que nunca. En efecto, en un mundo en el que cunde el individualismo, sigue teniendo vigencia la misión de testimoniar y servir la fraternidad que nace en torno a la buena noticia de Jesús, el Hijo de Dios. Esta es la encomienda de las Hermandades del Trabajo que, fieles a la misión recibida, desean llevar el testimonio del amor de Dios al corazón de los trabajadores, y por medio del anuncio del Evangelio del trabajo quieren ofrecerles la oportunidad de encontrar la esperanza y la fuerza necesaria para dignificar su actividad laboral, luchar por sus derechos y dar gloria a Dios.