Padre Eduardo Robles-Gil: «El Capítulo marca a la vez un final y un nuevo inicio» - Alfa y Omega

Padre Eduardo Robles-Gil: «El Capítulo marca a la vez un final y un nuevo inicio»

«Hemos avanzado en estos años, pero no podemos decir que la tarea ya ha terminado», dice el nuevo director general de los Legionarios de Cristo, en una extensa entrevista con el portavoz de la congregación en Roma, el padre Benjamín Clariond. El padre Eduardo Robles-Gil habla también de su relación con el fundador, el padre Maciel, o de los sacerdotes que, en estos últimos años, han abandonado la Legión. «Tenemos que rezar unos por otros», dice. Preguntado sobre qué espera de los legionarios, responde: «Espero que sigan trabajando con ilusión, colaborando, entregando sus vidas, porque vamos juntos. Me toca dirigir junto con un consejo, pero vamos juntos. Todos remamos, todos trabajamos, todos amamos a Cristo»

Redacción

Padre Eduardo, gracias por concedernos esta entrevista. Queremos también agradecerle que haya aceptado este cargo que la Legión le ha dado a través de los padres capitulares. No todos han tenido la oportunidad de convivir con usted. Por eso, quisiera iniciar preguntando: ¿Quién es el padre Eduardo Robles-Gil?
En primer lugar agradezco esta primera entrevista para la Red y nuestros sitios de internet. Lo primero que he querido es dirigirme a los legionarios de Cristo y a los miembros del Movimiento, como hermanos que somos, para que ellos puedan conocerme y, con el tiempo, yo a ellos. A todos pido una oración.

¿Quién soy yo? Soy un miembro del Regnum Christi. Contesto así porque, de algún modo, el encuentro con Cristo en el Regnum Christi es lo que ha marcado toda mi vida.

Nací en una familia cristiana, practicante. Mi papá murió cuando yo tenía tres años y medio y mi abuelita y una tía hermana de ella vinieron a vivir con nosotros. Ellas eran profundamente religiosas. Mi mamá tiene una fe muy grande, aterrizada, realista y eso definitivamente marcó mi infancia.

Estudié siempre en el Instituto Cumbres y ahí conocí a la Legión de Cristo. Tuve un tío jesuita, un sacerdote muy santo y bueno, también un tío marista. Pero donde yo encontré a Jesucristo fue con los Legionarios de Cristo incorporándome al movimiento Regnum Christi. Por eso al definirme digo que soy un miembro del Regnum Christi que encontró su vocación en el Movimiento, para consagrarse plenamente a Dios y ser sacerdote.

Usted ha vivido un largo trayecto de su vida religiosa cuando el padre Maciel era director general. ¿Cuál ha sido su relación con él?
Yo estudié en Roma de 1977 al 1983 y en esa época él venía a Via Aurelia 677, estaba en la casa, pero no es que lo hiciera con tanta frecuencia. Durante mi tiempo de estudios en Roma, otro hermano legionario y yo buscábamos propiedades para poder construir el nuevo colegio. Nos tocó buscar el terreno para lo que hoy es el Colegio Mater Ecclesiae. A veces tuve reuniones con el fundador para informarle de este trabajo.

Después dejé de trabajar directamente con él. Me fui a España durante dos años después de mi ordenación sacerdotal. Después a Brasil por 4 años. La siguiente vez que tuve más trato con él fue cuando fui administrador territorial en México durante dos años, pero no es que haya habido mucha cercanía.

Ahora bien, como a todos los legionarios que veíamos en él su labor como formador y desconocíamos su doble vida, sí sentía una admiración por él.

Y a la luz de los hechos que hemos conocido, ¿cómo ha redimensionado usted la figura del fundador?
Desde que salieron las primeras noticias en 1997 yo me planteé la pregunta: «Si esto fuera cierto, ¿yo qué haría?» Decidí desde mi oración y mi conciencia lo siguiente: Dios me llamó al sacerdocio en la Legión. Si eso que se dice del fundador fuera cierto, yo seguiría siendo sacerdote legionario. En ese momento esto era una simple hipótesis.

En 2006, cuando la Congregación para la Doctrina de la Fe hizo su comunicado respecto al fundador, tuve la convicción interior de que lo que se decía de él probablemente era verdad. Honestamente, no podría creer que la Iglesia hiciera un comunicado de este tipo a la ligera. Sin embargo, experimentaba todavía una cierta incredulidad porque eso no correspondía a lo que yo conocía del fundador.

Después del dolor inicial cuando se confirmó que estos hechos eran verdaderos, viví un proceso interior que hizo más fácil asimilar esto y, como sacerdote y ministro del perdón, confiarlo a la misericordia de Dios. Naturalmente, también sentí un gran pesar, sobre todo, por el sufrimiento causado. Dios me concedió la gracia de perdonar y pasar la página. Me he dedicado desde entonces a trabajar.

Usted formó parte de la comisión de acercamiento que instituyó el cardenal De Paolis para atender a las víctimas del padre Maciel. ¿Cuál fue su experiencia en esta tarea?
Por una parte, hay que entender a las personas que son víctima de un abuso: es una marca muy dolorosa que tienen en su vida y no es nada fácil que se borre. De hecho, para muchos nunca se borra. Para mí fue doloroso y triste constatar las consecuencias de los hechos y nadie debería tomárselo a la ligera.

Pero la experiencia de poder dialogar con quienes han sufrido, acercarme a ellos, me ayudó para entenderlos y para tratar de dimensionar lo que es el dolor de una persona que sufre. En los casos que traté, pudimos hablar, pedir perdón y adelantar en el camino de la reconciliación.

A la luz de su experiencia en la comisión de acercamiento, ¿podemos afirmar que la Legión seguirá comprometida en la prevención de cualquier tipo de abuso?
Por supuesto. Hoy la Iglesia Católica está comprometida para que no haya más abusos. Se puede constatar por la acción de los diversos dicasterios competentes, y también en los discursos más recientes del Papa. La Legión de Cristo, igualmente, está trabajando y seguirá haciéndolo en la prevención de cualquier forma de abuso, en la adecuada formación y selección de quienes quieren entran a la congregación, en la creación de ambientes seguros. Y, por supuesto, en la atención ágil y seria a cualquier denuncia que nos hagan llegar. En todo esto, ya hay y seguirá habiendo una colaboración plena con las autoridades civiles y eclesiásticas de los distintos países.

También hay que decir que los seres humanos somos frágiles y tenemos que asumir que no podemos decir que esta tarea está concluida y que ya nunca más habrá abusos en la Iglesia. Este realismo nos lleva a no bajar la guardia y a poner todos los medios a nuestro alcance para prevenirlos. Se trabaja ya en la prevención y atención, pero siempre hay campo para mejorar.

Estudió en Roma de 1977 a 1983. Su período de formación fue bastante rápido. ¿Usted nota que hay alguna laguna en su formación al recorrer en tan poco tiempo su preparación al sacerdocio?
Cada uno en la Legión tiene un proceso de formación personal. Por ello, no se puede hablar de un prototipo, aunque sí hay algunas pautas comunes. En comparación con otros legionarios, mi proceso es de los cortos. Cuando yo entré a la vida consagrada [en el Regnum Christi], cursé muchos de los estudios que se tienen en el noviciado y en las humanidades, aunque sin dedicarle tanto tiempo, sobre todo a las materias de humanidades.

Yo entré a la vida consagrada cuando ya había terminado la carrera de ingeniería en la Universidad Anáhuac. Como consagrado tuve dos años de formación. Llegué a Roma en 1977 a estudiar filosofía y, como ya tenía una licenciatura pude sacar la licencia en filosofía en tres años en la Universidad Gregoriana.

Después obtuve el bachillerato en teología en Roma en la Universidad de Santo Tomás. Luego hice los estudios correspondientes a lo que antes se llamaba el año de pastoral en España, sin estar matriculado en una universidad, de acuerdo con el prefecto general de estudios de la Legión.

Quiero aprovechar para agradecer a los padres que han sido mis superiores y formadores. En la misa del Espíritu Santo con la que iniciamos el Capítulo General estaban algunos de los sacerdotes que me recibieron en Roma en 1977. No deja de edificarme que 37 años después sigan firmes y fieles.

¿Cuál es el pasaje de la Sagrada Escritura que más le inspira o le ayuda en su vida?
Soy bastante alérgico a decir qué es lo que más me gusta o lo que más ha influido en mí. Pero siempre me ha llamado la atención el pasaje de Jeremías que aparecía en mi recordatorio sacerdotal que dice: «Desde antes de que estuvieras en el seno de tu madre yo te había elegido». Eso marca mi vida y estoy aquí porque Dios me escogió para estar aquí. También me ha impresionado mucho el pasaje de Getsemaní en el que Jesucristo tiene que luchar contra sí mismo: «Pase de mí este cáliz, pero que no se haga mi voluntad sino la tuya…».

De hecho, cuando el cardenal me preguntó si aceptaba, no le respondí que aceptaba, sino que obedecía, en primer lugar a Dios que está representado por la autoridad suprema de la Legión, que es el Capítulo General. Lo hago confiado en Dios que a través del Capítulo me llama a seguirle.

Y conforme se fue dando cuenta de que podía resultar elegido, ¿qué fue lo que experimentó los días previos, quizás durante las elecciones?
¿Cómo contestar? Antes de salir de México uno me dijo: «¡Que regrese!» Lo tomé como broma. Después algunos de los padres capitulares me fueron preguntando si yo estaría dispuesto a aceptar en caso de resultar elegido. Eso te puede dar una idea de que hay alguien pensando en ti. También cuando alguno me preguntaba sobre mi salud, le respondía que estaba razonablemente bien. En realidad eso me hizo pensar que podría ser una posibilidad…

Iban pasando los días del Capítulo y hablando de diversos temas, me fui dando cuenta de que esto podía ser una posibilidad. Yo lo hablaba con Jesucristo y con la Virgen.

Ahora que habla de la Virgen, ¿cuál ha sido su experiencia de María en su sacerdocio?
Es de una presencia continua. No tengo muchas devociones, pero sí tengo una fe muy grande en la presencia de Dios y de la Santísima Virgen en la vida de un sacerdote y en la mía personal. De la Virgen puedo decir que me muestra lo que es un amor incondicional y que puedo confiar plenamente en su intercesión.

La primera vez que pensé seriamente en la vocación de manera madura fue en la Villa de Guadalupe, en la antigua porque era la que existía. Y ahí me di cuenta, rezando a la Virgen, que Dios podía querer que yo fuera sacerdote.

Usted cree que con el Capítulo General quedan atrás todas las cosas que la Santa Sede había señalado a la Legión después de la visita apostólica. ¿O siguen algunas tareas pendientes?
El Capítulo marca a la vez un final y un nuevo inicio. Esto es lo que muchos de los padres capitulares sentimos y lo hemos expresado así en el aula capitular. Pero para que sea de verdad un nuevo inicio, es necesario poner los retos del pasado en su lugar. Por eso el Capítulo ha querido publicar un Mensaje para los legionarios, los miembros del Regnum Christi y todos los que han seguido nuestra historia reciente. No podemos borrar el pasado, pero tenemos que aprender las lecciones, lamentar estos hechos y confiar en la misericordia de Dios y, como San Pablo, correr hacia la meta para alcanzar a Cristo.

Hemos avanzado en estos años, pero no podemos decir que la tarea ya ha terminado. El Papa nos ha dado algunas indicaciones a través del Delegado Pontificio y tenemos que ir cambiando nuestra forma mental en algunas cosas. Eso es una conversión continua. Por otra parte la Iglesia es santa y a la vez siempre necesitada de reforma. Nunca podemos decir que estamos plenamente convertidos como personas ni purificados ni renovados como institución. Esto es algo que el nuevo gobierno tendrá que impulsar durante los próximos años: un trabajo de purificación continuada en la que participemos todos. Queremos que sea un nuevo inicio en el que juntos busquemos con pasión hacer el bien a las personas y ayudarles a que conozcan el amor de Cristo y su misericordia.

Usted es el sucesor del padre Álvaro Corcuera y, de alguna manera toma también el relevo del padre Sylvester Heereman. ¿Tiene alguna palabra para ellos?
Con el padre Álvaro tengo una gran amistad desde hace muchos años. Nos incorporamos juntos a la vida consagrada del Regnum Christi en 1975, pero ya nos conocíamos desde antes. A la amistad se unen el respeto y la admiración y, en estos últimos años, un sentido agradecimiento. Su ejemplo de bondad y de cercanía con todos me motiva.

Con el padre Sylvester he tenido mucho trato de gobierno en los últimos meses, especialmente desde que empecé a ser director territorial en agosto del año pasado. Admiro su claridad de mente y su valor. Espero que ahora juntos en el gobierno de la Legión podamos servir a la Legión en este tiempo de renovación y dar un impulso a los apostolados para bien de la Iglesia.

Usted ha trabajando en España, Brasil y México. ¿Qué ha aprendido de estos países?
¡No había pensado qué he aprendido en cada país…! Trato de ser una persona optimista y de estar bien en donde me toca estar en cada momento…

En España viví mis dos primeros años de ministerio sacerdotal. Ahí fui aprendiendo lo que es ser sacerdote y confesor. Fue muy enriquecedor experimentar la misericordia de Dios y ser instrumento suyo.

En Brasil me tocó fundar. No había nada cuando llegamos los primeros legionarios. Ahí me di cuenta de la dificultad para sacar adelante secciones del Regnum Christi y obras de apostolado. En 1989, sólo Dios sabe cuántas horas dediqué a ser gestor para poder sacar el primer colegio, que yo no vi nacer, pero yo saqué los permisos y licencias. De Brasil tengo siempre un recuerdo muy cariñoso. Algunos de los padres de México se burlan de mí cuando les hablo de Brasil, me dicen si es que ya me quiero ir a Brasil otra vez, porque es un país con una Iglesia viva, con una fe muy grande. Además, siendo el país con más católicos en el mundo, es un lugar en donde la Legión tiene que estar y tiene mucho que aprender, del espíritu brasileño que es un espíritu alegre, con el que viven la alegría de la fe.

He vivido en Italia y aunque no he vivido en otros países europeos, convivo con legionarios de varios países y percibo eso como una enriquecimiento a nuestra familia. Y no podría no decir algo sobre Norteamérica, en donde pude trabajar durante unos meses en 1993, que tiene un papel muy relevante en el mundo y en la Iglesia. Espero poder acercarme también a esos lugares de los que todos podemos aprender mucho.

¿Cómo se dio cuenta de que Dios le llamaba a ser sacerdote legionario?
Es realmente complicado identificar momentos exactos. En el Movimiento fui encontrando una relación personal con Dios nuestro Señor, que me iba llamando cada vez a más. En algún momento determinado empecé a sospechar que Dios me llamaba a la Legión. Fueron dos años de lucha interior, de búsqueda, de altibajos. A través de la oración, de la dirección espiritual y del contacto con otros legionarios, y entre ellos también el fundador, recibí la gracia de dar un sí a la invitación de Dios.

Uno de los puntos principales de la Legión es la educación. Usted ha sido director de colegios. ¿Qué nos puede decir del apostolado del Regnum Christi en este campo?
La Iglesia siempre se ha preocupado de la educación. El Papa Benedicto XVI hablaba de la «emergencia educativa». La educación es el cultivo de la mente, de la inteligencia, del espíritu. En el Regnum Christi a veces hemos expresado la experiencia de Cristo como conocer, amar y seguir a Jesucristo. En un colegio puedes tratar de dar la parte de la enseñanza de la fe, de la primera experiencia de la fe fuera de su casa, para que haya un amor a Jesucristo y Dios sea alguien que está presente en sus vidas.

Nos encontramos en la Iglesia católica personas religiosas, que creen en la existencia de Dios. Pero no siempre se trata de un Dios que tenga mucho que ver con su vida práctica, no en un Cristo que los llena y les da sentido. En un colegio católico, en un colegio del Regnum Christi, se puede realmente hacer esta experiencia: mi propia vida está relacionada con Jesucristo, a quien conocí no sólo en mi familia sino también en las instituciones del Regnum Christi.

Y aquí quiero reconocer el trabajo de tantos legionarios, consagradas, consagrados y laicos que se dedican a la educación de la juventud, de los niños, de las familias. Hay mucho por hacer, pero es hermoso ver lo que Dios logra en las almas a través de estos hermanos y hermanas nuestros que se le prestan. A mí me edifica mucho su entrega.

En los últimos años hay sacerdotes y hermanos en formación que han salido de la Congregación. ¿Qué experimenta hacia ellos?
A los padres y hermanos que han salido de la Legión les mando un saludo cariñoso. Ellos han hecho un discernimiento que debemos respetar y, en un momento dado, según su conciencia, vieron que no podían seguir en la Legión. Tenemos que respetar su decisión. Creo también que hay mucho que tenemos en común quienes seguimos a Cristo en la Legión y quienes lo siguen en otro lugar. Tenemos que rezar unos por otros.

Hay muchos exlegionarios que han pasado por mi vida. He sido superior de ellos, hemos trabajando juntos. Siempre que alguien se va, te da una cierta tristeza. La verdad es que les tengo cariño y sigo considerándolos amigos y hermanos. A todos mando un saludo y les pido su oración.

A pesar de los hechos vividos por la Legión en los últimos años, ¿usted aconsejaría hoy a un joven que está discerniendo su vocación que entre en la Legión de Cristo?
Yo creo que la Legión de Cristo está pasando por un período de renovación, de purificación. Ha tenido una crisis institucional. Estar en una institución de este tipo ofrece a quien quiere entrar una cierta garantía. ¿Por qué? No somos una congregación que está marcada por el éxito, sino por la cruz de nuestro Señor Jesucristo y la cruz de nuestras propias debilidades. Alguien que quiere entrar aquí se encontrará una congregación que, en fidelidad a la Iglesia Católica, quiere vivir el seguimiento de Jesucristo. Creo que, en ese sentido, podrá encontrar un lugar apropiado.

¿Quisiera enviar algún mensaje a los legionarios y miembros del Regnum Christi? ¿Qué es lo que espera de nosotros en los próximos seis años?
Acepté ser director general porque tengo muchísima confianza no solamente en Dios y en la Iglesia, sino también porque confío en las personas: en los legionarios, los consagrados y las consagradas, en los miembros del Regnum Christi. Ellos están dando su vida según el estado y condición a la que han sido llamados. Si yo considerara que estoy solo, no hubiera podido aceptar.

¿Qué espero de los legionarios? Espero que sigan trabajando con ilusión, colaborando, entregando sus vidas, porque vamos juntos. Me toca dirigir junto con un consejo, pero vamos juntos. Todos remamos, todos trabajamos, todos amamos a Cristo.

Hoy tenemos un desafío grande y apasionante que es la unidad: la unidad interna en la Legión y la unidad y colaboración en la misión con los laicos consagrados y las consagradas del Regnum Christi y también con todos los miembros del Movimiento. Nos esperan años de paciencia, fortaleza y caridad ingeniosa. Es el deseo de Cristo: «que sean uno». Sólo así serviremos bien a la Iglesia y al Regnum Christi.

¿Qué quiero? Lo que yo aprendí cuando me incorporé al Regnum Christi en 1972: Que Cristo reine en el corazón de las personas. Queremos que el encuentro con Cristo lleve a las personas a plenitud y que más personas se encuentren con el Señor y así se transforme la vida de la familia, del lugar de trabajo, de la sociedad. Quisiera que Cristo nos llene de amor, de ilusión y de esperanza.

Muchas gracias por esta entrevista