En el Café Solidario, «el café es lo de menos» - Alfa y Omega

En el Café Solidario, «el café es lo de menos»

Todos los sábados, de 10 a 12 de la mañana, un grupo de jóvenes se recorre las calles del centro de Madrid para repartir café y bollos a los mendigos de la zona. El objetivo no es sacar a nadie de la calle sino brindarles un poco de conversación, una sonrisa. En definitiva, hacerles sentir como lo que son, personas

José Calderero de Aldecoa
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Ocho de la mañana del sábado. En casa de Luis suena el despertador. Sus amigos siguen durmiendo después de haber salido a tomar algo la noche anterior. Él se levanta y se pone a hacer café, mucho café. Llena un termo entero con café, leche y unas cucharadas de azúcar. Se ducha y sale de casa en dirección hacia el centro de Madrid.

Luis no es un adicto al café. Sale de casa con un litro entero para repartirlo entre los pobres de la capital. A las 10 de la mañana se reúne con el resto del grupo. En esta ocasión son 7 los jóvenes que han acudido a la cita. Cada semana van rotando para no faltar nunca al encuentro con los necesitados.

La iniciativa, que la ONG Cooperación Internacional ha bautizado como Café Solidario, pretende hacer compañía a las personas más necesitadas. «El café es lo de menos. Es sólo una excusa para poder acercarnos a los pobres y brindarles una sonrisa, un poco de conversación. Nuestro objetivo no es sacar a nadie de la calle, para eso ya hay otras ONGs especializadas, sino hacerles sentirse como personas», explica Luis.

«No somos papeleras, ni parte del mobiliario urbano»

Cuando el grupo de jóvenes se acerca a un mendigo, a éste se le ilumina la cara. Alguien se preocupa por él y le ofrece un rato de conversación. «¿Qué tal está?, ¿mucho frío?, ¿quiere un café», pregunta uno de los jóvenes. «Un poco, la verdad es que un café no me vendría mal. ¿Y vosotros qué tal?», responde el indigente. Entre los jóvenes y el mendigo se entabla un agradable diálogo que alegra el corazón de unos y otros, y deja perplejos a todos aquellos viandantes que observan desde la distancia.

Durante la conversación, los indigentes dan mil veces las gracias. Les devuelve la esperanza ver jóvenes dispuestos a ayudar a los demás y les hacen olvidar, por unos instantes, las malas experiencias que a veces sufren. «El fin de semana pasado unos jóvenes borrachos me arrojaron dos vasos enteros de wisky. Les expliqué que no somos papeleras, ni parte del mobiliario urbano, sino personas como ellos», asegura Alberto (nombre modificado para preservar su anonimato), que lleva 6 años viviendo en la calle.

Caña con experiencia

Después de dos horas de recorrer las calles, las existencias se están agotando. Luis, junto a sus seis compañeros, decide que ha llegado el momento de parar y recobrar fuerzas. Ha llegado el fin del Café Solidario y ahora es momento de tomar una caña y compartir las experiencias vividas a lo largo de la mañana.

«Ha sido muy gratificante», dice uno. «Gracias por invitarme. La próxima semana me apunto seguro», dice otro. «¿Habéis observado la sonrisa de casi todos los pobres y cómo nos agradecían el café y la conversación?», pregunta Luis.