El Papa, a los religiosos: «Deben ser profetas, no jugar a serlo» - Alfa y Omega

El Papa, a los religiosos: «Deben ser profetas, no jugar a serlo»

El 29 de noviembre, tuvo lugar en el Vaticano un intenso coloquio de tres horas entre el Papa y los miembros de la Unión de Superiores Generales, recibidos por Francisco al término de su asamblea general. El contenido se ha conocido gracias a la crónica que publica el director de la Civilità Cattolica, el Padre Antonio Spadaro, SJ. El Papa deja caer contundentes afirmaciones. Si se habla de realidades como la pobreza sin haber tenido un contacto directo, «se corre el riesgo de ser abstractos ideólogos o fundamentalistas», dice en un momento del diálogo. En otro momento, alude a la importancia de «formar el corazón. De otro modo formamos pequeños monstruos. Y después, estos pequeños monstruos forman al pueblo de Dios»

Redacción

Fue «un diálogo vivo y espontáneo», «en un clima de relajación y distensión», según lo describe el padre Spadaro, el jesuita y director de la que Civilità Cattolica, en septiembre, publicó una amplia entrevista con el Papa Francisco. Esta vez, la exclusiva es la crónica del encuentro entre los superiores religiosos y el primer Papa religioso desde Gregorio XVI (1831-1846), quien les habló desde su experiencia como antiguo provincial de la Compañía de Jesús y como arzobispo de una gran metrópoli, Buenos Aires.

«¿Qué se espera de la vida consagrada?». «Si usted estuviera en nuestro lugar, ¿cómo recibiría su llamada a ir a las periferias?», son algunas de las preguntas que los superiores le formularon Papa. Francisco comenzó citando a su predecesor, Benedicto XVI, que dijo que «la Iglesia crece por testimonio, no por proselitismo». La primera misión de los religiosos es dar testimonio con su propia vida, para «permitirle crecimiento de la Iglesia por el camino de la atracción», y «despertar al mundo», haciendo que la gente se pregunte “¿qué está sucediendo?”».

«La radicalidad evangélica —aclaró el Papa— no es solamente de los religiosos: se pide a todos. Pero los religiosos siguen al Señor de manera especial, de modo profético». «El acento debe caer en el ser profetas, y no en el jugar a serlo», advierte en otro punto. «El demonio nos presenta sus tentaciones, y ésta es una de ellas», jugar a ser profetas, añade. «Yo mismo he visto cosas muy tristes en relación con esto».

Durante la conversación, el Papa anuncio dos futuros documentos. Uno, sobre los religiosos no sacerdote. A su juicio, existe un vacío en este punto, dado que aún hoy no se ha desarrollado una conciencia adecuada de esta vocación específica. Hubo un proyecto de documento que nunca apareció, y hoy sería oportuno retomar el asunto, dijo el Papa, mirando al cardenal Braz de Aviz, prefecto de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, y al secretario de la congregación, el arzobispo franciscano español monseñor José Rodríguez Carballo.

El otro texto se refiere a la relación de los religiosos con los obispos. El documento Mutuae relaciones, de la Congregación para los obispos, de 1978, «ya no es actual», dice el Papa. Es importante que los carismas sean respetados y promovidos en las diócesis. «Nosotros, los obispos, tenemos que entender que las personas consagradas no son materiales de ayudas, sino que son carismas que enriquecen a las diócesis», explica.

El Papa habla como obispo, pero también como religioso, y desde esta perspectiva, se refiere a la importancia de la ternura para encauzar los conflictos que inevitablemente se producen en el seno de toda comunidad humana y religiosa. Lo que no debe hacerse es ignorar el conflicto. «Si se lo tapa, eso crea una presión y después explota». En ese contexto, alude también a la centralidad de la fraternidad. «La fraternidad religiosa, más allá de todas las diferencias posibles, es una experiencia de amor que va más allá de los conflictos», afirma. «Si una persona no logra vivir la fraternidad, no puede vivir la vida religiosa».

Salir a las periferias

Buena parte del diálogo se centra en el tema de las periferias, concepto clave en la predicación de Francisco. «Estoy convencido de una cosa: los grandes cambios de la historia se realizan cuando la realidad fue vista no desde el centro, sino desde la periferia. Es una cuestión hermenéutica: se comprende la realidad solamente si se la mira desde la periferia, y no si nuestra mirada es desde un centro equidistante de todo». Según el Papa, «el cumplimiento del mandato evangélico “Vayan a todo el mundo y proclamen el Evangelio a toda criatura” se puede realizar desde esta clave hermeneútica trasladada a las periferias existencias y geográficas».

Como ejemplo, Francisco alude a una carta en la que el padre Arrupe, siendo general de los jesuitas, decía que, para hablar de pobreza, es necesario el contacto directo con los pobres. «Para mí esto es realmente importante». «Es necesario conocer la realidad por experiencia, dedicando un tiempo para ir a la periferia para conocer la verdad de la realidad lo vivido por la gente. Si esto no ocurre, entonces se corre el riesgo de ser abstractos ideólogos o fundamentalistas».

De igual modo, al tratar con los jóvenes, es necesario «un nuevo lenguaje, un nuevo modo de decir las cosas», otro ejemplo más de salir a las periferias. Y tener en cuenta nuevas y difíciles situaciones nuevas que hoy se plantean en ámbitos como el educativo, «¡una misión clave, clave, clave!», insiste el Papa. «Recuerdo el caso de una niña muy triste que al final confió a la maestra el motivo de su estado de ánimo: la novia de mi mamá no me quiere». «¿Cómo anunciar a Cristo a estos chicos y chicas?», se pregunta el Papa. «¿Cómo anunciar a Cristo a una generación que cambia? Es necesario estar atentos a no suministrarles una vacuna contra la fe».

Las periferias o las fronteras hacia las cuales se debe salir no son iguales para todos, sino que «deben buscarse sobre la base de los carismas de cada instituto». Una prioridad son «las situaciones de exclusión y de marginación», pero el Papa advierte también de que eso implica riesgos, y advierte frente al peligro de «dejarse llevar por el entusiasmo», y de «enviar a las fronteras de la marginación a los religiosos de buena voluntad pero que no son aptos para esas situaciones. No se deben tomar decisiones en el campo de la marginación sin antes asegurar un adecuado discernimiento y acompañamiento», dice. Para las situaciones de mayor riesgo, se requiere «coraje y mucha oración. Y es necesario que el superior acompañe a las personas comprometidas en este trabajo».

El carisma

Otro de los tema puntos del diálogo es el carisma religioso. No se debe «confundir al Instituto con la obra apostólica. El primero permanece, la segunda pasa», advierte el Papa. «A veces se confunden Instituto y obra».

La cuestión tiene una importante derivada geográfica, en un tiempo en el que van creciendo las vocaciones en África y Asia, según le exponen al Papa los superiores religiosos. Esto plantea el desafío de la «inculturización del carisma», algo que, según Francisco, es preciso «repensar». «El carisma es uno, pero, como decía san Ignacio, es necesario vivirlo según el lugar, los tiempos y las personas», dice el Papa. «El carisma no es una botella de agua destilada. Es necesario vivirlo con energía, releyéndolo también culturalmente». Pero «no estoy hablando de adaptación folklórica a las costumbres», aclara. «Es una cuestión de mentalidad, de modo de pensar. Por ejemplo: hay pueblos que piensan de manera más concreta que abstracta», afirma, y pone como ejemplo sus dificultades de comunicación, siendo provincial jesuita en Argentina, «con un hermano jesuita que provenía de la zona de los guaraníes, quienes han desarrollado un pensamiento muy concreto». El Santo Padre alude también al jesuita español Segundo Llorente, «tenaz y contemplativo misionero en Alaska, que no sólo aprendió el idioma, sino que tomó el pensamiento concreto de su gente». «Inculturizar el carisma, por lo tanto, es fundamental, y esto no significa nunca relativizarlo», concluye el Papa, que aboga por «introducir en el gobierno central de las órdenes y de las congregaciones a personas de varias culturas, que expresen diferentes modos de vivir el carisma».

En este punto, Francisco introduce el problema del llamado «reclutamiento vocacional» o «trata de novicias», según la definieron los obispos filipinos, «es decir —aclara Spadaro—, la masiva de congregaciones extranjeras que abrían casas en el Archipiélago con el fin de reclutar vocaciones y transplantarlas a Europa. “Es necesario tener los ojos abiertos a estas situaciones”», dijo el Papa.

La formación de los religiosos

El punto del diálogo que más suculentos titulares periodísticos ha dejado es el de la formación de los candidatos a la vida religiosa. El Papa pide huir de actitudes meramente prohibicionistas. Al referirse a los problemas que conlleva la compleja cultura actual, «mucho más rica y conflictiva que la vivida por nosotros», el Pontífice afirma que se requiere «mucho diálogo, mucha confrontación. Para evitar los problemas, en algunas casas de formación, los jóvenes aprietan los dientes, tratando de no cometer errores evidentes, de estar sujetos a las reglas muy sonrientes, en espera de que un día se les diga: “Bien, terminaste la formación”. Esto es hipocresía, fruto del clericalismo, que es uno de los males más terribles».

Vivimos hoy «un cambio de época», añade el Papa. «La formación es una obra artesanal, no policíaca. Tenemos que formar el corazón. De otro modo formamos pequeños monstruos. Y después, estos pequeños monstruos forman al pueblo de Dios. Esto realmente me pone la piel de gallina».

Formando a las personas —añade—, es necesario pensar en aquellos a los que serán enviados. «Pensemos en aquellos religiosos que tienen el corazón ácido como el vinagre: no fueron hechos para el pueblo. En fin: no tenemos que formar administradores, sino padres, hermanos, compañeros de camino».

Han pasado tres horas. Son las 12:30. El Papa se disculpa: tiene cita con el dentista. Y en su despedida, anuncia otra importante noticia, recibida con aplausos: 2015 será un año dedicado a la vida consagrada. «Es culpa de ellos; cuando estos dos se encuentran, son peligrosos», bromea, refiriéndose al prefecto y secretario de la Congregación para la Vida Religiosa.