Cardenal Schönborn: Tras el Concilio, «dejé de rezar durante un año» - Alfa y Omega

Cardenal Schönborn: Tras el Concilio, «dejé de rezar durante un año»

El arzobispo de Viena, cardenal Christoph Schöborn, ha encontrado eco en varios medios tras afirmar, en Londres, que la elección del Papa Francisco ha sido «una experiencia tremenda del Espíritu Santo» y explicar que varios cardenales electores percibieron signos de que el cardenal Bergoglio debía ser el elegido. Sin embargo, la entrevista, que tuvo lugar durante la Conferencia de Liderazgo de la parroquia anglicana donde nacieron los Cursos Alpha, tiene otras revelaciones muy interesantes, como por ejemplo cómo el propio cardenal ­-entonces joven dominico- se vio sacudido por la crisis post-conciliar, y cómo un monje ortodoxo le salvó de abandonar la vida religiosa

María Martínez López

La elección del Papa Francisco fue «una experiencia tremenda del Espíritu Santo». Lo afirmó el arzobispo de Viena, cardenal Christoph Schönborn, en Londres, en la Conferencia de Liderazgo que cada año organiza la parroquia anglicana de Holy Trinity Brompton, donde nacieron los Cursos Alpha. Al describir al nuevo Papa, la primera palabra que le brotó, espontáneamente, es alegría. «El Espíritu Santo nos condujo hasta este hombre, que estaba sentado en la esquina del fondo de la Capilla Sixtina».

Signos del Espíritu

Aseguró que «la tarde del 12 de marzo, cuando el Cónclave comenzó, ninguno de nosotros sabía que a la tarde siguiente le tendríamos como Sucesor de Pedro». Igual de seguro está de que «muchos percibimos signos» del Espíritu «durante el Cónclave. Si no, no habría sido posible una elección tan rápida». Él, al menos, percibió dos de estos signos: uno de ellos lo mantiene en secreto, porque fue durante el Cónclave. El otro tuvo lugar antes de empezar éste, después de la Misa pro eligendo Pontifice: «Estuve con una pareja de Latinoamérica que trabajan en el Vaticano». Al pedirles algún consejo sobre el Cónclave, la mujer le susurró al oído: «Bergoglio».

Recordó que ya había oído hablar del cardenal Bergoglio -cuando aún era obispo auxiliar de Buenos Aires- a través de la Comunidad del Cordero, de la que es responsable y que siempre han tenido, en Argentina, muy buena relación con el actual Papa. Esto explica que éste quisiera recibir, en su primera audiencia, a las Hermanitas del Cordero. Fue un encuentro -cuenta el cardenal Schönborn- «muy alegre. Les dio estas indicaciones: que dio tras su elección fue mantened la pobreza y el amor a los pobres; mantened la oración y la liturgia; y seguid haciendo auto-stop».

Aplausos para Benedicto XVI

El arzobispo de Viena también tuvo palabras muy cariñosas para los dos anteriores Papas. Comenzó contando cómo, cuando comenzó a especializarse en Teología, Joseph Ratzinger estaba, junto con Von Balthasar, entre los «grandes teólogos» de los que «tuve el privilegio de recibir ayuda». De hecho, Schönborn pertenece al círculo de estudiantes de Ratzinger, que se han venido reuniendo, cada verano, durante años.

«Lo primero que me dijo después de su elección como Papa, en 2005 -recordó-, fue Mantengamos nuestra amistad». El arzobispo católico despertó los aplausos del público al asegurar que el Papa emérito «es un gran hombre y es un gran privilegio haberlo tenido como profesor». Y añadió: «El Catecismo no existiría si el cardenal Ratzinger no hubiera sido la cabeza del Comité» que lo escribió, y del cual el cardenal austriaco fue Secretario.

Juan Pablo II, una «roca de oración»

A continuación, habló del Beato Juan Pablo II, que en 1996 lo eligió para predicar los Ejercicios Espirituales de Cuaresma para la Curia. Este recuerdo le acompaña siempre, pues al concluir los Ejercicios Juan Pablo II le ofreció la cruz pectoral que ahora luce él, y que «es muy querida para mí». Del Papa polaco, lo que más le ha impactado siempre «es que era un hombre de oración. Tuve muchas ocasiones de estar con él en la capilla. Nunca olvidaré esta impresión de un hombre que era una roca de oración. Tenías la impresión de que realmente estaba con Jesús en el regazo del Padre. Creo que ese fue el secreto de su vida».

Esta afirmación resulta especialmente significativa a la luz de algunos detalles sobre su vida espiritual que Schönborn había narrado antes. Nacido en una familia donde la poca fe que se practicaba era por costumbre, el joven Christoph descubrió la fe a los 11 años, cuando «comencé una relación personal con Jesús, comencé a practicar, me hice monaguillo». Al llegar a la pubertad, frecuentaba tanto la iglesia que llegó a decirle a su madre que su verdadero hogar era la parroquia.

Tras el Concilio, «perdimos pie»

A los 18 años entró en la Orden de Predicadores. Fue en estos primeros años de formación y como joven dominico, cuando «me sacudió la crisis» que vivió la Iglesia tras el Concilio Vaticano II y que, en palabras del cardenal, supuso un colapso de la teología y la vida religiosa. «Yo era muy joven. Perdimos pie. Estando ya en el monasterio, dejé de rezar durante un año -reconoció-, porque nos enseñaron que la oración no significaba nada. Al final de ese año, estuve muy cerca de dejar la vida religiosa. Y recuerdo el día, la hora y el lugar en el que el Señor volvió a agarrarme».

La ayuda, curiosamente, llegó desde fuera de la Iglesia católica: «Un monje ortodoxo que había participado en el Vaticano II como observador» visitó su monasterio en 1967. «Una tarde, estuvo hablando con un pequeño grupo de jóvenes dominicos sobre los Padres de la Iglesia. Fue una explosión, una revelación». A raíz de eso, «comenzamos a estudiar a los padres de la Iglesia, y eso nos salvó».

Sobre la necesidad de la nueva evangelización, el cardenal se mostró convencido de que «el Señor está diciendo al mundo: Volved a casa, os estoy esperando». Y añadió: «Para mí, lo más importante de la evangelización es que debemos sentir el anhelo de Cristo por las almas».