Monseñor Juan José Aguirre vuelve a su diócesis de Bangassou - Alfa y Omega

Monseñor Juan José Aguirre vuelve a su diócesis de Bangassou

«Nos han despojado de todo, pero no de nuestra fe», afirma monseñor Juan José Aguirre al llegar a Bangassou y ver el destrozo realizado por los rebeldes islamistas. El español, que ya ha llegado a su diócesis tras estar recluido en Bangui desde el mes de marzo, señala en su última carta que la ciudad ha retrocedido un centenar de años. «Vamos a pie para todo, con el macuto a la espalda, sin teléfono ni internet, sin motos ni coches», porque todos han sido robados por la Seleka

Cristina Sánchez Aguilar
La iglesia en Tanzania, después del ataque

Monseñor Aguirre reconoce estar harto de «estos bandidos que nos saquean -siguen atrincherados en la ciudad-, y que han provocado que cientos de personas se hayan exiliado en el Congo o estén escondidos en las plantaciones». «Sus manos están llenas de sangre y su venganza es coránica: espada con espada, fuego con fuego, sangre con sangre», afirma.

El obispo, que ya ha visitado a los religiosos que quedan en el lugar, cuenta que «unos se sienten humillados, porque unos bandidos ignorantes los han aterrorizado. Otros, defraudados con la parte musulmana de Bangassou, sobre todo con los que han colaborado con los rebeldes, que les han señalado donde ir a amenazar, a violar o a robar». Otros, en cambio, advierten contra la generalizaciones, y recuerdan que muchos musulmanes «han venido a ayudarnos, también ellos escandalizados con el comportamiento del grupo armado», continúa.

Los cristianos siguen adelante como pueden: «Confiamos en la providencia», aunque «la quema de tantas casas, el robo del último coche que quedaba y el saqueo de la misión católica, los asesinatos de varias personas… ha sido un mazazo. Nos levantaremos, pero con mucha fatiga», explica, mientras pide oración por dos padres de la misión de Ouango, que están en paradero desconocido.

Ahora, están a la espera de que la embajada española en Camerún presione al Gobierno para que mande un contingente humanitario a la ciudad. «Ya hay en otras tres poblaciones desde hace meses, y donde están ellos, los Seleka no cometen abusos», añade Aguirre. Y recalca, como lleva haciendo estos meses, que la guerrilla islámica que combate en Malí está cortada por el mismo patrón que la Seleka «y financiadas por la misma chequera. Pero Francia en Centroáfrica sólo protege sus intereses».

Mientras, continúa la escalada de violencia contra los cristianos en otros países africanos. Al menos diez personas han muerto en el noroeste de Nigeria tras un ataque contra una iglesia y un mercado el pasado domingo. Aún no se conoce la autoría, pero la zona es una conocida guarida de Boko Haram y una de sus escisiones, Amaru, vinculada a Al Qaeda. También en Tanzania, una nueva iglesia católica en Arusha sufrió un atentado el domingo, mientras el nuncio apostólico del país, monseñor Francisco Montecillo, celebraba la Eucaristía. El nuncio salió ileso, pero dos personas murieron, y otras treinta resultaron heridas.