Pastor y pastores - Alfa y Omega

Pastor y pastores

Manuel Cruz

La reciente festividad de San Gil, patrón de los pastores, me ha recordado la historia de un pastor que creció en la serranía de Teruel pero que, en plena adolescencia, fue enviado por sus padres a Madrid, a estudiar.

Así, de contemplar la naturaleza y de cuidar de las ovejas de la familia durante años, este pastor pasó a enfrentarse con el futuro en la bulliciosa capital de España donde, no sin esfuerzo, se hizo agente de la propiedad inmobiliaria… sin que le abandonase nunca su olor a oveja. Murió viudo, sin descendencia.

Y aquí es donde empieza su verdadera vida, porque había tomado la decisión de legar todos los ahorros a diversas obras de caridad, entre ellas una fundación dedicada a la formación de sacerdotes procedentes del tercer mundo que carecen de medios económicos: el Centro Académico Romano Fundación (CARF). Y no crean que fue una fruslería de herencia: hablo de más de tres millones de euros, ahorrados a lo largo de una vida de trabajo intenso… y que no se había gastado en pasarlo bien, habituado a vivir en la pobreza evangélica. Por cierto, ¿quién ha oído hablar del CARF?

Parece evidente que nuestro pastor se informó muy a fondo sobre esta fundación, mantenida gracias a las aportaciones y disposiciones testamentarias que le llegan de todas partes, sobre todo de España, donde varios centenares de voluntarios hablan de su existencia.

A este centro romano acuden cada año más de cien seminaristas procedentes, sobre todo, de Hispanoamérica, África y Asia, con los gastos pagados por la fundación, surgida del aliento de una institución eclesial fundada en Madrid un día de los Ángeles Custodios.

Una vez consolidada su vocación sacerdotal, los aspirantes a curas son enviados por sus respectivos obispos para que vuelvan a sus diócesis ya ordenados como presbíteros y formados en los cuatro pilares de los que el Papa tanto insiste: espiritual, académico, comunitario y apostólico, para ser auténticos pastores a imagen del Buen Pastor. ¡Cuántas veces tuvo que pensar en ello el pastorcito que nos llegó de Teruel cuando, evocando la sequía de vocaciones que nos ha traído el consumismo y el relativismo, hablaba con su anciano párroco de la madrileña calle San Bernardo, de la abundante mies y de los escasos obreros dedicados a cuidarla!