Ideas para la reforma de la curia

El cardenal George Pell es uno de los 8 que asistirán al Romano Pontífice en el Gobierno de la Iglesia. El arzobispo de Sídney confesaba en una entrevista a Radio Vaticano el lunes, tras un encuentro con el Papa, que aún no sabe qué espera concretamente Francisco de este grupo. «Pero sí puedo decir lo que no somos», añade. «No somos un gabinete, el Papa no responde ante nosotros. No somos un grupo que fija las políticas ni un grupo ejecutivo. Somos consejeros del Santo Padre».

En esa línea, añade: «Es muy importante preservar las prerrogativas del sucesor de san Pedro, el Papa y obispo de Roma. Él decide. Nosotros estamos para ayudar y seremos útiles si podemos, pero no somos más que eso».

El cardenal Pell no habla directamente de su posible contribución concreta en ese grupo, pero sí afirma que «las personas de habla inglesa somos con frecuencia bastante prácticas, organizamos las cosas, dejamos las cosas hechas». En los países de habla inglesa, «no abundan los místicos», pero «creo que tenemos algunos talentos que ofrecer a la Iglesia universal que pueden no encontrarse fácilmente en otros lugares».

Un moderador de la curia

El Papa ya ha dado a ese grupo de 8 cardenales más un obispo secretario un cometido concreto: el estudio de «un proyecto de revisión de la Constitución apostólica Pastor Bonus sobre la Curia romana».

El debate está abierto, y el Presidente del Consejo Pontificio para los Textos Legislativos, el cardenal italiano Francesco Coccopalmerio, ha puesto una interesante propuesta encima de la mesa: crear la figura de un moderador de la curia, una especie de director general, con funciones de coordinación.

Coccopalmerio no está en el grupo de los 8 cardenales, pero fue auxiliar del cardenal jesuita Carlo Martini en Milán, que le encomendó erigir una figura como la que él le propone ahora al Papa. En una entrevista, el 22 de abril, al Corriere della Sera, el cardenal aclara que no se trata de reemplazar la labor de ningún dicasterio. Sería una función de coordinación, con el objetivo primordial de facilitar una relación fluida entre el Papa y los dicasterios.

En cuanto a la Secretaría de Estado, a su juicio, debería quedar reservada para la acción exterior de la Santa Sede y «los problemas de la Iglesia universal», asistiendo de cerca al Santo Padre.