El Papa a los jóvenes consagrados: «Todos rezamos. Pero, ¿adoramos al Señor?» - Alfa y Omega

El Papa a los jóvenes consagrados: «Todos rezamos. Pero, ¿adoramos al Señor?»

Profecía, cercanía, memoria y adoración han sido las cuatro claves que ha dado el Papa Francisco este jueves a los participantes en el Encuentro Mundial de Jóvenes Consagrados, que se celebra estos días en el Vaticano

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El Papa Francisco ha recibido este jueves a los participantes en el Encuentro Mundial de Jóvenes Consagrados, que ha tenido lugar en el contexto del Año de la Vida Consagrada. Durante la audiencia y después de saludar especialmente a los procedentes de Siria e Irak y recordar a los mártires de esos países, respondió a tres preguntas de los presentes, comenzando por la de una religiosa que planteaba el problema de la inestabilidad y la mediocridad en el itinerario vocacional.

Francisco, recordando que santa Teresa de Ávila afirmaba que la observancia rígida quitaba la libertad, dijo: «El Señor os llama… al modo profético de la libertad, es decir a la libertad que está unida con el testimonio y la fidelidad. Una madre que educa a sus hijos en la rigidez… y no deja que sueñen… anula su futuro creativo… También la vida consagrada puede ser estéril cuando no es profética, cuando no está permitido soñar… La profecía, la capacidad de soñar es lo contrario de la rigidez. Y la observancia no debe ser rígida, si lo es, es egoísmo personal… Tener siempre el corazón abierto a lo que nos dice el Señor y llevarlo al diálogo con el superior, con el maestro o maestra espiritual, con el obispo, con la Iglesia… Apertura, corazón abierto, diálogo y también diálogo comunitario… Os hablo con sinceridad: uno de los pecados que encuentro más a menudo en la vida comunitaria es la incapacidad de perdón entre los hermanos, entre las hermanas… Las habladurías en una comunidad impiden el perdón y llevan a alejarse los unos de los otros… Son la peste de la vida comunitaria… Son una bomba que destruye al otro que no puede defenderse porque siempre se murmura a escondidas, no a plena luz».

Hablando de la inestabilidad, el Papa afirmó que siempre, desde el inicio de la vida consagrada hasta nuestros días ha habido momentos de inestabilidad. «Son las tentaciones… y las habrá siempre… Santa Teresa del Niño Jesús, decía que hay que rezar por los moribundos porque es cuando la inestabilidad es mayor y las tentaciones más fuertes… Culturalmente vivimos en un momento muy inestable… vivimos la cultura de lo provisional… Y esta cultura ha entrado también en la Iglesia, en las comunidades religiosas, en las familias, en el matrimonio… En cambio: ¡La cultura de lo definitivo! Dios envió a su Hijo para siempre. No de forma provisional, a una generación o a un país. A todos y para siempre. Este es un criterio de discernimiento espiritual… Asumir compromisos definitivos para no disgregarse».

Evangelizar no es convencer, es dar testimonio

Respondiendo a otra pregunta sobre el deseo de evangelizar, el Pontífice subrayó que el celo apostólico viene de un deseo de evangelizar que hace arder el corazón. «Evangelizar no es lo mismo que hacer proselitismo –puntualizó–. No somos un equipo de fútbol que busca socios o simpatizantes… Evangelizar no es solamente convencer, es dar testimonio de que Jesús esta vivo… Y este testimonio se da con la carne, con la propia vida… Y aquí me gustaría, perdonad si soy algo feminista, dar las gracias a las mujeres consagradas por su testimonio… Tenéis siempre ganas de estar en primera línea… Porque sois madres, tenéis esa maternidad de la Iglesia que os hace cercanas… Sois iconos de la ternura de la Iglesia, del amor de la Iglesia, de la maternidad de la Iglesia y de la maternidad de María».

«Hay otra palabra clave en la vida consagrada, memoria. Creo que Santiago y Juan no se olvidaron nunca de su primer encuentro con Jesús, ni tampoco los otros apóstoles… La memoria de la propia vocación. En los momentos más oscuros, en los momentos de tentación, en los momentos difíciles de nuestra vida consagrada, volver a las fuentes, hacer memoria y recordar el estupor que sentimos cuando el Señor nos miró».

También contestó el Papa a quien le preguntó cómo fue su llamada al sacerdocio. «No lo sé. Sé que entré por casualidad en una iglesia, vi un confesionario y salí diferente, de otra manera. Allí cambió mi vida… ¿Que me fascinó de Jesús y del Evangelio? No lo sé… Su cercanía a mí… El Señor nunca me ha dejado solo, ni siquiera en los momentos más difíciles y oscuros, ni siquiera en los momentos del pecado… porque el Señor nos encuentra siempre definitivamente. El Señor no pertenece a la cultura de lo provisional… Nos ama y nos acompaña siempre».

«Por lo tanto, cercanía a la gente, cercanía entre nosotros, profecía con nuestro testimonio, con el corazón que arde, con el celo apostólico que calienta el corazón de los demás… y memoria; retornar siempre».

«Quiero terminar con dos palabras –acabó Francisco–: Una ésta… entre las peores actitudes de un religioso: mirar su reflejo en el espejo, el narcisismo. Guardaos de ello… Sí, al contrario a lo que despoja de todo el narcisismo. Sí a la adoración. Creo que este es uno de los temas centrales… Todos rezamos, damos gracias a Dios, le pedimos favores… Pero ¿adoramos al Señor? La oración de adoración silenciosa: Tú eres el Señor es lo contrario del narcisismo. Adoración, quiero acabar con esta palabra. Sed hombres y mujeres de adoración».