Europa: ¡vuelve! - Alfa y Omega

El que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las Iglesias. Al anunciar a Europa el Evangelio de la esperanza, sigo como guía el libro del Apocalipsis, que desvela a la comunidad creyente el sentido escondido y profundo de los acontecimientos. Nos pone ante una palabra dirigida a las comunidades cristianas para que sepan interpretar y vivir su inserción en la Historia, con sus interrogantes y sus penas, a la luz de la victoria definitiva del Cordero. Al mismo tiempo, nos hallamos ante una palabra que compromete a vivir abandonando la insistente tentación de construir la ciudad de los hombres prescindiendo de Dios, o contra Él. Si esto llegara a suceder, sería la convivencia humana misma la que, antes o después, experimentaría una derrota irremediable.

En la confusión de las vicisitudes humanas, nadie sabe decir la dirección y el sentido último de las cosas. Sólo Jesucristo posee el volumen sellado; sólo Él es «digno de tomar el libro y abrir sus sellos». En efecto, sólo Jesús puede revelar y actuar el proyecto de Dios que encierra. El esfuerzo del hombre, por sí mismo, es incapaz de dar un sentido a la Historia y a sus vicisitudes: la vida se queda sin esperanza. Sólo el Hijo de Dios puede disipar las tinieblas e indicar el camino.

La novedad de Dios -plenamente comprensible sobre el fondo de las cosas viejas, llenas de lágrimas, luto, lamentos, preocupación y muerte- consiste en salir de la condición de pecado y sus consecuencias en que se encuentra la Humanidad.

Europa necesita una dimensión religiosa. Para ser nueva, tiene que dejarse tocar por la mano de Dios. La esperanza de construir un mundo más justo y más digno del hombre no puede prescindir de la convicción de que nada valdrían los esfuerzos humanos si no fueran acompañados por la ayuda divina. Para que Europa pueda edificarse sobre bases sólidas, necesita apuntalarse sobre los valores auténticos, que tienen su fundamento en la ley moral universal, inscrita en el corazón de todo hombre. «Los cristianos no sólo pueden unirse a todos los hombres de buena voluntad para trabajar en la construcción de este gran proyecto, sino que, más aún, están invitados a ser su alma, mostrando el verdadero sentido de la organización de la ciudad terrena».