«Que nadie tome la religión como pretexto» - Alfa y Omega

«Que nadie tome la religión como pretexto»

El mismo día en que el Estado Islámico difundía un nuevo vídeo animando a la guerra santa en nombre de Alá, el Papa Francisco pronunciaba en Albania, ante líderes musulmanes, ortodoxos y católicos, uno de los discursos más rotundos de su Pontificado: «Que nadie piense que puede escudarse en Dios. Matar en Su nombre es un sacrilegio». Una visita apostólica de doce horas en la que también hubo tiempo para ver al Pontífice emocionado hasta las lágrimas al rendir homenaje a los mártires del comunismo ateo de Hoxha

Redacción
La tierra de la Madre Teresa ha esperado 21 años para volver a saludar a su Papa. San Juan Pablo II la visitó en 1993

«He visto a muchos sacerdotes y religiosas llorar hoy». Albert Nikolla, coordinador de la visita que el Papa hizo el pasado domingo a Albania, traslada a Alfa y Omega la emoción que supuso para todos los católicos, pero de manera especial para los de más edad, la presencia del sucesor de Pedro en su país. Ellos habían sido perseguidos, encarcelados, obligados a realizar trabajos forzados, vivieron con la libertad anulada.

Albania supo salir del infierno de la persecución religiosa y alcanzar la convivencia pacífica. Por eso el Papa Francisco la eligió como escenario para clamar, de manera especialmente rotunda, contra la violencia que se practica en nombre de Dios: «El clima de respeto y confianza recíproca entre católicos, ortodoxos y musulmanes es un bien precioso para el país, que adquiere un relieve especial en este tiempo en que, de parte de grupos extremistas, se desnaturaliza el auténtico sentido religioso. (…) Que nadie piense que puede escudarse en Dios cuando realiza actos de violencia y abusos. Que nadie tome la religión como pretexto para las propias acciones contrarias a la dignidad del hombre y sus derechos fundamentales. (…) La intolerancia con los que tienen convicciones religiosas diferentes es un enemigo particularmente insidioso, que hoy se está manifestando en diversas regiones del mundo. Nadie puede usar el nombre de Dios para cometer violencia. Matar en nombre de Dios es un sacrilegio».

Ante la violencia, Francisco predica la paz. Y tiene respuesta para quien le tache de idealista: que mire a Albania.

Una Albania que acogió emocionada a un Papa incansable, que exprimió las horas que pasó en el país para poder visitar a líderes políticos y religiosos, a niños, jóvenes, a un pueblo encantado de sentir tan cerca la caricia de esa Iglesia por la que no dudó en dar la vida. Así fue el viaje del Papa:

El Presidente albanés, Bujar Nishani, escucha atento el discurso del Pontífice.

Con las autoridades políticas. Palacio Presidencial de Tirana

El Presidente albanés, Bujar Nishani, procede de una familia musulmana y se declara ateo, pero, en su discurso de bienvenida al Papa, no dudó en hablar de fe. «Nuestro pueblo tiene una historia trágica, pero ha renacido y camina, con fe, hacia el futuro. Somos el pueblo de la Madre Teresa», dijo Nishani. Normal que el Papa alabara «la convivencia pacífica» de este pueblo: «Lo que sucede en Albania -dijo- demuestra que la convivencia pacífica y fructífera entre personas y comunidades que pertenecen a distintas religiones no sólo es deseable, sino posible y realizable de modo concreto. (…) Tras el invierno del aislamiento y las persecuciones, ha llegado por fin la primavera de la libertad. (…) La Beata Madre Teresa, junto a los mártires que dieron testimonio heroico de su fe, ciertamente se alegran en el cielo por el compromiso de los hombres y mujeres de buena voluntad para que florezca de nuevo la sociedad y la Iglesia en Albania».

Por el diálogo. El Santo Padre se reúne con líderes musulmanes y ortodoxos.

Homilía: Plaza Madre Teresa

Aunque pocos -un 15 % de la población-, los católicos albaneses han dado pruebas admirables de su fidelidad a la Iglesia. A todos ellos, en la plaza que lleva el nombre de la «gran hija de esta tierra», la Madre Teresa, el Papa les envió un saludo de paz. «En vuestras casas, en vuestros corazones. Paz en vuestra nación».

Se trasladó después, y «espiritualmente, a aquel muro del cementerio del Escútari, lugar-símbolo del martirio de los católicos, donde fueron fusilados», y, emocionado, ofreció «las flores de la oración y del recuerdo agradecido e imperecedero». Delante de sí tiene a miles de hombres y mujeres fieles a esa Iglesia que un día fue diana de la furia comunista. Les habla de futuro: «El águila [la bandera albanesa es un águila bicéfala negra sobre fondo rojo] no olvida el nido, pero vuela alto. No olvidéis el nido, su historia lejana. Tampoco de las pruebas; no os olvidéis de vuestras heridas, pero no os venguéis. A trabajar con esperanza por un futuro grande».

Emocionado abrazo al padre Simoni, superviviente de la persecución comunista.

El ángelus: «¡Cuántos jóvenes!»

En el trayecto desde el aeropuerto albanés hasta Tirana, el Papa, al ver a tantos jóvenes saludándole, comentó emocionado a su traductor: «¡Cuántos jóvenes, cuántos hay!» No es verdad que Europa sea el Viejo Continente, no en la fe, decía el Papa. A esos jóvenes se dirigió luego en el rezo del ángelus: «Os invito a cimentar vuestra existencia en Jesucristo, porque Él siempre permanece fiel, aunque nosotros seamos infieles. Sois la nueva generación de Albania, el futuro de la patria. Con la fuerza del Evangelio y los ejemplos de los antepasados, decid No a la idolatría del dinero, No a la engañosa libertad individualista, No a las dependencias y la violencia».

Con líderes de otras religiones. Universidad católica Nuestra Señora del Buen Consejo

Albania, recordó al Papa, ha sido triste testigo de la violencia y las tragedias que se producen al excluir a Dios a la fuerza de la vida personal y comunitaria. El único país del mundo que decretó el ateísmo de Estado sabe bien que, «cuando, en nombre de una ideología, se quiere expulsar a Dios de la sociedad, se acaba por adorar ídolos y, en seguida, el hombre se pierde, su dignidad es pisoteada y sus derechos violados». Frente a este empobrecimiento del ser humano, la fe recuerda que, «si tenemos un único Creador, todos somos hermanos. La libertad religiosa es un baluarte contra todos los totalitarismos».

Un grupo de jóvenes espera la llegada del Papa. «Sois el futuro», les recordó.

Supervivientes. La hora de las lágrimas

El Papa había preparado un discurso para su encuentro con sacerdotes y religiosas en la hora de las Vísperas. No pudo pronunciarlo. Las lágrimas se habían asomado a sus ojos al escuchar los testimonios de dos supervivientes de la persecución comunista, y sólo pudo ofrecerles su abrazo, y unas emocionadas palabras. «En estos dos últimos meses, me he preparado para esta visita leyendo la historia de la persecución de Albania. No sabía que su pueblo había sufrido tanto», reconoció el Papa ante el sacerdote Ernest Simoni -84 años, condenado a trabajos forzados y torturado por su fe- y ante la religiosa estigmatina María Caleta, que bautizó en secreto a cientos de niños en la época de la persecución. «Dios es Padre misericordioso y Dios de toda consolación. Habéis sufrido físicamente, psíquicamente, y también esa angustia que es la incertidumbre, no saber si os iban a fusilar o no, si ibais a vivir o no… El Señor consoló a Pedro, y a todos los mártires. La única consolación viene de Él. Ay de nosotros si buscamos otro consuelo», dijo el Papa.

El Papa, acompañado del padre Lombardi, contesta a las preguntas de la prensa.

De vuelta: «Este viaje es una señal»

Dice el coordinador de la visita que el viaje del Papa ha puesto a su país en el foco del mundo durante doce horas. «Nosotros somos un país pobre, y estamos muy agradecidos». No ha sido casualidad. Se intuía, pero el Santo Padre lo corroboró en el viaje de vuelta, en una charla con periodistas: «Mi viaje ha sido un mensaje, una señal que he querido dar». Sus palabras, pronunciadas en el país más pobre del Viejo Continente, iban, confirmó Francisco, dirigidas a todo el planeta. Quería volver los ojos del mundo hacia la pobreza y la paz. «Este viaje no es sólo para los albaneses. Va más allá».

Rosa Cuervas-Mons y María Martínez