Albania, triunfo de la fe, a pesar de todo - Alfa y Omega

Albania, triunfo de la fe, a pesar de todo

«¿Por qué voy a Albania?». Era el propio Papa el que respondía a la pregunta que le hacían los periodistas al regreso de Corea, tras anunciarse que su primera visita fuera de Italia a un país europeo sería al más pobre del continente, con sólo un 15 % de católicos y con el dudoso honor de haber tenido la única Constitución que declaraba, de forma oficial, el ateísmo de Estado. Pero Albania es mucho más que eso: es la prueba de que, por mucho que lo intentó, el comunismo no pudo borrar la huella religiosa del corazón humano. Albania es el triunfo de la fe

Redacción
Los católicos de más edad lloran aún a los seres queridos que perdieron en la persecución religiosa, de 1944 a 1989

En 1944, el Partido Comunista se hizo con el poder en Albania. Su líder era Enver Hoxha, un joven partisano que protagonizó una de las persecuciones religiosas más cruentas de la historia del catolicismo. Es 1945, y Hoxha sueña con una Iglesia Católica Nacional Albanesa. Expulsa al Nuncio apostólico, monseñor Leone G. B. Nigris, y convoca al arzobispo de Scutari, Gasper Thachi, y al arzobispo de Durazzo, monseñor Vincent Prendushi, para exigirles la separación de Roma, la constitución de una Iglesia nacional y la adhesión incondicional al nuevo régimen. A cambio, ofrece apoyo material para el sostenimiento de la Iglesia y una suerte de no beligerancia, de paz fría.

Los dos prelados rechazan la propuesta, y pagan el agravio con su vida. Monseñor Thachi moría en 1946 en arresto domiciliario, y monseñor Prendushi era condenado a 20 años de trabajos forzados. Murió en 1949, en prisión y después de haber soportado brutales torturas.

Llega el turno de los sacerdotes. El 21 de junio de 1945, arrestan a los jesuitas Giacomo Gardin y Gjergi Vata, encarcelados sin juicio ni acusación alguna. En 1946, se ordena el arresto de monseñor Fran Gjini, obispo de Tirana, acusado de difundir propaganda anticomunista. Tras un año de torturas -electrocuciones, inmersión en agua helada, palizas, aplastamiento de huesos…- y humillaciones, monseñor Gjini es asesinado junto a otros 18 miembros del clero y laicos. Se procede a la expropiación de todos los bienes de las Órdenes franciscana, jesuita y congregaciones de religiosas, se fusila a sacerdotes y monjas a diestro y siniestro, y los campos de trabajos forzados comienzan a llenarse de católicos fieles a Roma. En 1955, se prohíbe el culto religioso y los obispos titulares y sus vicarios son obligados a barrer las calles con un cartel en el pecho: He pecado contra el pueblo. En 1967, comienza la destrucción de templos -2.200 iglesias, mezquitas y capillas… caen víctimas del odio religioso, según las crónicas de Civiltá Cattolica-, y se publica el Decreto 4337, que establece severas sanciones para quien practique el culto religioso. Los pocos sacerdotes que están todavía en libertad son enviados a campos de trabajo para su reeducación. Diez años de persecución y represión después, en 1976, Hoxha ordena redactar una nueva Constitución que proclama -artículos 37 y 55- que el Estado no reconoce ninguna religión, prohíbe cualquier actividad religiosa y fomenta el ateísmo. Albania es el primer Estado constitucionalmente ateo.

Secreto de confesión

Durante más de tres décadas de persecución religiosa, sólo la Iglesia, el L’Osservatore Romano y grupos de católicos albaneses exiliados en Estados Unidos alzaron la voz contra esta violación de la libertad de culto. Mientras, en el país comunista, los católicos mostraban una fidelidad a prueba de torturas que, todavía hoy, evocan los más ancianos, que rezan Rosarios en los bancos de las iglesias con las lágrimas corriendo por sus mejillas, al recordar a aquel párroco que murió torturado por negarse a revelar un secreto de confesión, o a aquel obispo que fue asesinado por haber bautizado clandestinamente a un recién nacido y haber sido denunciado por un testigo.

La caída de Hoxha y la apertura política permitió la visita a Albania, en 1993, del Papa Juan Pablo II, que ordenó a cuatro obispos y reconstruyó la inexistente entonces jerarquía eclesial albanesa. 21 años después, es el Papa Francisco el que reconoce ese testimonio heroico de fe y fidelidad, con una visita apostólica que él mismo ha justificado: «Deseo confirmar en la fe a la Iglesia en Albania y testimoniar mi aliento y mi amor a un país que sufrió a consecuencia de las ideologías», decía al anunciar su viaje, el pasado 15 de junio. Hay más motivos que llevan al Papa al país del Este. «Han conseguido formar un Gobierno de unidad integrado por musulmanes, ortodoxos y católicos», alababa el Pontífice, muy preocupado por la convivencia pacífica entre religiones.

La presencia de Madre Teresa, nacida en Albania, es constante en este país que siente por su Beata un gran orgullo nacional

Un faro que ilumina

Esta feliz convivencia entre musulmanes, ortodoxos y católicos ya se hizo patente con la visita de Juan Pablo II. «Todos, de todas las religiones, salieron a la calle para encontrarse con él. Y lo mismo va a pasar ahora con el Papa Francisco, Albania es un pueblo muy acogedor», asegura a Alfa y Omega el padre John Salustri, miembro de los Josefinos de Murialdo, que trabajan en el sur del país -de mayoría musulmana- apoyando a las comunidades católicas. Aunque la Iglesia católica es minoría en Albania, ha arraigado en la población gracias a sus obras educativas y de evangelización y promoción humana, explica Salustri, que lucha junto a sus hermanos por dar la vuelta a las mentes y corazones herederos de la ideología comunista, y plantar en ellos la semilla de otro concepto de hombre, «portador de los valores que reflejan su semejanza a Dios, salvado por el sacrificio de Cristo». Y añade: «La Iglesia católica quiere ser el faro que ilumina y da referencia fiable frente al legado del materialismo histórico y científico». En este sentido, que el Papa elija al «país pequeño, con menos gente, que es menos fuerte económicamente», evidencia la contraposición entre la lógica cristiana y ese espíritu materialista que ahoga Albania. «Jesús eligió a los más pequeños; la gente poderosa, la recompensa, no era su lógica», subraya el padre Salustri.

Esa misma lógica cristiana es la que aplicó durante toda su vida una mujer, la Madre Teresa de Calcuta, que es orgullo nacional entre los albaneses. Hija de esa patria herida por la persecución religiosa, la Beata está presente en todas partes -da nombre al aeropuerto, a la plaza principal de Tirana, al hospital- y, sobre todo, entre los corazones de Albania. En 1989, durante una visita a su país, la Madre Teresa fue recibida por el sucesor de Hoxha, Ramiz Alia, en lo que se interpretó como una disculpa del régimen por los años anteriores. Hoy, con la libertad ganada, las casas de caridad fundadas en el país por el ángel de Calcuta son la prueba palpable de lo que el propio Hoxha reconoció como un fracaso de su plan para instaurar el ateísmo, cuando vio la contestación social tras la muerte del último arzobispo católico, monseñor Coba, víctima de las torturas. «La fe no está erradicada de nuestra tierra, el cristianismo tiene profundas raíces en nuestro pueblo y nuestros enemigos, los que creen en Dios, no duermen».

El lema de la visita papal –Juntos con Dios, hacia la esperanza que no defrauda– no le puede dar más la razón.

Rosa Cuervas-Mons / C. S. A.

Programa del viaje

07:30: El Papa despega de Fiumicino rumbo a Albania, donde será recibido en el aeródromo Madre Teresa, por el Primer Ministro, Edi Rama.

09:30: Visita al Presidente de la República, Bujar Nishani, en el Palacio presidencial.

11:00: El Papa celebra una misa y reza el Ángelus en la Plaza Madre Teresa. Traslado a la Nunciatura apostólica para almorzar con los obispos albaneses y los miembros del séquito papal.

16:00: Discurso ante autoridades de diversas confesiones cristianas y no cristianas en la Universidad Católica Nuestra Señora del Buen Consejo.

17:00: Rezo de Vísperas con sacerdotes y religiosos.

18:30: Visita al centro Betania, de acogida a niños.

19:45: Regreso a Roma.