Un salto crucial para el futuro - Alfa y Omega

Un salto crucial para el futuro

Por más que los padres se esfuercen por convencer a los niños de que «la vuelta al cole no es tan dura», y que así podrán «volver a ver a sus amigos y aprender cosas divertidas», no siempre el nuevo curso es tan sencillo. Sobre todo, cuando hay de por medio un cambio de etapa, bien de Infantil a Primaria, bien de Primaria a Secundaria. Los expertos señalan que nuestro sistema no tiene en cuenta las necesidades de los niños, y que la relación con los padres es clave para prevenir el fracaso

José Antonio Méndez

Ya se sabe que la vuelta al cole es un reto para los alumnos: adaptar horarios, recuperar el ritmo del estudio, conocer nuevos profesores… Sin embargo, entre el torbellino de prisas, llantos y organigramas que caracterizan a las primeras semanas de septiembre, suele pasar desapercibido uno de los momentos más delicados en la vida de un menor: el salto de ciclo escolar. Porque cambiar la enseñanza Infantil por la Primaria, o la Primaria por la Secundaria, es mucho más que cambiar los libros de texto.

La psicóloga infantil Ana Herrero, orientadora de Primaria en el colegio Brains, explica que «los saltos de etapa educativa coinciden con los cambios antropológicos del niño. Entre los 5 y los 6 años, se produce una transición evolutiva, similar -con muchos matices- a la preadolescencia. Los niños entran en un proceso de reajuste, en el que empiezan a integrar las destrezas emocionales, psicomotoras, en lecto-escritura, en autonomía, en la relación con los demás, etc., que han aprendido en Infantil, e incluso empiezan a ser capaces de renunciar al placer (querer jugar siempre, hablar espontáneamente…) para responder a las nuevas exigencias del entorno: respetar normas, cumplir el deber…».

Una época de ajustes

Por eso, como afirma Herrero, «es importantísimo que, en el colegio y en la familia, se tenga en cuenta que a esta edad no todos los niños tienen el mismo nivel de desarrollo y madurez, porque es el momento del cambio, no de la consolidación. En Infantil, se suele ser muy cuidadoso con el respeto a los tiempos del niño, pero al llegar a Primaria se da por hecho que ya son mayores. ¿Mayores para qué? En realidad, un niño de 5 o 6 años no tiene el nivel de autonomía que se le pide, por ejemplo, para organizar su tiempo y su espacio, porque todavía están aprendiendo a mantener la postura y a colocar sus cosas; o para controlar sus impulsos, porque necesitan moverse, levantarse… En Infantil, se les guía todo el tiempo, y en los inicios de la Primaria hace falta seguir guiándoles un poco, confiándoles responsabilidades de forma progresiva. El cambio debe de ser como una rampa, no como un escalón. Y para ajustarse a la realidad de cada niño, es básico que haya espacios y tiempos de comunicación entre padres e hijos, entre los padres, y entre padres y profesores».

Una máxima que también puede aplicarse en el salto a la Secundaria, como asegura la psicóloga María Sanz Graciani, orientadora del IES Julio Palacios, de Alcobendas: «Al empezar Secundaria, los alumnos están en pleno cambio en todas sus facetas: biológica, psicológica, afectiva y trascendente. Son capaces de desarrollar el pensamiento abstracto (no hace falta que vean las peras y las manzanas para sumarlas, por ejemplo), plantear hipótesis y descubrir nuevos intereses y aficiones; pero también empiezan a experimentar los cambios hormonales, la presión del grupo, la relación entre iguales, la atracción por el otro sexo, y a construir su identidad individual. De ahí que, con 11 y 12 años, si la chica que me gusta me hace caso o si discuto con mi mejor amiga, olvídate de enseñar Matemáticas».

Sanz Graciani opina que «el problema es que los alumnos de 1º de la ESO llegan demasiado pronto al instituto, donde todas las referencias son los adolescentes mayores. El diseño de la Secundaria genera fracaso, porque se les pide ser como aún no pueden ser. Muchos alumnos de 11 años son demasiado inmaduros para, desde el inicio del curso, gestionar toda la tarde libre, cambiar el chip con cada cambio de profesor, o abstraerse del grupo. Y cuando se dan cuenta, ha llegado marzo y se han quedado descolgados. A esta edad, 6 meses pueden suponer un cambio sustancial en el desarrollo, que, sin embargo, llegue demasiado tarde para ellos». La solución pasa «por que el centro cuide mucho la acogida, los profesores se esfuercen por ser guías y no sólo transmisores; y sobre todo, por que los padres estén atentos al desarrollo de sus hijos, hablen con ellos, creen espacios de intimidad y no den por sentado que ya son lo que están llamados a ser».