Las tensiones y alegrías del Sínodo, contadas por el Papa - Alfa y Omega

Las tensiones y alegrías del Sínodo, contadas por el Papa

Con una inesperada y sorprendente intervención, el Papa Francisco clausuró un Sínodo que se ha caracterizado por el debate entre obispos sobre cuestiones tan delicadas como la crisis de la familia, la Comunión a las personas en segunda unión tras el divorcio, o las uniones homosexuales. Las palabras del Papa recuperan la comunión y el consenso entre los participantes

Jesús Colina. Roma
El Papa saluda a un grupo de auditores del Sínodo, antes de la sesión de la tarde, el pasado 13 de octubre

En su intervención inaugural ante el Sínodo sobre la familia, que se ha celebrado en el Vaticano del 5 al 19 de octubre, el Papa Francisco había pedido a los obispos que hablaran claro y dijeran lo que pensaran. Y eso es lo que ha pasado.

Como es lógico, cuando una asamblea de 191 participantes de todos los continentes (entre ellos, 62 cardenales, 7 Patriarcas, 67 arzobispos, 48 obispos), afronta cuestiones tan delicadas como la crisis actual de la familia, las uniones homosexuales, o la posibilidad de ofrecer la Comunión a las personas que viven una segunda unión tras un divorcio, las propuestas son diferentes y las tensiones pueden aflorar.

Se ha vivido el Sínodo más franco desde tiempos del Concilio Vaticano II. En ocasiones, no han faltado tensiones, que, como también era lógico, han atraído gran atención en los medios informativos de todo el mundo. El Papa Francisco sabía bien que sucedería. Forma parte de la dinámica del Sínodo y de un argumento tan sensible. Ahora bien, con un discurso inesperado, en la última sesión de trabajo, el 18 de octubre, después de que los obispos votaran la Relatio final, que servirá de documento de trabajo para la reflexión en este año de la Iglesia y para el Sínodo de 2015, logró cimentar el consenso y la comunión entre los participantes, independientemente de su sensibilidad o posiciones.

«Me hubiera preocupado y entristecido», confesó el Papa en su intervención, si no se hubieran dado «estas animadas discusiones».

Ante todo, Francisco dejó claro algo fundamental que, en medio de los debates, los medios informativos parecían olvidar. Este Sínodo no discutió en ningún momento sobre cambios en la doctrina de la Iglesia sobre la familia. En ningún momento se discutió en el aula sobre lo que el Papa llama «las verdades fundamentales del sacramento del Matrimonio: la indisolubilidad, la unidad, la fidelidad y la procreación, es decir, la apertura a la vida». El Sínodo discutió más bien sobre lo que clásicamente la Iglesia llama la salvación de las almas, es decir, la manera en que puede ayudar a sus hijos e hijas a vivir la belleza del matrimonio, particularmente cuando arrecian las dificultades y la felicidad se convierte en dolor y sufrimiento. No ha sido, por tanto, un Sínodo sobre la doctrina de la familia, sino un Sínodo eminentemente pastoral.

Porque, como dijo el mismo Papa en ese discurso conclusivo, la Iglesia es Madre, y como Madre cariñosa, «no tiene miedo de arremangarse para curar las heridas de los hombres, no contempla la Humanidad desde un castillo de cristal para juzgar o clasificar a las personas».

Las seis tentaciones del Sínodo

El Papa confesó que, en este Sínodo, vivió momentos de profundo consuelo al «escuchar el testimonio de auténticos pastores, que llevan sabiamente en el corazón las alegrías y lágrimas de sus fieles», así como de «las familias que participaron en el Sínodo y que compartieron la belleza y la alegría de su vida matrimonial».

Ahora bien, el mismo Pontífice reconoció que, en este Sínodo, también vivió «momentos de desolación, de tensión y de tentaciones». En concreto, citó las seis tentaciones que ha experimentado la Asamblea episcopal.

La primera, según el Papa, ha sido «la tentación de la rigidez hostil», es decir, «querer encerrarse en lo escrito (la letra) y no dejarse sorprender por Dios, por el Dios de las sorpresas (el espíritu); en la ley, en la certeza de lo que conocemos y no de lo que todavía tenemos que aprender y alcanzar. Desde los tiempos de Jesús, es la tentación de los zelotes, de los escrupulosos, de los que hoy son llamados tradicionalistas y también de los intelectualistas».

La segunda tentación que se ha vivido en este Sínodo, en palabras del Santo Padre, ha sido «la del buenismo destructivo, que en nombre de una misericordia engañosa venda las heridas sin antes haberlas curado; que afronta los síntomas y no las causas y su raíz. Es la tentación de los buenistas, y también de los así llamados progresistas o liberales».

Luego esta la tentación «de transformar la piedra en pan para romper un largo ayuno, pesado y doloroso, y también la de transformar el pan en piedra y tirarla contra los pecadores, los débiles, los enfermos, para imponerles fardos insoportables».

La cuarta tentación de este Sínodo, según el Papa, ha sido la de «bajar de la cruz para contentar a la gente, en vez de permanecer en el cumplimiento de la voluntad del Padre». Es la tentación, aclaró, «de plegarse al espíritu mundano, en vez de purificarlo y plegarlo al Espíritu de Dios».

Y, por último, se han vivido dos tentaciones opuestas: por una parte, «descuidar el depósito de la fe», es decir, el patrimonio de verdad de la Biblia, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, y la enseñanza de la Iglesia durante dos mil años.

Por otra parte, se da la tentación contradictoria: «Descuidar la realidad, utilizando un lenguaje minucioso», quizá burocrático, para «decir mucho y no decir nada».

El Papa recordó que «las verdades fundamentales del Matrimonio», nunca fueron objeto de debate en esta Aula Sinodal
El Papa recordó que «las verdades fundamentales del Matrimonio», nunca fueron objeto de debate en esta Aula Sinodal

La reflexión no ha terminado

La clausura solemne del Sínodo tuvo lugar el 19 de octubre con la beatificación del Papa que recuperó la tradición perdida de los Sínodos universales en la Iglesia de rito latino, Pablo VI, tras el Concilio Vaticano II.

En la homilía, el Papa recordó que la Iglesia sigue en Sínodo, es decir, «en camino juntos», según la etimología griega. La reflexión sobre la familia no ha terminado. Ahora queda un año de reflexión en las diócesis. En septiembre, en Filadelfia, Estados Unidos, se celebrará el Encuentro Mundial de las Familias, junto al Papa. Y luego, en octubre de 2005, de nuevo en el Vaticano, tendrá lugar un Sínodo mundial de Obispos, aún más representativo, que analizará las conclusiones del apenas celebrado para asumir las líneas pastorales que la Iglesia adoptará en su acompañamiento a las familias del mundo entero.