La fuente de Elías, la Estrella del mar - Alfa y Omega

En julio, la liturgia nos ofrece las fiestas de dos enormes figuras bíblicas que, por la cercanía en nuestro calendario, me gusta recordar con ojos de mujer: Nuestra Señora del Monte Carmelo y el profeta Elías, cuyo nombre significa «mi Dios es Yahvé». ¿Qué relación existe entre la Virgen del Carmen y el profeta del Antiguo Testamento?

El Carmelo es un monte situado en la costa mediterránea que separa Israel del mar, no lejos de la frontera del Líbano. Una sierra de poca altura que se extiende hacia Galilea y llega a Nazaret. Después de su intervención ante Jahvé a favor de la lluvia para la tierra de Israel, asolada por la gran sequía, el profeta tuvo la visión desde la cima del monte Carmelo de la bíblica nubecilla, «no mayor que una mano», que ascendiendo desde el mar se convierte en lluvia y salva a la tierra de Israel. Más tarde, la nubecilla se interpretará como símbolo de la Virgen María, Estrella del mar, Socorro de los navegantes. Una leyenda dice que la misma Virgen siendo niña visitaba a los ermitaños del monte Carmelo.

En la parte baja al pie del monte, en el valle llamado Wade, se encuentra la fuente de Elías. En torno a ella, en el siglo XII algunos de los soldados de la Cuarta Cruzada no regresaron al ser derrotados; cambiaron el yelmo y la espada por la Biblia y un hábito tosco y conquistaron la tierra de su Señor con la oración y la penitencia. Al modo de ermitaños se instalaron en grutas, rodeando la fuente de Elías y edificando una pequeña capilla en honor a la Virgen. Ya en los primeros siglos, existió en la cima una gran basílica bizantina y un monasterio que los musulmanes destruyeron. Actualmente, en el monte Carmelo hay cuatro presencias carmelitanas: el santuario de la Virgen del Carmen, la parroquia en Haifa, el convento de las Madres carmelitas en lo alto y el santuario del Sacrificio en el otro extremo. Elías, el gran profeta que vivió ocho siglos antes de la llegada de Cristo, el hombre de voz fuerte y lleno de celo por la gloria de Dios, lema del escudo carmelitano, y la Virgen María, la dulce estrella de mar y socorro en nuestras vidas, están unidos del Antiguo al Nuevo Testamento para crear en el mundo una gran devoción que desde entonces perdura, gracias a la Orden del Monte Carmelo.

Leemos a la Madre Teresa de Jesús, en un fragmento de Las Moradas: «Todas las que tenemos este hábito sagrado del Carmen somos llamadas a la oración y contemplación, porque éste fue nuestro principio, de esta casta venimos, de aquellos Santos Padres nuestros del Monte Carmelo que en tan gran soledad y con tanto desprecio del mundo buscaban este tesoro».

Tras las celebraciones de julio, la gran fiesta de la Asunción centra la vida mariana de agosto, y España se vuelca en más de diecisiete mil festejos, romerías, peregrinaciones… Cerramos la época estival con un septiembre también mariano en advocaciones llenas de tradición: la Virgen de Covadonga, del Coro, de Aránzazu, de los Reyes… Ya entrado el otoño, la emblemática Virgen de la Merced nos recuerda tiempos de luchas y de rescates. ¡Cuánta historia mariana alrededor del Mediterráneo, desde la nubecita que subía hacia el Monte Carmelo, hasta la Patrona mercedaria que ayudó a tantos cautivos!