1.971 años de presencia de María - Alfa y Omega

1.971 años de presencia de María

Los santuarios del Pilar de Zaragoza, Torreciudad, Montserrat y Lourdes reciben cada año 12 millones de peregrinos. Los cuatro han constituido la Asociación para la Promoción de la Ruta Mariana, con el objetivo de ofrecer a los fieles una experiencia más completa en su relación con la Virgen

María Martínez López
Vista de Lourdes, con la Basílica de Nuestra Señora del Rosario, al fondo.

Las imágenes de la Virgen que se veneran en todo el mundo ofrecen a los fieles un camino sencillo para relacionarse con la Madre de Dios. A lo largo de los siglos, adaptándose a las circunstancias de cada momento, la Virgen se ha hecho presente en la vida de sus hijos, ayudándolos e intercediendo por ellos. Así ha sido desde su vida terrena y hasta los tiempos más recientes, como se puede comprobar en la Ruta Mariana. Este proyecto nació tras la Exposición Internacional de Zaragoza 2008, apoyado por los Gobiernos autonómicos y locales. Zaragoza, Montserrat, Torreciudad y Lourdes son cuatro santuarios separados por 1.818 años de historia y unos cuantos cientos de kilómetros, pero unidos por María. La Ruta quiere invitar a los 12 millones de peregrinos que cada año visitan alguno de ellos a, invirtiendo algún día más, conocer los demás; a la vez que disfrutan de la variedad natural y cultural de Aragón, Cataluña y el sur de Francia.

La noche del 2 de enero del año 40, la Virgen María «vino en carne mortal» a Caesar Augusta (Zaragoza) para animar al apóstol Santiago y sus discípulos, ante la pobre acogida que tenía su predicación. Como signo de la fortaleza de la fe, les dejó una columna de jaspe, a cuyo alrededor se construyó el templo original, sustituido luego por uno románico y, posteriormente, gótico-mudéjar. Al aumentar la afluencia de peregrinos —en gran parte por el milagro de Calanda, en 1640—, en el siglo XVII se decidió construir el actual templo barroco, más grande.

Vida de una ciudad en torno al pilar

A pesar del impresionante retablo de alabastro de Damián Forment, el corazón de la Basílica es la Santa Capilla, el templo dentro del templo que acoge la columna y la pequeña imagen de la Virgen, hacia la que apunta el impresionante conjunto escultórico que representa su venida. Desde ese pilar, la Virgen ha velado por su pueblo durante 20 siglos repletos de historia. El obispo de Zaragoza, san Valero; san Vicente —su diácono—; o santa Engracia, entre otros muchos, sufrieron el destierro o el martirio durante la persecución de Diocleciano, en el siglo IV. La iglesia del Pilar fue una de las dos únicas que se conservaron durante la dominación musulmana. En tiempos más propicios, fue vecina de la Corte de la Corona de Aragón. Por su importancia en la vida cotidiana de la capital aragonesa, desde 1675 el Pilar comparte el título de catedral con la del Salvador (la Seo), situada a pocos metros.

Si bien en Zaragoza el protagonismo se lo lleva el pilar, signo visible de la venida de la Virgen, lo habitual es que lo que los fieles llevan en el corazón sea una imagen de María. Es el caso de la Virgen de Montserrat, que en el año 880 apareció de forma portentosa entre las caprichosas formas del macizo rocoso que le da nombre. Presente ya en las Cantigas de Alfonso X el Sabio, el monasterio benedictino hizo de Montserrat, en los siglos XVII y XVIII, un centro cultural de primer orden, cuya importancia conserva todavía hoy su escolanía. La Moreneta, con su aire hierático de Virgen románica, trono del Niño, ha ocupado siempre un lugar importante en el corazón de los catalanes. El color oscuro que es su principal característica se debe a la oxidación de las pinturas originales, si bien resulta mucho más poética la explicación que Lope de Vega pone en boca de otra Virgen negra: «Morenica me adoran cielos y tierra, que del sol de mis brazos estoy morena».

Vírgenes del mundo, en Torreciudad

A 200 kilómetros de Montserrat, de vuelta en Aragón, se encuentra otra Virgen morena, similar a la catalana. Desde el siglo XI, la Virgen de Torreciudad ha sido venerada por los fieles de las comarcas oscenses de Somontano y Ribagorza. Hasta los rincones de la región más alejados llegaban los santeros con otra imagen de la Virgen, para recoger limosnas e invitar a la gente a la ermita. San Josemaría Escrivá de Balaguer eligió este lugar para construir un gran santuario mariano porque sus padres siempre atribuyeron a la Virgen de Torreciudad su curación de una grave enfermedad, cuando tenía dos años. El templo y los edificios que lo rodean se encuentran en un paraje incomparable, sobre el embalse de El Grado y con vistas a los Pirineos. Une rasgos innovadores, como su arquitectura y su galería de advocaciones marianas, que reúne 300 imágenes de la Virgen; con elementos clásicos de la región: el ladrillo como material, y un retablo del más puro estilo aragonés, con imaginería de alabastro policromado y, en su centro, el óculo, un privilegio concedido a las iglesias de Aragón por el Papa aragonés Benedicto XIII, el Papa Luna. En esta ventana redondeada, se exponía —y en Torreciudad sigue colocado— el sagrario con el Santísimo, para que los fieles lo adoraran.

La huella más reciente de la Virgen en la Ruta Mariana se encuentra al otro lado de los Pirineos. Las 18 apariciones de María a una niña de 14 años en Lourdes parecen el sello del cielo al dogma de la Inmaculada Concepción. Se produjeron cuatro años después de que éste fuera proclamado por Pío IX en 1854, y la Virgen se presentó a Bernadette como Inmaculada Concepción. Las gracias físicas —sanaciones— y, sobre todo, espirituales que se derraman en este lugar han convertido a Lourdes en uno de los principales destinos de los peregrinos católicos de todo el mundo.