Integral - Alfa y Omega

Tras varios años de crisis, y sin nitidez en la salida, el discurso político se ha hecho, si cabe, más economicista, cuando su persistencia y agravamiento argumenta que la crisis es también política y, sobre todo, espiritual. La perspectiva materialista está condenada a no hallar salida para las angustias del momento.

El momento político presenta una respuesta a la crisis en tres retos: el control del endeudamiento público, la reforma del ámbito financiero y la reforma laboral; con un factor común en las deudas y en la dependencia del crédito.

Podríamos estar ante una traducción de un sano esquema Estado-Sociedad-Mercado; pero su orden de exposición muestra un esquema descendente del Estado a las personas, pasando por las entidades financieras, cuando lo que se requiere es un planteamiento ascendente, centrado en las personas y la sociedad, con los excesos de los Estados y los mercados como extremos a dominar.

Es la consecuencia de una reducción en la que el crecimiento humano, sencillamente, no figura; importa el económico. Y no sirve apartar el desarrollo humano a la educación, que además se presenta dominada por la competitividad; lo necesitamos en el desarrollo de la actividad política y económica. Superar este reduccionismo exige entender con seriedad el concepto integral, que nos remite a buscar la causa de la situación actual en una absolutización del presente que procede del proceso de marginación de la dimensión espiritual del hombre. Los niveles de endeudamiento alcanzados no dejan dudas al respecto.

Vivir como si mañana no existiese es, en sí mismo, irracional, porque la razón busca y necesita siempre un más allá del conocimiento actual; de ahí que tanto la política como la empresa se hayan convertido en pura gestión en detrimento de la dirección. Necesitamos una reforma de la política y de la empresa desde una democracia integral, democracia política y democracia económica, con la participación auténtica de todos: las personas somos la única esperanza de racionalidad en medio de la desorientación.

Sólo en la persona se entiende la relación entre libertad y propiedad. Las montañas de papel que inundan el mundo no dejan ver; ¿quién es el propietario de un crédito? Más que nunca, se trata de la prioridad entre el dinero y la persona, y en lo político la prioridad de la persona sobre el territorio.

Somos relación, relación de respuesta de la que nace la responsabilidad; responsabilidad propia que exige libertad; también responsabilidad social porque todos estamos llamados a responder. La libertad es antes que la política, porque es, en origen, una experiencia espiritual.

Reducir la propiedad a propiedades es caminar hacia una moderna esclavitud; reducir la política a territorialidad es abortar la participación.