La fe, el mayor tesoro de África - Alfa y Omega

La fe, el mayor tesoro de África

«Que la Iglesia católica en África sea siempre uno de los pulmones espirituales de la Humanidad y se convierta, cada día más, en una bendición para el noble continente africano y para todo el mundo». Esta afirmación cierra la Exhortación apostólica Africae munus (La tarea de África), en la que el Papa destaca que «el compromiso de África con el Señor es un tesoro precioso», pero sin dejar de señalar qué elementos del patrimonio espiritual y cultural africano es preciso corregir y purificar para que los africanos sigan cumpliendo esa valiosa contribución en el tercer milenio

Ricardo Benjumea
Benedicto XVI firma la Exhortación Africae munus, en Ouidah, el pasado sábado

Benedicto XVI constata en África «una vitalidad eclesial excepcional», y «numerosos motivos para la esperanza y la acción de gracias». Pese a todos los males que han afligido históricamente y azotan hoy al continente, «África conserva su alegría de vivir, de celebrar la vida que proviene del Creador», y tiene mucho que enseñar a la sociedad occidental en aspectos como su espiritualidad o el respeto a los ancianos. La Exhortación apostólica postsinodal Africae munus, que ha entregado Benedicto XVI en éste su segundo viaje a África, alaba también «la cosmovisión africana», y su «gran apertura del corazón», que predisponen al hombre africano a «oír y recibir el mensaje de Cristo y comprender el misterio de la Iglesia».

Sin embargo, Benedicto XVI señala la necesidad de una labor de purificación en diversos ámbitos. En primer lugar, es necesaria una mayor formación en la fe, que, en particular, sirva para clarificar la relación con las culturas tradicionales africanas. El documento cita, entre otros, «el problema de la doble pertenencia» de muchas personas «al cristianismo y a esas religiones» tradicionales, un problema que se agrava al concurrir en la actualidad elementos como «un cierto recrudecer de la hechicería».

El Papa recomienda «un estudio exhaustivo» sobre «las tradiciones culturales africanas», dado que existen múltiples puntos en contradicción con el Evangelio. La inculturización de la fe debe realizarse «según las normas establecidas por la Iglesia» -indica-, para «separar el trigo de la cizaña», sin olvidar «la tarea, igualmente esencial, de la evangelización del mundo de la cultura contemporánea africana».

También con preocupación, la Exhortación postsinodal constata el surgimiento, en las últimas décadas, de «muchos movimientos sincretistas y sectas», algunos de los cuales «explotan la credulidad» y «destruyen la paz». Y afirma: La Iglesia debe analizar este fenómeno, «no sólo para frenar la sangría de fieles…, sino también para construir la base para una respuesta pastoral apropiada».

Benedicto XVI a su paso por las calles de la capital

Buena parte de este documento postsinodal está directamente dirigido a la respuesta que está llamada a dar la Iglesia frente a todo tipo de retos y fenómenos. En primer lugar, dado que éste era el asunto central del Sínodo celebrado en octubre de 2009, la primera parte de la Exhortación aborda las «líneas maestras de la misión para un África que desea la reconciliación, la justicia y la paz», que las Iglesias particulares deben traducir en líneas de acción concretas.

A lo largo del documento, se enumeran multitud de retos en áreas concretas, como la necesidad de combatir la corrupción política o el analfabetismo, o la urgencia de «favorecer la promoción y la educación de la mujer», o «el trato intolerable que reciben tantos niños en África».

También señala el Papa las ambigüedades en la actuación de ciertos organismos internacionales, que, pese a su contribución positiva «a favor de ciertos aspectos del desarrollo», transmiten «valores contrarios a la moral católica». No entra Benedicto XVI en detalles ni ejemplos concretos, pero no es difícil imaginar que en su mente hay escándalos como el fomento del aborto o la promoción de la ideología de género desde diversas organizaciones intergubernamentales. En octubre de 2009, en la homilía de apertura del Sínodo de los Obispos africanos, el Papa denunció que el mundo rico exporta a África «desechos tóxicos espirituales».

Especial atención mediática han merecido, estos días, las alusiones al sida que aparecen en la Exhortación, y la afirmación de que, aunque «el problema del sida exige sin duda una respuesta médica y farmacéutica…, ésta no es suficiente, pues el problema es más profundo. Es sobre todo ético», afirma el Papa, y requiere un «cambio de conducta», que pasa, «por ejemplo», por «la abstinencia sexual, el rechazo de la promiscuidad» o «la fidelidad en el matrimonio».

El primer deber de los obispos

Bienvenida al Papa en el aeropuerto Bernandin Gantin, de Cotonú

La Iglesia tiene ante sí numerosos e importantísimos retos en África, pero el Papa recuerda a los obispos que su «primer deber es llevar a todos la Buena Nueva de salvación y ofrecer a los fieles una catequesis que contribuya a un conocimiento más profundo de Jesucristo». Y les recomienda: «Conviene comenzar siempre con la oración, siguiendo luego con la catequesis, que llevará a actuaciones concretas. La creación de estructuras vendrá posteriormente, si realmente es necesario, pues éstas nunca podrán reemplazar el poder de la oración». Y, en la misma línea, les pide que no gasten «energías humanas y pastorales en la búsqueda vana de cuestiones que no son de vuestra directa competencia, o en derroteros de un nacionalismo que puede ofuscar. Seguir a ese ídolo, así como absolutizar la cultura africana, es más fácil que seguir las exigencias de Cristo».

De gran interés son también las apelaciones a la evangelización, con la aclaración de que, en el continente africano, «la missio ad gentes debe ir a la par con la nueva evangelización», sin descartar tampoco la contribución desde allí «a la nueva evangelización también en los países secularizados, de donde provenían antes numerosos misioneros».

La Iglesia respeta y ama a África

En el análisis que Africae munus hace de la situación de África, prevalece el compromiso evangelizador de la Iglesia: «En la situación actual de África, la Iglesia está llamada a hacer oír la voz de Cristo». Una voz que anuncia y hace presente la reconciliación, la justicia y la paz, como los grandes argumentos que brotan del Evangelio.

Siguiendo el ejemplo de los misioneros que han evangelizado este continente, la Iglesia sigue ofreciendo esta misma herencia de la Buena Noticia y «se siente impulsada a estar presente allí donde la Humanidad conoce el sufrimiento».

Africae munus es una llamada permanente a la evangelización. Con frecuencia, apela a la urgencia de esta misión de la Iglesia: «La Iglesia en África debe anunciar el misterio de la salvación a los que todavía no lo conocen». Esta tarea misionera debe reencontrar el ardor de los comienzos de la evangelización del continente africano, atribuido al evangelista san Marcos, al que siguieron «una pléyade innumerable de santos, mártires, confesores y vírgenes». Hay que acudir con gratitud a la escuela de tantos misioneros que, durante muchos siglos y con entusiasmo, han sacrificado su vida para llevar la Buena Nueva a sus hermanos y hermanas africanos. Tarea misionera que se fundamenta en su condición de testigos de la fe: «La Iglesia necesita de testigos que estén profundamente arraigados en Cristo, y que se alimenten de Su palabra y de los sacramentos». Testigos que han dado la vida por el Evangelio, con un testimonio «acompañado del anuncio claro e inequívoco del Señor Jesús». Palabra y testimonio, dos caras de la misma moneda, que llevan «al contacto personal, al anuncio verbal, así como al testimonio de una vida cristiana auténtica».

También en África es necesaria la nueva evangelización, que «ha de ir a la par con la missio ad gentes». Benedicto XVI ha hecho una llamada a los africanos, para que se sumen a la obra evangelizadora de la Iglesia: «La Iglesia que camina en África está llamada a la nueva evangelización también en los países secularizados, de donde provenían antes numerosos misioneros… Y un gran número de africanos y africanas han acogido la invitación del dueño de la mies». Esta salida para la misión debe estar promovida desde el interior de las Iglesias locales, y a la vez «ordenada por acuerdo entre la Iglesia que envía y la que recibe». Así nace y se desarrolla la vocación misionera, para «difundir, en un mundo a veces oscurecido, la claridad del Evangelio, el esplendor de Jesucristo».

Anastasio Gil García
Director Nacional de Obras Misionales Pontificias

Un inmenso pulmón espiritual

En el otoño del año 2009, se celebró en Roma la II Asamblea del Sínodo de los Obispos para África. En la homilía de la Misa inaugural, el Papa Benedicto XVI dijo que «el reconocimiento del señorío absoluto de Dios es uno de los rasgos característicos y unificadores de la cultura africana. En África existen múltiples y diversas culturas, pero todas parecen concordar en que Dios es el creador y la fuente de la vida. África es depositaria de un tesoro maravilloso para el mundo entero: su profundo sentido de Dios».

La constatación de este hecho llevó al Santo Padre a presentar al continente africano como «un inmenso pulmón espiritual para una Humanidad que sufre una crisis de fe y de esperanza».

Con clarividente realismo, señaló también que «este pulmón puede enfermar. Por el momento, al menos dos peligrosas patologías lo están atacando: el materialismo práctico, combinado con el pensamiento relativista y nihilista. Es indiscutible que, a veces, el llamado primer mundo ha exportado y sigue exportando tóxicos desechos espirituales, contagiosos. Un segundo virus que podría afectar a África es el fundamentalismo religioso, mezclado con los intereses políticos y económicos; lo hacen en nombre de Dios, pero según una lógica opuesta a la divina».

Han pasado ya dos años de aquella importante Asamblea sinodal y, como fruto de los trabajos de la misma, Benedicto XVI, en su reciente Viaje a Benín, ha firmado, publicado y entregado la Exhortación apostólica postsinodal Africae munus. Después de una primera lectura de la misma, destaco como significativas estas tres convicciones de fondo:

– Si la misión de la Iglesia, continuación de la de Cristo, tiene que llegar a todo hombre, se entiende que las empresas misioneras tiendan a atender al hombre en el más amplio abanico de sus necesidades. Evangelización y desarrollo han dejado de estar enfrentados, porque el desarrollo es parte integrante de la evangelización. Así, la Iglesia en África está sacando adelante, de forma holística, todo tipo de iniciativas al servicio de las necesidades, tanto primarias como fundamentales, del ser humano.

– Vistas desde fuera y en la materialidad de las mismas, muchas de las actividades de los misioneros se pueden considerar como idénticas a las de otros cooperantes o voluntarios sociales. Pero lo que debe distinguir la labor de la Iglesia en el continente africano no es tanto su actividad, cuanto lo que le mueve y motiva. A la Iglesia le motiva Cristo, y no un vago sentimiento de solidaridad o humanitarismo.

– La Iglesia en África es consciente que su llamada a la misión y a la santidad han de correr parejas, pues sólo quien vive a Cristo puede luego predicar a Cristo. Si la Iglesia no vive de acuerdo con el Evangelio, nunca podrá ser evangelizadora.

P. Lino Herrero Prieto, CMM
Superior Provincial de los Misioneros de Mariannhill España