Malos humos - Alfa y Omega

Malos humos

Todos son Volkswagen. Todos blancos. Perfectamente alineados. Pero mis ojos únicamente se dirigen a ese hueco en medio de la foto. ¿Por qué hay ese vacío? ¿Cómo ha salido de ahí ese coche?…

Pedro J Rabadán
Foto: AFP Photo/DPA/Ingo Wagnera

Todos son Volkswagen. Todos blancos. Perfectamente alineados. Pero mis ojos únicamente se dirigen a ese hueco en medio de la foto. ¿Por qué hay ese vacío? ¿Cómo ha salido de ahí ese coche? Ni por delante, ni por detrás, ni por los lados. Trece filas por la izquierda, catorce por la derecha. Un hueco que estropea la perfección del cuadrante en esta planta alemana de Emden. No me encaja. Alemanes, rigurosidad, cuadriculados. ¿Qué hace ahí ese hueco? Quizás sea peor. Alguien lo ha dejado adrede. Ahí cabe un vehículo. ¿Por qué? Un fallo puede ser tolerable, pero si es aposta, es distinto.

Un fallo de fábrica molesta. El conductor, orgulloso con su coche alemán, no se lo espera. Y lo que es peor, tiene que llevarlo al mecánico. Pero se puede entender. Uno sabe que se compra un coche y que te puede salir bueno o malo, como el que compra un melón. Por eso uno elige los de Villaconejos; o los coches alemanes, porque suelen salir buenos. Son de fiar. O eran. Hasta que engañaron a cientos de miles de conductores y a países enteros. No encaja de los alemanes, catalogados hasta ese momento de honestos y honrados. Al comprador seguro que le duele más la mentira que el hecho de que contamine algo más de lo que dice el ordenador de a bordo.

Cuando me saqué el carné soñaba con un Golf. El sueldo de becario sólo me dio para un melón pequeño y de los malos. Llegué a intimar con el del taller. Pasé luego a un coche alemán. Ya tiene 15 años. Jamás me ha dado un problema y, aunque no es tan bonito como el Golf, siempre me ha sido fiel. He perdido mi vieja amistad con el hombre de las manos negras. Se me esbozaba una sonrisa cuando leía que Toyota llamaba a revisión a dos millones y medio de vehículos en todo el mundo. No son alemanes, me decía. Ahora, adiós a la perfección germana, a su honradez, a su fiabilidad. Ya no miro igual a mi coche. Como en la vida, la mentira contamina más que los humos de los tubos de escape. Y deja un hueco inexplicable, como el de la foto.