Testigos de la fe «en la hora del anticristo» - Alfa y Omega

Testigos de la fe «en la hora del anticristo»

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo

El cardenal Angelo Amato, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, beatificó este sábado, en la catedral de Santander, a 18 nuevos mártires españoles víctimas de la persecución religiosa del siglo XX: 16 religiosos cistercienses del monasterio de Cóbreces de Cantabria, y dos monjas de la misma orden, del monasterio Fons Salutis en Algemesí, Valencia. El Papa Francisco recordó este acontecimiento durante el Ángelus del domingo, y pidió: «Alabemos al Señor por sus valientes testimonios, y por su intercesión, supliquémosle que libere al mundo del flagelo de la guerra».

En su homilía, monseñor Amato afirmó que con esta celebración «la Iglesia trata de recordar su heroísmo, una herencia preciosa de civilización y de auténtica humanidad. Sus nombres no están escritos sobre arena, sino en el corazón de Dios».

Monseñor Amato afirmó que «el único pecado que cometieron estos monjes fue el testimonio de una vida contemplativa, consagrada toda ella al Señor y a la ayuda del prójimo necesitado». Sin embargo, «en la dulce y amable tierra española había llegado la hora del anticristo».

«Estos mártires no se avergonzaron de Cristo –afirmó– porque tenían la certeza de que nadie les separaría del amor del Señor».

Una historia de perdón

En declaraciones a Alfa y Omega, el padre Francisco Rafael, del mismo monasterio de Cóbreces y coordinador de la beatificación, ha señalado que los mártires «han estado siempre muy presentes en la memoria de la comunidad», y ha reconocido que al finalizar la guerra, los monjes vivieron «una época de reconciliación y perdón con el entorno». De hecho, los monjes conocían a quienes detuvieron a sus hermanos, «pero nunca les denunciaron, sino que hasta trataron de ayudar al comisario que comandó la detención hasta que pudo huir a México». Con el tiempo, llegaron a escribirse cartas, y dos hermanas del comisario se hicieron religiosas, una de ellas cisterciense.

En vísperas de la beatificación, la Santa Sede hizo pública la aprobación de dos nuevos decretos de sacerdotes españoles: el martirio de Valentín Palencia Marquina y sus cuatro compañeros, asesinados por odio a la fe en enero de 1937; y las virtudes heroicas de José Rivera Ramírez, durante muchos años director espiritual del seminario de Toledo.