Con hambre y a punto de ser desalojados - Alfa y Omega

Con hambre y a punto de ser desalojados

Después de cuatro años de crisis, todavía no hemos visto su lado más oscuro. Las familias en paro todavía subsistían a base de ahorros o de la familia más cercana, una vez agotadas las prestaciones. Pero de tanto tirar del hilo, al final se rompe. La familia se cansa y el dinero desaparece. El nuevo curso viene marcado por necesidades básicas sin cubrir: en España hay gente con hambre y en grave peligro de acabar viviendo en la calle. Cáritas Española se pone manos a la obra para evitar esta tragedia

Cristina Sánchez Aguilar

La crisis, lejos de desaparecer, se ha cronificado. Las familias cuyos sustentadores principales del hogar llevan en paro desde que comenzó el descenso económico del país -y ésta es la diferencia fundamental de la crisis actual con los anteriores períodos críticos vividos, en los que era el segundo o tercer sueldo del hogar el de la persona que estaba en paro- ya no tienen de dónde tirar. «Cuando las personas están meses en paro, es una situación a la que se pueden enfrentar, de uno u otro modo», explica don Francisco Lorenzo, coordinador del Departamento de Estudios de Cáritas Española. «Cuando pasan dos, tres años, y el problema no se soluciona, la cosa cambia», añade.

Los recursos de apoyo, entre los que prima -como se aprecia en las personas que acuden a Cáritas- la familia, muy por encima de los recursos sociales, se están agotando. «Está bien que la familia juegue un papel importante, pero esto muestra que existe una debilidad en este país en cuanto a estructura social», señala el señor Lorenzo. Y es que el 67 % de las personas que se acercan a Cáritas -y a otras instituciones- ya han pasado antes por los servicios sociales públicos, donde no se les resuelve el problema, o se tarda mucho en hacerlo. «Las prestaciones sociales son insuficientes y, además, las que se conceden tienen plazos tan largos para resolverse -la primera cita de los servicios sociales, de media, es casi un mes, y la tramitación de la repuesta son 65 días-, que dejan a la gente en la miseria», señala don Francisco, que afirma que «Cáritas muchas veces tiene que adelantar esas cantidades para que las personas puedan subsistir. Pero esto es un problema, porque nosotros somos complementarios, no sustitutivos. No podemos garantizar esos mínimos». No es la tarea de las entidades sociales.

Un curso duro que comienza

La situación a la que se enfrenta Cáritas, en España, en este curso que comienza es dramática: «No damos abasto para atender dignamente a todas las personas que llaman a nuestra puerta», afirma don Francisco. Aunque los recortes sociales no afecten drásticamente a la entidad, que se financia en un alto porcentaje con donaciones privadas -el 62 % de media, aunque varía según la Comunidad Autónoma, y hay algunas diócesis que sí están sufriendo directamente los recortes, o los retrasos en los pagos de subvenciones, lo que impide que los proyectos se puedan poner en marcha-, lo que sí supone un problema grande es que los recortes que afectan a otras entidades, imposibilitan la atención a las personas que estas instituciones derivan a Cáritas: «Hay listas de espera interminables que nos solicitan, sobre todo, alimento, y solución a problemas relativos a la vivienda, dos necesidades básicas que, por lo que estamos viendo, no están garantizadas en nuestro Estado de bienestar». Por eso, en este curso, según las necesidades que solicitan las Cáritas diocesanas, la entidad va a aumentar, en general, las acciones formativas de cara al empleo, el apoyo a la búsqueda de trabajo y todos los proyectos relativos a la alimentación y la vivienda. Aun así, y sabiendo que deben trabajar de cara a la creciente demanda de necesidades básicas, «no renunciamos a nuestro trabajo a medio plazo, al acompañamiento de las personas en cada proceso, que es uno de los objetivos de Cáritas», afirma el Responsable del Departamento de Estudios, de Cáritas Española.

Más pobreza, en Barcelona

La gran urbe es una de las mayores amigas de la miseria. Una de ellas es Barcelona, donde, según don Jordi Roglá, director de Cáritas diocesana, «tras cuatro años de crisis, la situación se caracteriza porque la pobreza ha aumentado en extensión e intensidad», lo que señala como «la consecuencia directa de la falta de consenso sobre el empleo de las fuerzas políticas, económicas y sociales. Y las entidades sociales no pueden sustituir al Estado del bienestar». Afirmación que secunda el Presidente de Justicia y Paz en Cataluña, don Arcadi Oliveres, quien señala que, «hasta el momento, no ha habido ninguna voluntad política de querer superar la crisis. De hecho, empezando por arriba, el G-20 -la organización que nació, a nivel mundial, para frenar la crisis- sólo ha salvado bancos y banqueros». Y lo peor de todo no es eso: «El dinero para salvar los bancos se ha quitado de los presupuestos de los Estados, que en lo primero que fallan es en política social. Éste es el equilibrio mundial: en contra de los más desfavorecidos y a favor de los que acumulan rentas de capital».

Esta situación a nivel global aterriza a nivel local con desajustes como los que se están viviendo, entre otros, en Cataluña. «Aquí -cuenta Oliveres-, se podrían haber reducido gastos inútiles, como, por ejemplo, el que supone el circuito de Montmeló. Pero, no. Otro elemento grave son las mermas en la Seguridad Social: este año, las pensiones no se han subido, y esto ha representado 1.300 millones de euros de ahorro. Sin embargo, hace unos días, inspectores fiscales determinaron que se ahorrarían cerca de 60.000 millones de euros si se localizara a todos los que esconden su fraude fiscal. Pero no se les persigue. Por el contrario, se reducen los gastos sociales, que repercuten en la sanidad, o en la educación». Esos gastos dejan agujeros que tienen que tapar las entidades como Cáritas Barcelona, cuya financiación procede, en un 90 %, de donantes particulares; y en un 10 %, del Ministerio de Trabajo, de la Generalidad de Cataluña, de los 40 Ayuntamientos del área metropolitana y la de Diputación de Barcelona. «No dejo de agradecer toda la generosidad de los donantes de Cáritas», señala Roglá. «Nuestros amigos han decidido dar un paso adelante, y han decidido compartir no lo que les sobra, sino parte de lo que tienen, porque hay gente que lo necesita más. El cambio ha sido de solidaridad a generosidad, y de generosidad a compasión, de sentir propio el sufrimiento de los demás», añade.

Este curso, Cáritas Barcelona ha puesto en marcha dos nuevos proyectos: uno, relativo a la vivienda: «De las ayudas económicas dirigidas a cubrir necesidades básicas, dos tercios están destinados a la ayuda para vivienda», cuenta el director, pero «nuestro trabajo no va dirigido a la mera subvención, que no resuelve el problema de la persona. Ellos no deben tener un techo, sino un hogar, un mínimo espacio vital para desarrollar sus proyectos de vida».

En el servicio de mediación de la vivienda, Cáritas Barcelona trabaja para evitar los procesos de desahucio, tanto en vivienda de alquiler, como en un crédito hipotecario: «Atendemos y asesoramos a las familias con deudas o con riesgo de caer en el impago. Analizamos la situación y elaboramos alternativas. Si es necesario, haremos préstamos sin intereses, y no descartamos, en situaciones de riesgo, la donación a fondo perdido», cuenta Roglá. «Si esto no funciona, pasamos a la intermediación con entidades financieras, o con el propietario del piso, para que podamos conseguir -si no hay más solución que el desahucio-, que se haga después de encontrar una vivienda social para la persona, o en el caso de crédito hipotecario, la dación en pago», continúa.

El otro proyecto clave de Cáritas Barcelona, para este nuevo curso, es la prevención de la pobreza infantil. «Los niños son los que más han pagado la crisis, y la pagarán: ya hemos dejado una hipoteca social a nuestros hijos. Tenemos que acabar con la pobreza hereditaria», concluye.

Alquileres sociales en Madrid

En Cáritas Madrid, la situación no es muy diferente. «Seguimos viendo que los problemas derivados de la falta de ingresos son la alimentación y la vivienda», cuenta doña Concha García, responsable del Equipo Técnico diocesano. Este curso, en Madrid, se van a reforzar cuatro centros de formación y se destinarán fondos para ayudar a las situaciones de emergencia y para financiar becas de formación: «La gente ha ido tirando de ahorrillos, y de la familia, una vez se agotaron las prestaciones. Pero el dinero se agotan, y la familia ya no puede tirar, por eso el fondo diocesano de emergencia seguirá ayudando, desde las parroquias, a las personas que llegan en esa situación de desamparo. Además, la formación es fundamental de cara a la búsqueda de empleo, y por eso también reforzamos las becas», señala la señora García.

También trabajan en la mediación para proyectos de alquiler social: «Queremos que, a través de alquileres de particulares, de Congregaciones y diócesis -incluso estamos dialogando con entidades financieras-, se puedan ajustar los alquileres a los intereses, sin superar el 33 %», concluye doña Concha. Gracias a ellos, miles de familias no acabarán, literalmente, en la calle y muertos de hambre.