Contra el odio, oración - Alfa y Omega

Se escriben estas líneas pocos días antes de que Su Santidad Benedicto XVI presida en Madrid una nueva Jornada Mundial de la Juventud; se publicarán cuando ésta haya terminado, y ya el mundo, no sólo el que profesa nuestra religión, haya podido admirar una vez más el mensaje de esperanza que estos acontecimientos siempre generan, así como el gran cariño ganado otra vez por el Sumo Pontífice que, sin ser ya un joven, ha demostrado de nuevo que posee con creces el ímpetu y el vigor necesarios para protagonizar, en el Santo Nombre de Cristo, unas ceremonias tan llenas de fe como físicamente agotadoras. Muchos merecen por ello gratitud; sobre todo, nuestro querido cardenal Rouco, a quien el Pontífice profesa una antigua amistad.

En estos momentos previos, cualquier observador de buena fe ha de admirar también, al margen de sus creencias, el esfuerzo de todos los que han sido instrumentos de la voluntad divina para demostrar que nuestra fe es la de muchos millones de personas en todo el ancho mundo y, por supuesto, la de amplios sectores de la juventud española y de otras naciones que han querido sumarse a la nuestra. Lo han hecho de un modo natural, sin pedir por ello regalos o recompensas de cualquier tipo; sólo porque creen en Dios y en su Vicario en la tierra que hoy es alemán, como antes fue polaco, o italiano, o español, y como algún día será hispanoamericano o africano.

Voceros del odio

No han faltado, por desdicha, los voceros del odio.

Como otras veces, el diario español de mayor tirada ha prestado sus columnas, a veces para insultar, otras para restar importancia a agresiones ajenas. Como ejemplo de esta última conducta, baste citar la versión edulcorante y cariñosa de la autoexhibición de un actor poco conocido autotransformado en… el Crucificado, y cuyas partes pudendas fueron ocultadas… con una reproducción del justamente célebre Cristo de Velázquez, una vez que aquella obra de arte provocó las naturales protestas de los cordobeses de buen gusto, creyentes o no.

De nuevo, doña Ruth Toledano ha aprovechado su espacio en el diario aludido para insultar agresivamente al Papa, a los católicos y a todos quienes damos la bienvenida al visitante ilustre.

Para reforzar su tesis, la ilustre plumífera ha ofendido a Su Santidad con palabras que no deben ser reproducidas aquí, pero de las que esperamos que algún día se arrepentirá. Y, con fórmula tan vieja como la demagogia, ha explotado la disconformidad de quienes pueden ser aplaudidos o recusados, pero, sin duda, no merecen ser así utilizados, entre otros motivos por el de que ellos –de ideas muy variadas, sin duda– no desean serlo por la fácil demagogia de doña Ruth. Es decir, ha excitado contra la honrosa visita del Papa a los indignados, entre los que no faltarán los complacidos por esta Jornada Mundial de la Juventud.

Respondámosle nosotros cuando se pregunta si estamos locos: algunos, sí, sin duda. Hay ejemplos claros y desmedidos. Recemos, por tanto, para que se recuperen.