La fe es una experiencia - Alfa y Omega

La fe es una experiencia

Si Dios se hizo cercano al hombre haciéndose carne, entonces no hay mejor camino para sostener este encuentro que la realidad concreta de todos los días. A Dios, en verdad, no se le encuentra en el vacío, o como consecuencia de muchos esfuerzos, sino en la vida, las alegrías y las penas cotidianas. De este modo, La existencia se convierte en una inmensa certeza, como reza el lema del Meeting de Rímini que se acaba de celebrar

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
Una vista del auditorio principal del Meeting, en la Feria de Rímini

El Meeting de Rímini es el encuentro más significativo de cuantos se celebran cada verano en el seno de la Iglesia católica. Organizado por la Fundación Meeting por la amistad entre los pueblos, vinculada a Comunión y Liberación, desde hace 32 años, esta última edición ha contado con la asistencia de más de 700.000 visitantes. En total han sido 115 encuentros, 26 espectáculos, 10 exposiciones, con 332 intervenciones, y han tenido por lema La existencia se convierte en una inmensa certeza. Frente a la extensa -y muchas veces contradictoria- oferta cultural y de sentido que ofrece el mundo moderno, la propuesta del Meeting de este año iba encaminada a recuperar la relación con la realidad como criterio para enfrentarse al relativismo y reconocer lo que es bueno para el hombre y para la sociedad.

Un reflejo de lo eterno

De este modo, «sólo la certeza que nace de la fe permite al hombre vivir de modo intenso el presente y, al mismo tiempo, trascenderlo, captando en él los reflejos de lo eterno», como refleja el mensaje a los participantes del Meeting enviado por el Papa Benedicto XVI, y firmado por el cardenal Bertone. «Sólo la presencia reconocida de Cristo -prosigue el mensaje-, fuente de la vida y destino del hombre, es capaz de despertar en nosotros la nostalgia del Paraíso y así proyectarnos con confianza en el futuro, sin miedos y sin falsas ilusiones. La existencia, por tanto, no es un proceder ciego, sino un salir al encuentro de Aquel que nos ama. Sabemos, por tanto, a dónde estamos yendo, hacia Quién nos dirigimos, y esto orienta toda la existencia».

Para ilustrar esta propuesta, el Papa pone como ejemplo a un niño, «que está tanto más cierto y seguro cuanto más experimenta la cercanía de los padres. Lo que hace fuerte al niño es la certeza del amor de sus padres». Por eso, de la misma manera, «el reconocimiento de su propio origen y la proximidad de este mismo origen a todos los momentos de la existencia son la condición que permite al hombre una auténtica maduración de su personalidad, una mirada positiva hacia el futuro y una fecunda incidencia histórica». Sólo a través de este reconocimiento de nuestra realidad y de nuestro origen en Dios se puede alcanzar la certeza sobre quiénes somos, de Quién venimos y hacia Quién vamos.

Dios se hace amigo

El encargado de ofrecer el diagnóstico del estado de certeza de nuestro mundo fue Costantino Esposito, profesor de Historia de la Filosofía en la Universidad de Bari, quien afirmó que «parece que la condición más compartida por los hombres de nuestro tiempo, como si fuera una condición natural, sea la incertidumbre. Pero nosotros somos una necesidad inextirpable de certeza que no llegamos nunca a colmar. El drama de la certeza muestra aquí toda su radicalidad: su necesidad de infinito, que no puede ser satisfecha por nada». Sin embargo, esta sed de infinito está colmada «en Cristo, ese caso único en la Historia de un hombre en el cual el significado, el logos, se hace amigo. Al hacerse hombre, Dios permite al hombre ser por fin él mismo, es decir, un ser que se interroga, desea y espera, con la certeza de la respuesta. Gracias a su resurrección en la carne, se cumplió la verdadera revolución copernicana que ha dado al hombre la posibilidad de conocimiento y la capacidad de certeza».

¿Pero dónde encontrar hoy entre nosotros esa fuente de certeza que ofrece Cristo al mundo? El irlandés John Waters, subdirector de The Irish Times, habló en el Meeting de «una auténtica desintegración del sistema de valores, como vemos en las revueltas de estos días. No hay un sistema sólido sobre el que apoyarse, y esto antes o después nos llevará a afrontar una pregunta sobre la estructura misma de la sociedad y sobre el modo en que estamos creando jaulas para encerrar el deseo humano». Y puso como ejemplo el escándalo del caso Murdoch, y cómo «el cuarto poder podría empezar a precipitarse. Necesitamos un quinto poder. ¿Pero quién será?».

La respuesta no puede venir de otro lugar que de la misma realidad, tan tozuda que no se puede negar.

Una fe para dar la vida

El anglicano Andrew Davison, profesor en la Westcott House, de Cambridge, manifestó su sorpresa ante la novedad cristiana con la que se ha encontrado en el Meeting: «Vivís como si la fe fuese verdad. Lo que más me ha impactado es vuestro celo y alegría. Sólo una fe por la que podamos dar la vida -como lo hacen los mártires-, sólo una fe así puede ser verdadera».

Más actual que un iPhone

«Si se confirmase que en diciembre de 2012 viene verdaderamente el fin del mundo, eso no me impediría tener un hijo en noviembre, seguir escribiendo poesía, plantar un árbol…, porque no hago estas cosas sólo para un futuro terrenal: las hago porque todas ellas suponen ya participar en la vida eterna»: así comenzó su intervención Fabrice Hadjadj en el Meeting. El original filósofo francés denunció que, hoy, la certeza que sostiene la esperanza se ve sometida bajo sospecha, porque «estamos en los tiempos de la incerteza, ya que las certezas ideológicas del siglo XX derivaron en totalitarismos. Por eso, «escépticos y relativistas niegan hoy que pueda existir certeza alguna; como máximo, toleran que cada uno pueda tener las suyas. Sin embargo, los escépticos, en la práctica, acaban siendo los mayores conformistas: como no creen en certeza alguna, no se ven obligados a cambiar en nada». Por el contrario, «tener certezas supone siempre estar en movimiento».

Para Hadjadj, el mero humanismo ha elevado a la categoría de culto todo aquello que, antes o después, está destinado a perecer: «Un iPhone de última generación es ya un futuro fósil; sin embargo, la corona del Rosario estará siempre de actualidad». Y esto es así porque «la certeza es apocalíptica, no en el sentido de catastrofista, sino en su significado de revelación. Tras el derrumbe de las ideologías y la incerteza de la postmodernidad, permanece la certeza de una existencia fecunda que manifiesta su gloria a través de la Cruz. Esta certeza lleva una revelación incluso al corazón de la catástrofe».

Cristo, aquí y ahora

José Miguel García, profesor de Exégesis del Nuevo Testamento en la Universidad San Dámaso, de Madrid, es el responsable de la exposición Con los ojos de los Apóstoles, una muestra que reconstruye el camino de la certeza que realiza un grupo de judíos de Cafarnaúm desde su primer encuentro con Jesús de Nazaret, hasta la consolidación de la fe que les hizo llegar a dar la vida por Él. La exposición reúne los datos de las principales excavaciones arqueológicas y del estudio exegético de los evangelios, para mostrar cómo la vida no puede ser la misma si está marcada por el conocimiento de Jesús de Nazaret. La actualidad de la muestra la destaca José Miguel García, al afirmar que, «como subraya Julián Carrón, el cristianismo es algo que sucede ahora». Y habló de «la genialidad de Dios, que ha querido comunicarse con el hombre a través de una presencia humana», al tiempo que denunció el riesgo de «pretender reducir la gracia de Dios a su ejemplo, y no en el don de su propia Persona».

Julián Carrón, Presidente de la Fraternidad de Comunión y Liberación, visitó la exposición Con los ojos de los Apóstoles, y afirmó que «la realidad se hace evidente en la experiencia: ésta es la frase que más repito y que no me cansaré de repetir. Sólo esto nos salva: Sólo algo que nos atrae de esta manera nos permite ser nosotros mismos».

La realidad es el camino

Otra de las muestras que llamó la atención de los participantes fue la dedicada al cardenal Newman, Cor ad cor loquitur. La certeza de Newman, conciencia y realidad, con la introducción de Javier Prades López, Decano de la Facultad de Teología San Dámaso, de Madrid. «¿Qué es lo que hace a Newman universal?», se preguntó Prades, para responder: «Su profunda conciencia de que Dios le había creado para un servicio preciso, un objetivo concreto, una misión». Por ello, «el hombre que responde a la llamada de Dios en sus circunstancias concretas adquiere un valor universal para sí mismo y para todo el mundo».

La misma idea la subrayó el cardenal Dionigi Tettamanzi, al inaugurar la muestra San Carlos Borromeo. La casa construida sobre roca. El hasta ahora arzobispo de Milán subrayó cómo san Carlos Borromeo «tenía un agudo sentido del deber del propio estado de vida como forma propia de identidad de cada cristiano. Cuando era joven, vivió un cristianismo sin infamia y sin elogios; y éste es el riesgo que nos puede suceder a los cristianos hoy: contentarnos con una vida cristiana aburrida. Por eso, el ejemplo de san Carlos es actualísimo y urgente».