El escarabajo y la abeja - Alfa y Omega

Con este título, pudiera parecer que hoy me dedico a las fábulas, siguiendo a Esopo, La Fontaine o Samaniego. En realidad, no era éste mi propósito si no fuera porque, hace un mes, escuché una sugerente homilía en la que dos de los protagonistas principales eran, nada más y nada menos, que un escarabajo estercolero y una abeja.

El escarabajo estercolero -pobrecito, ¡qué nombre!- recolecta porquería, por aquí, por allá, y de eso vive y se alimenta. Recoge todo lo podrido y lo utiliza para sobrevivir. De la misma manera, hay personas que sólo ven lo malo de sus semejantes, que sólo cuentan lo malo y lo esparcen allí donde van. Esa porquería huele mal, mancha y suele pudrir lo que toca.

Todos tenemos defectos, algunos más visibles que otros, algunos más incómodos que otros; nadie se libra, es la condición humana, nuestra condición de pecadores, nuestro barro. Pero ninguna persona, ninguna, es un experimento fallido de Dios, en todas podemos encontrar algo bueno si nos lo proponemos.

Por otro lado, la abeja va de flor en flor, yendo al núcleo, cogiendo lo mejor de cada una, su polen. Con ello elabora una riquísima miel que alimenta, cura y endulza. Dependiendo de dónde estén esas flores, la miel tendrá un gusto u otro, un aroma u otro, un matiz, un color.

De la misma manera, hay personas que se fijan en lo bueno de los demás, lo cuentan y lo difunden. Crean vida, y generan esperanza a su alrededor. No están ciegos, no son unos pobres ingenuos, pero saben ver, descubrir lo bueno de cada uno, para con ello fabricar un exquisito manjar, construir ilusión, generar vida.

Creo que el espíritu de escarabajo o de abeja lo llevamos en nuestro corazón. Un corazón sano, seguro, que se sabe querido e hijo de Dios, es generoso, es capaz de ver la belleza y contarla. Un corazón herido, mientras no sana y cura su herida, se encoge, se compara constantemente con el de al lado, se retrae, recela y desconfía; necesita ver, y contar, lo malo de los demás para sentirse mejor, superior. Pero todos tenemos la capacidad de transformar nuestro corazón de escarabajo en corazón de abeja, para con sus ojos poder descubrir lo bueno de las personas que nos rodean.

A mí me gustaría ser abeja en esta vuelta al trabajo ordinario, aprovechar este tiempo nuevo que comienza para empezar viendo lo bueno de los demás.

Madre del Amor Hermoso, danos un corazón grande para aprender a querer a los demás como son; con sus defectos y virtudes, posándonos en las virtudes para, con ellas, fabricar una rica miel que endulce, alimente, la vida de las personas que nos rodean. Que tengáis una feliz vuelta al trabajo ordinario.