Sínodo sin complejos - Alfa y Omega

Sínodo sin complejos

El documento final hablará sobre los divorciados vueltos a casar, aunque no se sabe en qué sentido. Los padres sinodales quieren llamar también la atención sobre las migraciones, los niños soldado, la prostitución o las deficiencias en la iniciación cristiana

Andrés Beltramo Álvarez
Los profesores brasileños Jussieu y Ketty De Rezende, auditores del Sínodo. Foto: CNS

«Me sorprende cuanto la prensa publica sobre este Sínodo, pero no siempre lo que publica refleja el ambiente dentro del aula sinodal». Esta queja de Jussieu de Rezende describe en parte el humor en la asamblea episcopal, que ha entrado en su segunda semana de trabajo. Una atmósfera que se debate entre la legítima diversidad de opiniones, el constante riesgo de la polarización y un extendido deseo por discutir temas de fondo sobre la familia.

De Rezende es auditor del Sínodo de los Obispos, junto a su esposa Ketty Abaroa. Ambos docentes de la Universidade Estadual de Campinas en Brasil asisten desde el 4 de octubre a todas las sesiones del encuentro, que se extenderá aquí hasta el 25 de octubre. Cuando el 12 de octubre, durante una conferencia en la sala de prensa del Vaticano, le preguntaron qué le había sorprendido más durante su participación, no dudó en responder: «No siempre la prensa es fiel a los contenidos del Sínodo».

«En el fondo el Sínodo quiere dar propuestas, respuestas. Nosotros no estamos discutiendo cuestiones doctrinales. La doctrina no se toca, como ya dijo el Papa, pero hay cosas en la sociedad que hay que atender. Requieren atención, atención pastoral; esta es la temática que debemos afrontar», explicó De Rezende.

La carta de los 13 cardenales

En el Aula Nueva del Sínodo, ese estrecho auditorio color madera y morado que se ubica dentro del complejo Aula Pablo VI del Vaticano, no pocos padres sinodales comparten la opinión del catedrático brasileño. Una percepción que se ha reforzado en las últimas horas a causa de una controversia desatada por la carta de los 13 cardenales.

La misiva acaparó la atención mediática el lunes, después de haber sido filtrada a un periodista italiano. Los firmantes (o presuntos tales) manifestaron a Francisco una serie de quejas sobre el nuevo método de trabajo dentro de la asamblea sinodal. Entre otras cosas lamentaron que –en la renovada forma de trabajo– se haya reforzado la discusión en los círculos menores (pequeños grupos lingüísticos) en detrimento de los discursos ante el pleno.

Un descanso durante la primera sesión del Sínodo, el pasado 5 de octubre. Foto: REUTERS/Max Rossi

También expresaron perplejidad por los diez integrantes de una comisión especial que redactará, junto con el relator y el secretario especial, el documento final del Sínodo, sin importarles que los nombramientos sean prerrogativa del Papa. Y atacaron el Instrumentum laboris, el documento guía de trabajo redactado con las conclusiones del Sínodo de 2014 y enriquecido con las aportaciones llegadas en los últimos doce meses al Vaticano, provenientes de las conferencias episcopales del mundo.

Poco después de su filtración, la credibilidad de la carta quedó comprometida. Cuatro de sus supuestos firmantes negaron haber suscrito el documento. Se trata de los cardenales Angelo Scola, Peter Erdö, Mauro Piacenza y André Vingt-Trois. Más tarde, un quinto, Wilfrid Fox Napier, reconoció haberla firmado pero aclaró que el texto filtrado tenía errores e imprecisiones.

Pocos días antes el propio Fox Napier había alabado públicamente el nuevo método de trabajo, porque –había dicho entonces– «se ha alargado lo mejor del Sínodo, el debate en los grupos pequeños».

Finalmente, la noche del lunes, el cardenal australiano George Pell aclaró que la carta la redactó él, pero desmintió al periodista filtrador –Sandro Magister–, tanto en el contenido del texto como en la lista de los firmantes. En una declaración pública, el purpurado precisó que existe un «fuerte acuerdo» en muchos puntos dentro del Sínodo, pero «obviamente hay algunos desacuerdos» porque «elementos minoritarios» quieren cambiar las enseñanzas de la Iglesia en cuanto a las disposiciones necesarias para recibir la comunión. «No existe posibilidad de cambiar esta doctrina», insistió Pell.

«La lógica de la conspiración»

En realidad la filtración de la carta solo actualizó una polémica que, dentro del aula sinodal, se verificó los primeros días de la asamblea. Por lo tanto, está ya superada. Acabó con ella el Papa, en la mañana del 6 de octubre. Tomando la palabra ante los obispos, Francisco aclaró que «la doctrina sobre el matrimonio no ha sido tocada», y precisó que él mismo había aprobado el nuevo método del Sínodo. Además llamó a los obispos a no ceder a la «lógica de la conspiración», que es sociológicamente débil y teológicamente genera división.

Pero las declaraciones de Pell reflejaron el fondo de la disputa: la situación de los divorciados vueltos a casar. Un tema que está abierto a debate, sin complejos ni recetas preconcebidas, pero que algunos padres sinodales preferirían que ni siquiera se tocase. De todas maneras, ha centrado buena parte del debate en los últimos días.

En los discursos del viernes y sábado pasados, muchos obispos abordaron ese asunto. Según informó el portavoz vaticano Federico Lombardi, prácticamente todos estuvieron de acuerdo en la necesidad de que la Iglesia muestre cercanía y atención especial a las personas heridas. Y agregó que un grupo «minoritario» de ellos manifestaron una total negativa a la comunión para las personas en esta condición. Algunos otros hablaron de la evolución histórica de las enseñanzas de la Iglesia y la teología en materia de sacramentos. Y recordaron que en este campo nada ha sido «absolutamente fijo».

«Se ha hablado de dos polos extremos: o todo o nada. O no se cambia nada o se cambia todo. Pero ninguno de estos dos extremos debería ser una opción. Se busca una pastoral creativa. No se puede condenar el pecado y al pecador al mismo tiempo», precisó Thomas Rosica, portavoz del Sínodo en lengua inglesa, resumiendo el espíritu de los debates en la sala.

Monseñor Osoro, junto al arzobispo Kurtz –presidente de los obispos de EE. UU.– y el cardenal filipino Luis Tagle. Foto: Twitter Fr. Manuel Dorantes

Temas a debate

Todas estas contribuciones dejaron en claro que el documento final, que los padres sinodales votarán párrafo a párrafo el próximo 24 de octubre, incluirá un apartado sobre los divorciados vueltos a casar. Pero no se sabe aún en qué sentido. Ese texto considerará muchos otros aspectos. Al menos según las propuestas ya realizadas en las primeras reuniones de los 13 círculos menores, que desmenuzaron el Instrumentum laboris.

Entre otras cosas propusieron más atención a problemáticas como los niños soldado, la explotación laboral de menores, las migraciones, la prostitución, los feminicidios, la violación como «arma de guerra», las nuevas formas de pobreza y los discapacitados. Pero también realizaron autocrítica. Se refirieron a la «deficiente iniciación cristiana» y a la «fragmentación de la pastoral», la «fe débil» y el descuido de Dios, a la ignorancia difundida sobre la misión del matrimonio cristiano (incluso entre los sacerdotes) y a la insuficiente preparación de los esposos. Varios de ellos denunciaron el impacto de la ideología de género en las sociedades actuales y su traducción en «leyes antifamilia».

Alguno de los círculos directamente cuestionó el mismo Instrumentum en varias de sus partes. Y eso será motivo de nuevas discusiones. Porque de esos grupos saldrán los modos, las enmiendas al texto que, todas juntas, darán a la luz el documento final del Sínodo. Documento solo consultivo, que será entregado al Papa. Porque solo a él, a Francisco, toca la última palabra.

«La Iglesia debe adoptar un lenguaje más positivo»

La Iglesia debe renovar su lenguaje y adoptar «un lenguaje más positivo» al hablar de la familia. Esta es la conclusión en la que más han coincidido los 13 círculos menores tras el estudio de la primera parte del Instrumentum laboris durante la primera semana de trabajos sinodales. Según esos informes, hechos públicos el viernes, un importante número de obispos considera que el documento de trabajo emplea un tono en exceso pesimista y olvida que existen muchas familias que viven según las enseñanzas de la Iglesia. Si el objetivo es transmitir esperanza, no «se puede comenzar enumerando los fracasos» matrimoniales, pidió el grupo inglés D, liderado por el cardenal Collins, arzobispo de Toronto (Canadá). Al presentar estas conclusiones, el presidente de la Conferencia de Obispos Católicos de EE. UU., monseñor Joseph Kurtz, afirmó que hace falta un lenguaje más en sintonía «con el que utiliza el Papa Francisco».

Los círculos menores han cuestionado también el tono con respecto al mundo contemporáneo, que deja a la Iglesia en una actitud de permanente condena. «Hay fuerzas positivas, incluso luminosas que debemos identificar porque podrían ser signos de Dios en la historia», afirma el informe uno de los cuatro círculos menores de habla inglesa, el C, que tiene como relator al arzobispo australiano Mark Coleridge.

«Habría que evitar que algunas personas se sientan excluidas de nuestra solicitud», pidió uno de los tres grupos de habla francesa, que resaltó que «las familias de la Biblia son a menudo disfuncionales y que la Palabra de Dios se ha realizado en ellas y por ellas».

Al cardenal filipino Luis Tagle le preocupa que el lenguaje de la Iglesia «no conecta con los jóvenes» de hoy. En esa línea, desde uno de los grupos de habla española se pidió adoptar «un lenguaje de esperanza», que muestre a una «Iglesia del sí». «Como el Concilio Vaticano II, este Sínodo necesita ser un evento del lenguaje, que es más que cosmético», afirma el círculo en inglés C. Este círculo cuestionó el uso recurrente de términos como «evangelio de la familia» o «Iglesia doméstica», que, si bien «eran formulaciones vivas e iluminadoras cuando aparecieron, con el tiempo se han convertido en clichés» y son expresiones poco «accesibles para aquellos no familiarizados con nuestro modo de hablar».

«La inmigración es una riqueza»

Junto al cardenal Tagle y a Joseph Kurtz, participó en la rueda de prensa del viernes el arzobispo de Madrid, monseñor Osoro, quien describió el Sínodo «como una escuela de bellas artes en la que estamos tratando de mostrar el mejor dibujo de lo que es la familia». Para comunicar su belleza se ha percibido «la necesidad de un lenguaje más cercano». «Tenemos el lenguaje de Nuestro Señor, que es el lenguaje del corazón», capaz de «llegar a lo profundo del hombre», añadió.

El vicepresidente de la Conferencia Episcopal Española aludió también al fenómeno de las migraciones, tema que «ha salido en los debates porque nos urge a todos». La inmigración «es una oportunidad para nosotros de acoger al forastero, que es una obra de misericordia». «Acoger y acompañar también», dijo. En el caso concreto de Madrid, «los procesos migratorios han sido una riqueza que han renovado muchas comunidades cristianas», al venir «con ese frescor del Evangelio que a lo mejor no teníamos los que llevamos años viviendo de las rentas».