Compartiendo vida - Alfa y Omega

Entre las donaciones que recibimos, la más importante es el tiempo. Tenemos la suerte de encontrar a muchas personas ricas en este precioso bien. Son hondureños, jóvenes la mayoría, que dedican toda la mañana a compartir lo que saben y servir en lo que pueden. Emplean su tiempo en dar refuerzo escolar a otros jóvenes que quieren superarse, en buscar a niños en comunidades remotas para ayudarlos y motivarlos. Acompañan a los ancianos en la etapa final de su vida, y entregan regalos a niños que nunca recibieron uno. Entran en colonias llenas de violencia para dar algo de luz.

Hay también otros hondureños un poco menos jóvenes: cocineras, cuidadoras, maestros… que ofrecen parte de su tiempo para servir a otros. Hacen cientos de platos todos los días, casi milagros de multiplicar alimentos. Se quedan en la escuela para reforzar temas o compartir experiencias.

Otros, de los que tienen tiempo para compartir, viven en países lejanos: Francia, Alemania, Canadá, Estados Unidos, España. Hacen rifas, buscan material escolar y alimentos. Luchan contra comentarios adversos y trabajan por personas desconocidas que nunca llegarán a conocer. Un poco difícil de explicar… ¿Será la fuerza del Espíritu, que se resiste a un mundo sin alternativas de vida para los últimos?

Este mes de octubre hemos tenido una gran donación. Ya en los meses de julio y agosto vinieron muchos a colaborar, la mayoría jóvenes. El año pasado llegaron a 110. Octubre ha sido la hora de los que ya se han jubilado. Cargados con la experiencia de la vida, vienen a compartirla. Entre todos juntan varios siglos. Pero tienen un corazón tan joven que parece que la vida no les ha quitado nada de lo que más vale. Deseosos de compartir, han terminado etapas importantes. Y ahora nosotros nos encontramos con ellos, con personas que tienen algo difícil de adquirir: la experiencia. Son los mejores libros que podemos leer y estamos felices de que vengan con tanta generosidad a entregar lo que con tanto esfuerzo han recogido en su largo y muchas veces accidentado viaje. Han sido maestros, de escuelas y de la universidad, empresarios, peluqueras, amas de casa, alcaldes…

Aquí reciben la alegría del joven que mira al futuro tan lejano con los ojos limpios, llenos de esperanza. Qué hermoso es el encuentro y qué enriquecedor para todos. Qué bonito saber que el proyecto de Dios es un proyecto de hermanos, de familia, donde todos tenemos algo que aportar y algo que recibir, donde todos somos y nos necesitamos. Un milagro la vida para compartirla. Lo otro es el infierno, o se le debe de parecer mucho.