«Gracias por vuestro Sí» - Alfa y Omega

«Gracias por vuestro Sí»

«Sin las religiosas, querido Santo Padre, sin su aportación, sobre todo, la espiritual, la Jornada Mundial de la Juventud no sería posible», le explicó, el viernes, el cardenal Rouco a Benedicto XVI, a su llegada a El Escorial. «Son de lo mejor de la juventud de la Iglesia y de la sociedad y, por supuesto, de España». En Madrid 2011, por primera vez en la historia de las JMJ, el Papa se ha encontrado con un grupo de religiosas, tanto de vida activa como contemplativa

Redacción

No pudo ser más alegre y cariñoso el recibimiento de las religiosas al Papa, en el Patio de los Reyes del monasterio de El Escorial. Benedicto XVI había llegado algo cansado, tras el esfuerzo de la víspera y por el fuerte calor de esos días en Madrid. Le esperaban algo más de 1.600 jóvenes religiosas, que, quizá sin saberlo, contagiaron de su alegría al Papa, y de paso también enviaron al mundo entero un mensaje cargado de fuerza, sobre todo a los jóvenes: al margen de los tópicos y las caricaturas, la vida consagrada es alegre y bella, y sigue atrayendo hoy a muchas jóvenes. «La Iglesia necesita de vuestra fidelidad joven arraigada y edificada en Cristo –les dijo el Papa–. Gracias por vuestro generoso, total y perpetuo a la llamada del Amado».

En la presentación, el arzobispo de Madrid subrayó la imprescindible aportación de las religiosas a la JMJ. El servicio de muchos jóvenes «ha sido excelente, ¡impagable!», dijo el cardenal. «Pero de las jóvenes religiosas, viviendo y compartiendo con sus Hermanas mayores de comunidad horas de oración y adoración en común y labores de todo tipo para que la organización de la JMJ 2011 constituyese todo un éxito litúrgico y pastoral, es todavía de un mayor precio». Además, el arzobispo mencionó «la simpatiquísima iniciativa Coser y cantar, a la que se sumaron muchísimas señoras y jóvenes seglares de toda España», para confeccionar las vestimentas litúrgicas utilizadas en la Jornada.

«¡Puede contar con ellas para el gran e ilusionante empeño de la nueva evangelización de los jóvenes del mundo!», dijo el cardenal, con palabras similares a las que utilizaría el domingo, en Cuatro Vientos para referirse a la disponibilidad a la misión de la juventud del Papa. «A las jóvenes religiosas aquí presentes les sale muy del corazón hacer suya la expresión de santa Catalina de Siena y decirle al Papa: ¡Dulce Cristo en la tierra! Lo piensan y lo hacen sin sentimentalismo alguno, con la reciedumbre de la fe y del amor que mostraba santa Teresa de Jesús a los que son defensores de la Iglesia y predicadores y letrados que la defienden. ¿La defiende alguien más y mejor que el Papa? ¡Nadie!».

Radicalidad evangélica

El mensaje del Papa fue breve. Apenas se necesitaban palabras, porque las miradas lo decían ya todo. Benedicto XVI pidió radicalidad evangélica a estas jóvenes, ya sea desde la vida contemplativa, o en los diversos caminos de vida apostólica. Y les dijo: «Frente al relativismo y la mediocridad, surge la necesidad de esta radicalidad que testimonia la consagración como una pertenencia a Dios sumamente amado».

El Papa les insistió también en la importancia de la fidelidad al propio carisma como camino seguro hacia Dios: «Cada carisma es una palabra evangélica que el Espíritu Santo recuerda a su Iglesia», dijo. Esa fidelidad debe expresarse «en la comunión filial con la Iglesia», con los pastores «y apreciando también los otros carismas». Es esencial «la comunión con vuestra familia religiosa, custodiando su genuino patrimonio espiritual con gratitud», pero también «la comunión con otros miembros de la Iglesia, como los laicos, llamados a testimoniar desde su vocación específica el mismo Evangelio del Señor».

M. M. y R. B.

No está solo, Santidad

«Sabemos, Santidad, que la cruz que Dios ha puesto sobre sus hombros es muy pesada. Queremos decirle que no la lleva solo; cuente con nosotras, que, en el silencio del claustro o en la actividad con que servimos a la Iglesia, le ayudamos con nuestra sencillez y pobreza, y con la fuerza que recibimos de Cristo». Así saludaba al Papa, en nombre de las religiosas la Hermana Belén, Sierva de María. Asentía sor Rocío, de las monjas Justinianas, una orden contemplativa, que desde hace 6 siglos reza de forma muy especial por los sacerdotes y por el Papa. «El encuentro ha sido para nosotras una gran alegría; nunca pensábamos que pudiera suceder algo así», confesaba después. «Cuando ha entrado el Papa, la emoción ha saltado de nuestro corazón, y también las lágrimas de los ojos. Además, nos hemos conocido entre nosotras. Tenemos distintos carismas, pero lo fundamental es lo mismo: entregar nuestra vida a Dios. Lo más importante del discurso del Papa para mí ha sido que estemos siempre unidas, pase lo que pase: ante las dificultades, la falta de vocaciones… El Papa ha querido unirnos y que valoremos lo que somos y lo que tenemos».

Sor María Dolores, Hermanita de los Pobres, cuenta que «ha sido muy emocionante; como ver a un padre que venía a reconfortarnos en nuestra fe y en nuestra vida de entrega al Señor. Nos ha dicho que vayamos a las raíces conforme al Evangelio», y nuestro carisma, «para dar el testimonio que necesita el mundo, sobre todo el de la esponsalidad con Cristo: ser esposa de Cristo de verdad, en serio y todas para Él».