¡Nos vemos en Río!
«Mis jóvenes son vibrantes, vivos, activos, pero necesitan encontrar el camino para llegar al verdadero encuentro con Cristo», señala uno de los obispos que ha acompañado a sus fieles hasta España. Éste es el motivo por el que el Santo Padre ha elegido Brasil como sede para la próxima JMJ: los jóvenes iberoamericanos tienen el corazón preparado, pero necesitan una guía, y, sobre todo, perseverancia y formación. La JMJ en Río marcará un antes y un después en sus vidas. Ellos, ya están anhelantes
Los jóvenes brasileños son dinámicos y vibrantes, pero, en el país más grande de Iberoamérica, también hay sitio «para todos los males: la lejanía de Dios se hace presente en vidas vacías que se llenan con alcohol, con la frivolización de la sexualidad, o las sectas. Hay una perversión de la conciencia del hombre que hace que la vida no valga nada; esto, unido a la pobreza, es la causa de males tremendos. Hay gente tan pobre que ni siquiera encuentra riqueza en el hombre». Así de tajante se mostró la Hermana María, de la Congregación Servidoras del Señor, que trabaja sobre el terreno brasileño, tras conocer la noticia: Benedicto XVI confirmó, el domingo, en Cuatro Vientos, que Río de Janeiro será la sede de la XXVIII Jornada Mundial de la Juventud, en 2013 -un año antes, para que no coincida con el Mundial de Fútbol, en 2014-.
Tras Buenos Aires (1987), la ciudad brasileña será la segunda de América del Sur que albergará una JMJ. Y es que Brasil es el país con más extensión, y también el que cuenta con mayor número de católicos. Según los datos publicados por la Santa Sede, con motivo de la primera Visita de Benedicto XVI a la tierra brasileña -para clausurar la Conferencia General del Episcopado Iberoamericano y del Caribe, celebrada en 2007 en el santuario de Aparecida-, en el país hay 155,63 millones de católicos, un 84,5 % de la población.
La oportunidad de los jóvenes
El arzobispo de Río de Janeiro, Dom -tratamiento utilizado en Brasil en lugar de monseñor- Orani Joâo Tempesta, que viajó hasta España para acompañar a sus jóvenes, explica a Alfa y Omega que «la tradición católica en Iberoamérica, con los cambios culturales acontecidos, a lo largo del último siglo, necesita recobrar las fuerzas», especialmente Brasil, «que necesita volver a las raíces cristianas, porque el laicismo está en todas partes y tenemos muchas dificultades: los jóvenes han perdido los valores». La Visita del Papa supondrá una oportunidad para fortalecer su fe.
El trabajo con los jóvenes ya empezó en la Pastoral Juvenil del país, después de la Conferencia de Aparecida: «Nos dirigimos a trabajar con los jóvenes para formarlos como discípulos misioneros», asegura Dom Tempesta. Fue un cambio radical, según explica Dom Filippo Santoro, de la diócesis de Petrópolis, cercana a Río de Janeiro: «Tras Aparecida, nos centramos en la figura de Cristo para poder mejorar las dificultades sociales de Brasil y no al revés, como se había hecho hasta entonces». Incluso se creó una Comisión episcopal para los Jóvenes, antes integrada en la Comisión de Laicos. «Otra de las tareas fundamentales con los jóvenes brasileños es la formación sistemática», reconoce Dom Santoro; «es una urgencia grande para la JMJ. Nuestros jóvenes tienen una religiosidad natural. Y son vivos, vibrantes, activos. Pero necesitan un encuentro real y efectivo con Cristo, o se pierden en cosas extrañas y esotéricas».
El dinamismo brasileño también lo destacó el padre Federico Lombardi, director de la Oficina de Información de la Santa Sede, durante la rueda de prensa posterior al anuncio de la nueva sede; recalcó la importancia de la Iglesia en Brasil, que capacita al país para organizar un acontecimiento así.
El Papa es carioca
La JMJ ofrecerá belleza a Brasil, la misma que ellos nos han regalado durante su estancia en España. Ritmo, sabor y alegría llenaban las calles cuando los peregrinos brasileños las inundaban con sus bailes y cantos. Pero llamaban la atención, no sólo a la hora de divertirse. «Los que tenían más claro a lo que venían eran los brasileños», cuenta una voluntaria de los Días en las Diócesis, de Toledo. «Cuando había que rezar, eran los primeros en recogerse y postrarse a la oración. Cuando había que reír, reían», añade.
Ya lo dijo Juan Pablo II la primera vez que visitó Río: Si Dios es brasileño, el Papa es carioca, enamorado de esa profunda alegría, que nace de lo más hondo, y no por las circunstancias que les rodean, poco favorables. Hasta Alcorcón llegaron un grupo de 30 jóvenes, desde los barrios más pobres de Río, elegidos por sorteo y financiados gracias a una empresa brasileña y a una asociación católica. Iago, que tiene 18 años y vive en la favela de Olaria, recuerda con emoción cómo «lloré cuando dijeron mi nombre». Samuel, Raphael, Felipe, Iago y María de Fátima, se llevan muchas lecciones aprendidas de Madrid. Una, «que la fe es la casa común». Otra, «el gran trabajo de los voluntarios, su dedicación y sacrificio», explican. De hecho, todos serán voluntarios en la JMJ y animarán a sus amigos a ir: «No podemos dejar que se pierdan la grandeza de conocer al Dios amor».
Gabriella y Matheus son de Brasilia. Con tan sólo 21 y 17 años, respectivamente, tienen muy clara la importancia de la JMJ en su país: «Nos confirmará en la fe, nos concederá la oportunidad de estar próximos a la figura de Pedro y a manifestar a todo el mundo nuestra fe». El gran testimonio de la Jornada en Río de Janeiro será el de «la unidad de la Iglesia, que vence cualquier dificultad», cuentan Gilson Jardene y Glenda: «La JMJ manifiesta la existencia de una juventud que tiene fe y nos muestra una Iglesia joven para una joven Iglesia. Será una experiencia que cambiará nuestra vida. ¡Os esperamos en Río!».