¿Qué hay de nuevo sobre Dios? - Alfa y Omega

¿Qué hay de nuevo sobre Dios?

Dos intelectuales franceses de nuestro tiempo, René Girard y Régis Debray, comparten impresiones acerca de Dios y de su incidencia en la sociedad actual. ¿Hay algo nuevo acerca de Dios? El diálogo, cuyo resumen ofrecemos, fue publicado en la prestigiosa revista Le Figaro Magazine

Redacción
Régis Debray

Después del 11 de septiembre, la cuestión de la incidencia del debate religioso ha resurgido. Hoy, incluso cuando la sociedad occidental se seculariza, los grandes intelectuales cavilan sobre la relación entre el género humano y la trascendencia.

Régis Debray, después de un recorrido político comprometido, se dedica a estudios de Filosofía en Lyon, y ha fundado una nueva ciencia social, la Mediología. Acaba de publicar un ensayo sobre la idea de Dios a través de las diferentes civilizaciones. Se titula: Dios, un itinerario, editado por Odile Jacob.

El antropólogo René Girard, durante mucho tiempo profesor en la Universidad americana de Standford, ha llevado a cabo una relectura del cristianismo con la ayuda de las ciencias humanas.

Hemos reunido a estos dos intelectuales en un diálogo exigente y brillante:

Le Figaro Magazine. Hoy se expresa una reflexión nueva sobre el hecho religioso después de que el pensamiento de la Ilustración, el racionalismo y el materialismo pretendieron vaciar de contenido la religión. ¿A qué se debe esta nueva reflexión?

Régis Debray: El siglo de las luces quizás vació lo religioso como sistema político, pero no lo religioso como tal. Lo que se ha revelado equivocado en el pensamiento de las luces es la esperanza de una secularización completa, la idea de que las diferentes escuelas iban a hacer recular a las Iglesias.

René Girard: En el pensamiento de Marx, lo religioso está explicado por la Sociología, mientras que para mí, lo religioso explica lo social. Querer desembarazarse de lo religioso es un absurdo intelectual y epistemológico, lo cual no quiere decir que no sea necesario analizar la religión en términos sociológicos y antropológicos. Más que asistir a una vuelta de lo religioso, nos encontramos en el camino de sobrepasar las concepciones que consideran la religión como un epifenómeno social.

L. F. M.: ¿Es la vuelta de un rechazo?

R. G.: O quizás la vuelta de algo desconocido. Salimos de una impotencia para comprender lo religioso.

R. D.: Marx era un espíritu profundamente religioso. El capital es una meditación sobre las metamorfosis del dinero, sobre las transformaciones de las mercancías. Su concepción del proletariado que sufre por la redención de la Humanidad, burgueses incluidos, revela una fuerte impronta mesiánica. La expresión vuelta de lo religioso postula que lo religioso se había ido, se había disipado. Nosotros lo encontramos ahora en sus formas originales por una vuelta a los textos de los fundadores, lo que algunos llaman arcaísmo. Un poco sotto voce porque los arcaísmos se nos presentan a menudo por delante y no por detrás de nosotros, así que no se trata de un retorno.

R. G.: Efectivamente, lo implícito de Marx es siempre religioso. Para él —algo sorprendente en un judío—, sólo el cristianismo es una religión universal; su punto de vista de la rehabilitación de las víctimas de una justicia que se hace a las víctimas sólo puede existir y existe en una civilización permeada de cristianismo. Por eso, a un cierto nivel, Marx es radicalmente cristiano, aunque ha ejercido una influencia enorme sobre el hecho de que la sociedad hoy no tiene una forma religiosa. Su vocabulario e instituciones se han separado de lo religioso.

L. F. M.: ¿La idea de un Dios único lleva en sí la paz o la guerra?

R. G.: la idea de Dios está ligada a una historia. Aparece bastante tarde y con muchas caras. Se pueden hablar de dioses arcaicos para las religiones de los primitivos, de dioses paganos; luego, de un Dios único. El paso al monoteísmo sigue siendo misterioso.

R. D.: En el monoteísmo se encuentra la ligazón particular y exclusiva entre una potencia tutelar y un pueblo. Tú serás mi Dios, yo seré tu pueblo. El pasaje No adoraré más que a un solo Dios se efectúa en el contexto de estructuración de una comunidad. ¿Qué es lo que el cristianismo aporta de nuevo? Aporta el mundo, la carne y la imagen. Aporta el mundo a Dios, porque nosotros pasamos de un Dios étnico a un Dios elegido, de un Dios nacional a un Dios universal. El cristianismo aporta la idea de fe, la idea de que el culto no es algo que se recibe de los padres, de los antecesores. Dicho de otro modo, los elegidos están a través de todo el mundo. El cristianismo ha dado un Hijo a Dios Padre. Por la encarnación, el mismo Dios se ha encarnado sobre la tierra, sin perder su trascendencia; se trata, efectivamente, de una revolución, en relación con el mundo griego: el cuerpo no es la tumba, sino el camino de la salvación. Tercer punto fundamental: la vuelta de lo femenino y la vuelta de la imagen. Allí donde no hay imagen, no hay mujer. Hollywood nació en el año 787, en el segundo Concilio de Nicea. El cristianismo es el menos masculino y el menos cerebral de los monoteísmos. A través de la licitud de la imagen ha podido dar lugar al nacimiento de todas las formas sensibles de la comunión y de la plegaria: pintura, escultura, música, arquitectura. El mundo, la carne, la imagen, he ahí las tres grandes innovaciones que nos ponen en deuda a creyentes y a increyentes con respecto al cristianismo.

L. F. M.: Se sea creyente o no, ¿todos los dioses son iguales, todas las religiones valen?

R. G.: Yo respondo categóricamente que no: la tradición judía y cristiana es la tradición fundamental, yo lo creo así. También porque en muchas de sus expresiones, en todos sus ámbitos, es la única religión capaz de desdecirse. Si tomas los evangelios, las cartas de Pablo, ves que el cristianismo aporta siempre elementos de controversia. San Pablo, frente a problemas, reacciona de manera espontánea con acentos de libertad.

R. D.: Los juicios de valor me fastidian siempre. Sin caer en el relativismo, yo pienso en una frase de Levi Strauss: «Ninguna sociedad es absolutamente mala». Alguna sociedad es frontalmente buena. Para el humanista, las cronologías no son las mismas. Yo hubiera preferido ser musulmán en el siglo XI, que cristiano en aquella época, porque un musulmán entonces era capaz de dialogar con el pensamiento griego. Sin embargo, hubiera preferido ser cristiano en el siglo XVI que musulmán bajo el imperio otomano turco. Digamos que me identifico espontáneamente con mi cultura que es cristiana. La asumo, la exploro y trato de entenderla y encuentro en ella personalmente muchas ventajas. Pero no quiero emitir juicios de valor absoluto; aun a riesgo de contradecir a René Girard, sin que pueda parecer que estamos de acuerdo en todo.