André Glucksmann: «Se está perdiendo la conciencia del mal» - Alfa y Omega

André Glucksmann: «Se está perdiendo la conciencia del mal»

Hace poco más de cuatro meses, publicábamos en estas páginas una entrevista con el filósofo André Glucksmann, acerca de la guerra de Irak y sus posibles consecuencias para Europa. En ella decía: «Europa, distraída, parece mirar hacia otra parte. Me recuerda a aquellas personas que, ante un gran peligro, deciden dormir. Es la guerra la que mira hacia aquella civilización, y medita hacerla explotar en mitad de su sueño, a golpes de terrorismo y de bombas humanas». Sus palabras cobran hoy una trágica actualidad; tres días después de los atentados de Madrid, el diario italiano Avvenire publicaba la entrevista que recogemos con el pensador francés

Avvenire

El 11 de septiembre reveló la existencia del terrorismo islámico como la nueva forma del nihilismo. El 11 de marzo, ¿qué ha supuesto, según su opinión; y a quién se ha debido?
Los asesinos materiales, sean de ETA o de Al Qaeda, es competencia de la policía española establecerlo. Lo que encuentro inquietante es que durante algunos días se estuviese pensando acerca de esta doble posibilidad; esto supondría que un terrorismo nacionalista como es el de ETA y un terrorismo de matriz religiosa como es el terrorismo islámico dispondrían de una capacidad, modus operandi, y una ferocidad idénticas, tanto como para hacer posible ambas hipótesis. Esto significa que, quienquiera que haya sido el responsable de los atentados de Madrid, se trataría de una formación sanguinaria, para la que el 11 de marzo supone un verdadero 11S europeo.

Sin embargo, el terrorismo no ha nacido el 11S. ¿Cuál es la novedad?
Cierto; el terrorismo, esto es, la agresión contra civiles indefensos, tiene más de un siglo. El nihilismo —para el que todo está permitido: matar, incendiar, destruir…, cualquier cosa menos hacer tabla rasa— lo recogía ya Dostoyevski en su libro Los demonios, de 1871, pero se trataba de un fenómeno localizado. Hoy, en cambio, asistimos a una planetarización del fenómeno. Abdul Qadeer Khan, el científico paquistaní que realizó las primeras experimentaciones nucleares en su país, ha procurado material nuclear a Corea del Norte. Estamos frente a una internacionalización del terror, que se expande abatiendo fronteras: ésta es la novedad del tercer milenio.

Cualquiera podría replicarle que, si la responsable del atentado de Madrid es ETA, nos encontraríamos con un suceso de proporciones enormes, pero de origen local y matriz nacionalista.
También en este caso, el método utilizado por los terroristas vascos constituiría una novedad con respecto a su actividad anterior. Es imposible no ver, en un atentado que ha causado más de 200 muertos y miles de heridos, la caída de un tabú cultural acerca del uso de la violencia. ETA ya ha matado con anterioridad, pero nunca de este modo, con estas proporciones. Si hubiera sido ETA, significa que en el interior de esta organización todos los códigos de comportamiento han saltado. Significaría que ETA se ha contagiado del nihilismo que impera en el terrorismo islámico. El corazón del terrorismo islámico está, sin más, en el deseo de destrucción, del puro caos. Ésta es, como he dicho, la nueva forma de nihilismo que ha aparecido en la Historia.

¿Pero dónde está la raíz de esta epidemia?
Creo que el origen está en la pérdida de la conciencia del mal, un olvido colectivo del mal. Un dato común a todas las confesiones religiosas ha sido siempre la oración contra el mal, el deseo de mantenerse protegido del mal. Esta situación está cediendo, sobre todo en ciertas áreas geográficas del mundo donde hay guerra; allí crecen generaciones completamente privadas de estos códigos. Una vez pregunté a un adolescente de Grozni: «¿Sabes que no se debe matar?»; y me respondió: «¿Y por qué no?». Yo continué: «¿Sabes que poniendo una bomba en un mercado podrías asesinar a tu madre?». Y, aun así, esta idea le resultaba al muchacho indiferente. Aquel joven ya estaba preparado para hacer cualquier cosa.

Después del 11M, ¿tiene Europa razones para tener miedo?
Desgraciadamente, sí. No es la misma que el 10 de marzo. Es un buen signo, sin embargo, ver aquellos once millones de personas, un pueblo entero de españoles saliendo a la calle, con fuerza y valentía. Una reacción de gente viva, que no se arredra.

También los pacifistas ocupaban las calles de Europa hace unos pocos meses. ¿Qué cabría decir al movimiento pacifista hoy en día?
Habría que preguntarse si no es el momento de realizar un examen de conciencia. Madrid está desgarrada; París está en un nivel de alarma sólo un punto por debajo del máximo, ¿y todavía es posible creer que no tenemos un enemigo, que basta decir: No a la guerra, con una bandera multicolor en la mano, para poder dormir en paz todas la noches?

Marina Corradi / Avvenire