El esclavo negro que cumplió su sueño de ser sacerdote, nuevo beato de Brasil - Alfa y Omega

El esclavo negro que cumplió su sueño de ser sacerdote, nuevo beato de Brasil

Su ama, una mujer que trataba bien a los esclavos, quería que Francisco de Paula fuera sastre. Pero él consiguió romper todos los prejuicios racistas del Brasil esclavista y entrar en el seminario. Este sábado, la ciudad de la que fue párroco durante 53 años, Três Pontas, acogerá su beatificación. Es «un tributo a todos los afrodescendientes que demostraron con la fuerza invencible de la fe que Dios rompe todas las cadenas»

María Martínez López

«Un buen pastor según el corazón de Cristo, humilde heraldo del Evangelio y celoso educador de los jóvenes». Así se ha referido el Papa Francisco al padre Francisco de Paula Victor, que este sábado será beatificado en Três Pontas, en la diócesis brasileña de Campanha. Se trata del primer beato brasileño exesclavo.

Francisco de Paula Victor nació en Campanha, en el estado brasileño de Minas Gerais, en abril de 1827. Era hijo de esclavos africanos y, aunque él mismo lo fue, tuvo mucha suerte. Su ama, Marianna Bárbara Ferreira, era de las pocas personas que trataba a los esclavos de su casa con dignidad. En particular, cogió mucho cariño a Francisco. Terminó siendo su mentora, y le enseñó a leer, escribir, a tocar el piano y a hablar francés.

Este apoyo lo alejó del trabajo en el campo. La señora Ferreira le orientó para que se formara para ser sastre. Pero ya entonces los sueños del joven negro eran otros: quería ser sacerdote. Que consiguiera ingresar en el seminario «fue una decisión extraordinaria y fuera de lo común, a causa de la discriminación social de la época. Pero Francisco, que entonces tenía 22 años, merecía el privilegio. Un compañero suyo del seminario lo describe como un joven con un corazón de oro», ha afirmado en una entrevista a Radio Vaticano el cardenal Amato, que será el enviado del Papa en la celebración. Dos años después de ingresar en el seminario, fue ordenado sacerdote. «Un verdadero milagro, porque había vencido los prejuicios raciales de su tiempo».

Muy querido por la devoción popular

Ejerció el ministerio un año en su ciudad natal, y el resto de su vida, 53 años, en Três Pontas. Allí murió en septiembre de 1905. «Después de su muerte, quedó insepulto durante tres días y el cuerpo exhalaba un aroma, según relatan», ha recordado en una carta el arzobispo de Aparecida, el cardenal Raymundo Damasceno Assis.

Desde entonces, la fama de santidad y la devoción popular ha acompañado su memoria. Como relata el cardenal Damasceno Assis, su memorial en Três Pontas llega a recibir diez mil visitas durante los días de la novena en su honor. Su beatificación ha sido posible después de aprobarse el milagro que recibió por su intercesión Maria Isabel de Figueiredo. Esta profesora no podía quedarse embarazada, pero lo consiguió, en contra de todas las previsiones médicas, un año después de rezar una novena al padre Víctor.

El padre Victor «era muy activo en la catequesis y en la administración de los sacramentos –describía el cardenal Amato– . Introdujo un mes en honor a Nuestra Señora y recorría a caballo las zonas rurales para llevar consuelo espiritual a los más alejados. Entre 1852 y 1905, bautizó a 8.790 recién nacidos hijos de blancos, y a 383 hijos de esclavos. Incentivó la educación de los jóvenes, especialmente de los pobres. Por eso, fundó en su parroquia una escuela gratuita. Daba a los pobres los donativos que recibía».

«Lo confundieron con un porteador»

Pero, de todas sus virtudes, el cardenal Amato subraya «su humildad y simplicidad. Un día el padre Víctor volvía en tren de Campanha a Três Pontas. Fue acogido por el pueblo con una banda de música. En el tren había un general. Pensado que el acontecimiento era por él, el general le pidió al padre Víctor que cargara su maleta, porque lo confundió con un porteador. Con simplicidad el santo sacerdote cargó la maleta del general. Cuando el pueblo vio a su párroco fue a su encuentro con alegría. Entonces el general preguntó quién era aquel hombre. Alguien le respondió: «Es el padre Victor y estamos aquí para acogerlo»».

El testimonio del padre Victor y de la beata Nhá Chica, otra negra beatificada también en la diócesis de Campanha representan, en opinión del cardenal Damasceno Assis, «un tributo a todos los afrodescendientes que viviendo las dificultades propias del tiempo de la esclavitud demostraron con la fuerza invencible de la fe que Dios rompe todas las cadenas. Nhá Chica, la laica fuerte que evangelizó. El padre Victor, el sacerdote negro, que edificó rompiendo el prejuicio por su color y su condición. Dios derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes».