Tiempo y espacio de gracia - Alfa y Omega

Tiempo y espacio de gracia

Manuel Ureña Pastor, arzobispo de Zaragoza

Redacción

Dentro de pocos días, del 16 al 21 del presente mes de agosto, celebraremos en Madrid, en esta magnífica Città aperta, que es la capital de España, un acontecimiento religioso y cristiano de alcance universal: la XXVI Jornada Mundial de la Juventud, conocida entre nosotros por las siglas JMJ y designada internacionalmente por las iniciales inglesas WYD (World Youth Day). Jóvenes procedentes de todo el mundo, de los cinco continentes, están llegando por medios diversos a la Península Ibérica desde hace ya días. Éstos, tras haber descansado un poco en las zonas costeras o en las regiones de geografía herciniana y alpina, están ya prontos para bajar o para subir en peregrinación a la Meseta castellana y dirigirse a Madrid.

Durante 6 días, Madrid, lo mismo que Sídney en 2008, Colonia en 2005 y Toronto en 2002, va a vivir un tiempo de gracia. Sí, un tiempo de gracia, porque en esta gran ciudad europea se reunirán, presididos por Su Santidad el Papa Benedicto XVI, más de un millón de jóvenes, para encontrarse con Cristo por medio de la escucha de la Palabra de Dios, del acceso al sacramento de la Reconciliación y de la participación en la Eucaristía; para vivir la fe en la gran comunión de la Iglesia, cuyo signo y fundamento visible es el Papa; y dar testimonio abierto de aquélla ante nuestros hermanos, los hombres.

Sin duda, este encuentro con el Señor, presidido y dirigido por su Vicario en la tierra, producirá frutos abundantes, entre los que siempre descuellan la conversión de no pocos jóvenes a Cristo, y el descubrimiento que se obra en muchos de su vocación al sacerdocio ministerial, a la vida consagrada o a la existencia seglar, ésta última santamente vivida en el matrimonio o en la secularidad virgen, en los distintos oficios y profesiones civiles legítimas.

Una JMJ arranca y se desarrolla siempre a partir de un lema que define la temática en torno a la cual va a girar. Pues bien, si la JMJ ordinaria de 2010 versó sobre el pasaje evangélico del encuentro de Jesús con el joven rico: Maestro bueno, ¿qué habré de hacer para ganar la vida eterna? (Mc 10, 7), la World Youth Day, sensu stricto, de 2011 parte del tema enunciado por Pablo, en Col 2, 7: Arraigados y edificados en Cristo, firmes en la fe. ¡Magnífico lema! Sin duda, no habría cabido otro mejor. El lema tiene como trasfondo la gran crisis de identidad que sufre el hombre de nuestros días. Pues el hombre que, por su propia naturaleza, está orientado a priori hacia un fin, y hacia un fin trascendente, que es Dios, trata hoy desesperadamente, siguiendo la triste historia de la teoría del malparado Nietzche, de desprenderse y como de desembarazarse de su naturaleza verdadera, falsamente entendida como lastre insoportable, y de autoconcebirse como una libertad presuntamente pura, llamada a autodeterminarse y a autocrearse sin atender a ningún diseño fruto de verdad objetiva alguna. De este modo, el hombre, que es en sí un uni-versus, se torna un multi-versus. Y el mismo mundo, que es también y primariamente un uni-versus y, por tanto, un kosmos ordenado y bello, se convierte en un multi-versus sin dirección, norte ni rumbo; se torna, en suma, algo absurdo, un monstruo carente de racionalidad objetiva y ayuno de teleología.

Pues bien, el tema propuesto por el Papa Benedicto XVI para la ya inminente XXVI JMJ es la fe como base de la solidez de la persona. Este tema está inspirado en el texto de la Carta de Pablo a los fieles de Colosas ya antes citado: Arraigados y edificados en Cristo, firmes en la fe, y constituye la mayor andanada posible contra las tres mentiras que la cultura postmoderna cuenta hoy repetidamente a los jóvenes, y con las que ella intenta ganarlos para su causa: 1) Que el hombre no tiene naturaleza ni, por tanto, identidad alguna en sí; 2) Que el hombre consiste en ser pura libertad, una libertad sin referente objetivo alguno y, por tanto, un libre albedrío sin norte, sur, este ni oeste; 3) Y que el hombre, que es nada, nada y bracea en el mar de la nada, y se mueve a la deriva siempre en dirección a la nada.

Sin la fuerza de las armas, sin el background temible de los poderes políticos, económicos, sindicales y culturales, y con la sola autoridad de la razón y del Evangelio, el Papa Benedicto XVI viene a Madrid a proclamarnos a todos, especialmente a los jóvenes, que el hombre es un ser personal de naturaleza psicosomática, vocado entitativamente a la búsqueda de la verdad; que la libertad, maravilloso atributo derivado de la condición espiritual del hombre, tiene, como referente objetivo necesario, la verdad; y que la grandeza del hombre, esa grandeza que da a éste densidad y solidez, es la esperanza bien fundada de que, arraigados y edificados en la verdad, por nuestra fe recia en Cristo, Camino, Verdad y Vida del mundo, avanzaremos hacia Dios, nuestra meta última y definitiva.

¡Sed bienvenido, Santo Padre! España, ya cansada y harta de la dictadura del relativismo, siempre falsa y nihilista, necesita, como agua de mayo, de Vuestra voz fresca, de Vuestra palabra valiente, que anuncia la Verdad, siempre grávida de la justicia y de la paz.