Familias con el sello de la JMJ - Alfa y Omega

Familias con el sello de la JMJ

Las JMJ son una llamada a la santidad en todos los estados de vida. Por eso, no es de extrañar que, de ellas, no sólo surjan vocaciones consagradas, sino también al matrimonio. Y no sólo una llamada abstracta, o en teoría: las Jornadas han propiciado muchos encuentros que, antes o después, han acabado en boda. La intensidad con la que se viven esos días, ayuda; pero no lo es todo, ni lo esencial. Además, conocer al futuro esposo, o a la futura esposa, en una Jornada no es la única forma en la que una JMJ puede marcar a una joven familia

Redacción

Inmaculada y Salvatore

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Inmaculada Álvarez y su marido Salvatore participarán en la JMJ de Madrid con los mayores de sus seis hijos. «Será una ocasión muy especial que vivir con ellos, para transmitirles nuestra fe de forma tangible, visible, pues las JMJ son parte de nuestra vida para siempre, también para ellos». Los grupos de sus respectivas parroquias, ambos del Camino Neocatecumenal, se conocieron en la Vigilia de la JMJ de Czestochowa. «Entre españoles e italianos no es difícil entenderse». Algunos chicos de ambos grupos siguieron en contacto, y volvieron a coincidir en Denver. Allí, Inmaculada y Salvatore se plantearon el noviazgo en serio. «Todo nos separaba (idioma, distancia). Pero en lo fundamental, en Cristo, en la fe, en la forma de ver la vida, etc., nos sentíamos profundamente unidos. Atravesamos muchas dificultades (no había Internet, ni vuelos baratos, y nos veíamos sólo en vacaciones), pero si hoy estamos felizmente casados, después de 14 años, es porque la experiencia de las JMJ marcó fuertemente nuestra juventud. Nuestra experiencia existencial de Dios pasa por la vocación a la que nos sentimos llamados en ellas, que nos hizo capaces de un generoso».

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Pilar y Daniel

«Vivíamos a cinco kilómetros, pero nos conocimos en Nueva York», camino de la JMJ de Toronto. Daniel, con 18 años, y Pilar, con 16, peregrinaban con la parroquia de Santa María de Caná, de Pozuelo (Madrid). A Daniel, por ejemplo, le llamó la atención «su sonrisa permanente, a pesar de que estos viajes son bastante cansados». Su noviazgo comenzó ya en Toronto, en un barco por la bahía. «Son días de unas vivencias muy fuertes, y nunca sabes cómo van a acabar. Al volver, Pilar se fue de vacaciones un mes entero. Yo era bastante loco, pero me dije que, si el Señor quería que fuera así, íbamos a mantenernos fieles. Pasó un mes, dos…» y, en junio pasado, se casaron. Su visión de la familia cristiana que quieren formar pasa por el compromiso con la Iglesia y, por eso, casi recién llegados a su nuevo hogar en Illescas (Toledo), no han tardado en ponerse a disposición del párroco.

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Amelia y Andreas

Amelia llegó a Weiterstadt con más jóvenes de la Familia de Santa María para participar en los Días en las Diócesis previos a la JMJ de Colonia. Allí, se alojó en casa de Andreas, uno de los voluntarios de la parroquia. Aunque no vivieron la JMJ juntos, la amistad que había nacido esos días continuó tras la Jornada, con correos electrónicos «cada vez más frecuentes y largos». Tres meses después eran novios. Ya no eran adolescentes (ella tenía 27 y él 32), y fue todo bastante rápido. «Íbamos al grano, porque las cosas importantes las hablamos desde el principio. Los dos queríamos formar una familia cristiana. En verano de 2006, me fui a Alemania a buscar trabajo. No lo encontré, me surgió uno aquí y decidimos que Andreas viniera a España». Se casaron un año después, y ahora tienen dos niñas. «Recordar cómo nos conocimos nos hace ver dónde está anclada nuestra relación».

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Amelia y Andreas

Amelia llegó a Weiterstadt con más jóvenes de la Familia de Santa María para participar en los Días en las Diócesis previos a la JMJ de Colonia. Allí, se alojó en casa de Andreas, uno de los voluntarios de la parroquia. Aunque no vivieron la JMJ juntos, la amistad que había nacido esos días continuó tras la Jornada, con correos electrónicos «cada vez más frecuentes y largos». Tres meses después eran novios. Ya no eran adolescentes (ella tenía 27 y él 32), y fue todo bastante rápido. «Íbamos al grano, porque las cosas importantes las hablamos desde el principio. Los dos queríamos formar una familia cristiana. En verano de 2006, me fui a Alemania a buscar trabajo. No lo encontré, me surgió uno aquí y decidimos que Andreas viniera a España». Se casaron un año después, y ahora tienen dos niñas. «Recordar cómo nos conocimos nos hace ver dónde está anclada nuestra relación».