Justino y la fábrica de maniquíes - Alfa y Omega

Justino y la fábrica de maniquíes

Isidro Catela
Justino, el protagonista del anuncio de Navidad de la Lotería
Justino, el protagonista del anuncio de Navidad de la Lotería. Foto: Apuestas y Loterías del Estado.

Ya sabemos que la verdadera preparación de la Navidad comienza con el Adviento, pero como televisivamente hablando es demasiado pedirles a casi todas las cadenas que nos acompañen en la espera y en la esperanza, hace tiempo que los festejos precipitados nos llegan a la pantalla con el sonido de un anuncio publicitario.

Todos (hasta los que no creemos que la vida sea una tómbola) tenemos en la retina al famoso calvo soplando bolas o a Raphael y a Montserrat Caballé, que no hicieron fortuna. Sin embargo, desde el año pasado las cosas del juego ya no son lo que eran, los creativos dieron con la tecla y Antonio y Manuel se colaron en nuestras vidas. Aprendimos que un café, cuando lleva un premio gordo incluido, cuesta 21 euros. Esta vez, de nuevo hay premio. No será de total factura española o será, en el fondo, una versión de lo que ya vimos, pero Lotería y Apuestas del Estado ha entendido que esto va de tocar la fibra, que no somos algo sino alguien y que nos encanta que nos traten como a personas inteligentes y no solo como a consumidores a los que de manera grosera se les vende la chica y el coche en el mismo pack. Ha llegado la emoción para quedarse, un anuncio de la Lotería que atrapa porque sabe contarnos una historia humana y convencernos de que lo mejor, además de comprarlo, es compartirlo. Por si fuera poco, han diseñado una inteligente campaña de comunicación para compartir el décimo y, sobre todo, compartir la historia en www.fabricademaniquies.es. Recuerda mucho en el fondo y en la forma a Up, aquella deliciosa película de Pixar del anciano, el niño y la casa voladora. También con historia animada, aquí el protagonista es Justino, un vigilante nocturno que trabaja en una fábrica de maniquíes y que, oh casualidad, se olvida de comprar el décimo. Está pensado para tocar el corazoncito del que lo vea y para sacar lo mejor del ser humano. Es que así dan ganas de comprar un décimo y, sobre todo, de no levantarse al baño cuando empiezan los anuncios.