Sin miedo a llamarse cristianos - Alfa y Omega

Sin miedo a llamarse cristianos

Redacción
Momento en el que Benedicto XVI anunció al concluir la JMJ de Sydney, que la JMJ de 2011 sería en Madrid

La XXIII Jornada Mundial de la Juventud tuvo lugar hace tres años en Sídney, la ciudad más grande de Australia. Fue el capitán español Pedro Fernández de Quirós quien avistó por primera vez ese continente, al que bautizó con el nombre de Australia del Espíritu Santo, en homenaje a la Casa de Austria. Así lo refirió en el memorial enviado, en 1606, al rey de España. En 1846 los benedictinos españoles José Benedicto Serra y Rosendo Salvado, del monasterio de San Martín Pinario, fundaron la misión de Nueva Nursia, en la que realizaron una memorable labor apostólica entre los aborígenes australianos.

Cuando, el 20 de julio de 2008, después del rezo del ángelus en el hipódromo de Randwick, Benedicto XVI anunció que Madrid sería la sede de la XXVI Jornada Mundial de la Juventud y que allí los esperaba en 2011, fue como si invitase a los jóvenes a venir a nuestro país, para nutrirse del hálito que impulsó a los misioneros españoles a llevar la luz del Evangelio, no sólo a aquellos territorios, sino también a otros lugares del planeta. Y es que los jóvenes han de ser, en efecto, apóstoles del siglo XXI.

Juan Pablo II les había indicado cuál es el camino para devenir testigo del Evangelio: desechar los miedos y abrir las puertas a Cristo. Y en la homilía pronunciada durante la ceremonia de beatificación del Papa Wojtyla, Benedicto XVI, al referirse a esas palabras históricas de su antecesor, las vinculó al espíritu del Concilio Vaticano II, del que ambos Pontífices se han declarado fieles seguidores.

Es de esperar, pues, que los jóvenes que participen en la Jornada Mundial de Madrid, pertrechados con la palabra del Evangelio, las enseñanzas del Concilio Vaticano II y el magisterio del Papa y de los obispos, regresen contentos y sin miedos a los lugares en que habitualmente residen. Sin miedo a llamarse cristianos, a decir que pertenecen a la Iglesia y a hablar de Jesucristo a otros jóvenes. Y contentos, porque a ellos les corresponde ser apóstoles de Cristo en el siglo XXI.