«Taizé es como un hospital para mi alma» - Alfa y Omega

«Taizé es como un hospital para mi alma»

Karolina conoció Taizé en Polonia gracias a su profesora de religión. Poco después pudo visitar la comunidad. Tenía entonces 17 años «y no sabía prácticamente nada sobre el ecumenismo». De aquella primera visita le gustó «la idea de compartir la fe con la gente de diferentes confesiones o incluso de otras religiones». Ahora, los últimos cuatro meses ha estado en Valencia preparando el Encuentro Europeo de Jóvenes. El 1 de enero reemprendió el camino de vuelta a casa. Aquí ha dejado sembrada la semilla de paz y comunión propia del espíritu de Taizé

Redacción
Karolina, de azul, posa junto a dos amigos

Karolina Chruszcz se ha pasado los cuatro últimos meses en Valencia preparando el Encuentro Europeo de Taizé en Valencia, que se ha celebrado entre el 28 de diciembre y el 1 de enero de 2016 y que ha congregado a unos 30.000 jóvenes de diferentes confesiones religiosas que han rezado juntos por la paz.

Pero la capital del Turia no es ni su lugar de origen ni su residencia habitual. Karolina es de Polonia y allí, según cuenta a Alfa y Omega, hay «muchos jóvenes que van a la iglesia, pertenecen a algún grupo o simplemente creen en Dios». Y aunque reconoce que también hay «bastantes jóvenes que son ateos», para la sociedad en general «no es raro ver a los chicos en Misa el domingo y las Iglesias llenas». De hecho hay «muchas vocaciones sacerdotales. En mi parroquia, por ejemplo, tenemos seis sacerdotes».

«No sabía prácticamente nada sobre el ecumenismo»

Chruszcz conoció Taizé en 2008 cuando la religiosa que le daba clases de religión en el instituto le habló sobre la comunidad ecuménica. «Me interesó mucho su testimonio y quería conocer ese lugar», explica. Lo pudo hacer ese mismo verano junto a varias chicas y a la religiosa. A partir de aquel momento «intenté volver casi cada verano y participé en todos los encuentros europeos», asegura.

Cuando Karolina fue por primera vez a Taizé tenía 17 años «y no sabía prácticamente nada sobre el ecumenismo», confiesa. «Pero me gustó mucho la idea de compartir la fe con la gente de diferentes confesiones o incluso de otras religiones», añade.

De aquella primera visita, le impresionó «la unidad de la gente. Ver que a pesar de todas las diferencias podemos convivir juntos. Creemos en el mismo Dios y es muy bonito compartirlo con gente de distintas confesiones». Esta experiencia también ayudó a Karolina a «acercarme a Dios, ver las cosas de una manera diferente, reflexionar sobre la vida, formar mi carácter, abrirme, confiar y dejar de tener miedos».

Alto en el camino

Tras la primera visita vinieron muchos otras y Taizé se convirtió en algo importante en la vida de Karolina. Pero en el día a día «podemos encontrarnos con muchos obstáculos que nos pueden alejar un poco de Dios y de la Iglesia. Y yo, con la vida que llevaba, no tenía mucho tiempo libre».

Karolina decidió hacer una parada en el camino y quiso conocer más a fondo el espíritu de la comunidad. Decidió pasar una temporada más larga con los hermanos de Taizé. Fue entonces cuando experimentó que «estar cerca de Dios me da mucha alegría y tenía ayuda para superar todas las dificultades de mi vida», asegura. «Taizé es como un hospital para mi alma. Me enseñó a rezar, sentir la presencia de Dios, pero también sobre todo a confiar y estar en paz».

Como parte de su mayor compromiso con la comunidad, Karolina llegó en septiembre a Valencia junto con otros voluntarios y alguno de los hermanos para preparar el Encuentro Europeo. El 1 de enero reemprendió el camino de vuelta a casa. Aquí ha dejado sembrada la semilla de paz y comunión del espíritu de Taizé.

José Calderero @jcalderero / María Martínez