Dios es amor concreto - Alfa y Omega

Dios es amor concreto

La misericordia es algo más que esa regla de oro de no hacer a los otros lo que nos gustaría que nos hicieran. Se trata, más bien, de poner el amor a actuar en positivo, esto es, hacer el bien, hacerse prójimo, sobre todo de quien más lo necesita

Fernando Prado Ayuso
Publicaciones Claretianas

El Papa ha dicho en innumerables ocasiones que la misericordia de Dios no es una idea abstracta. Lo decimos también nosotros, incluso en nuestras más populares expresiones: «Obras son amores…», o «no es lo mismo predicar que dar trigo».

Francisco ha dicho en sus homilías que Dios no es un «espray», y que no se aman las ideas, sino las personas. En efecto, escribía en la bula Misericordiae Vultus (MV), al convocar el Año Santo de la Misericordia, el amor de Dios es un amor concreto, «como el amor de un padre o una madre que se conmueven en lo más profundo de sus entrañas por el propio hijo». El amor y la misericordia, que nacen de la compasión, tienden a proyectarse en obras, gestos y signos concretos. Resuena la voz del maestro en el Evangelio: «¿Cuándo te vimos…? […]. Cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis pequeños…» (cf. Mt 25).

Es algo más que esa regla de oro que anida en todo corazón humano, que nos lleva a no tratar a los demás como no queremos ser tratados nosotros, o a no hacer a los demás lo que no nos gustaría que nos hicieran. Se trata, más bien, de poner el amor a actuar en positivo, dando una nueva visión a esa regla dorada, como lo hizo Jesús: ya no es un no hacer el mal a nadie –lo cual no sería desdeñable–, sino de un hacer a los otros lo que nos gustaría que nos hicieran; esto es, hacer el bien, hacerse prójimo, sobre todo de quien más lo necesita.

La tradición de la Iglesia formuló el mensaje evangélico en las conocidas obras de misericordia. El Catecismo de la Iglesia Católica, dentro de una sección que se titula El amor a los pobres, las recoge en su versión clásica. Estarían, por un lado, las corporales: visitar a los enfermos, dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, acoger al forastero, vestir al desnudo, redimir al cautivo y enterrar a los muertos. Y, por otro lado, las espirituales: enseñar al que no sabe, dar consejo a quien lo necesite, corregir al que yerra, perdonar las injurias, consolar al triste, sufrir con paciencia los defectos de los demás y rogar a Dios por vivos y difuntos, pues el amor concreto al prójimo «no puede limitarse simplemente a las exigencias materiales, sino que es capaz de entrar en el alma, donde a menudo la necesidad de ayuda es más apremiante», como ha explicado Rino Fisichella, presidente del Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización.

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Vivir como discípulos suyos

Aunque quizá la formulación de algunas de ellas haya de ser adaptada a las circunstancias actuales, lo importante es hacia dónde apuntan. En ellas se muestra de manera concreta y tangible nuestro amor al prójimo. De ahí que el Papa Francisco haya dicho con claridad en la bula de convocatoria del Jubileo que «la predicación de Jesús nos presenta estas obras de misericordia para que podamos darnos cuenta si vivimos o no como discípulos suyos».

Sí. El Papa Francisco quiere que reflexionemos sobre las obras de misericordia corporales y espirituales y las pongamos en práctica. Hacerlo será un modo para «despertar nuestra conciencia, muchas veces aletargada ante el drama de la pobreza y para entrar todavía más en el corazón del Evangelio, donde los pobres son los privilegiados de la misericordia divina».

A este fin colabora la nueva colección de textos breves que presenta la editorial católica Publicaciones Claretianas bajo el título Obras de misericordia. Catorce especialistas conocidos, entre los que hay dos conocidos obispos (Víctor Manuel Fernández y Juan María Uriarte), el rector de la Universidad Pontificia de Comillas, Julio L. Martínez, y varias personalidades y expertos, como el religioso camilo José Carlos Bermejo; el capellán del tanatorio de la M-30, Jesús García, o el padre Ángel García, fundador de Mensajeros de la Paz y párroco de la iglesia de San Antón, en Madrid, donde se presentará esta colección el 20 de enero a las 19:30 horas.

Conocer en profundidad las obras de misericordia nos llevará a tener un elemento mejor de juicio y discernimiento, pues «no podemos escapar a las palabras del Señor y con base a ellas seremos juzgados. […] No olvidemos las palabras de san Juan de la Cruz: al atardecer de la vida, nos examinarán del amor» (MV 15).

Francisco no solo nos invita a redescubrir la riqueza contenida en las obras de misericordia, sino que nos ha propuesto incluso ganar así la indulgencia «cada vez que un fiel viva personalmente una o más de estas obras».

El autor es profesor de Teología en el ITVR de Madrid, editor de la colección Obras de Misericordia y autor del libro Diez cosas que el papa Francisco te propone en el Año de la Misericordia (Publicaciones Claretianas)