Bendecido para bendecir - Alfa y Omega

Bendecido para bendecir

Teresa Gutiérrez de Cabiedes
El nuevo obispo de Vitoria. Foto: Jean-Pierre Rousset/www.compostela-images.com

En la reforma de la Iglesia que se le encomendó al Papa Francisco existen líneas maestras claras. Una de ellas reza: «Necesitamos pastores con olor a oveja». Quizás por eso, para los aficionados a las quinielas eclesiales ha sido una «sorpresa no sorprendente» el nombramiento del sacerdote navarro Juan Carlos Elizalde Espinal como nuevo obispo de Vitoria.

Es joven, no figuraba en los oráculos de obispables. Cierto que ocupaba un cargo de vicario episcopal, pero también varias misiones en periferias poco sonadas. Y, sin embargo, cualquiera que le conozca (o haya leído sus mensajes al ser nombrado) percibe que es un pastor con olor a oveja.

Este sacerdote es oriundo de un pueblo pirenaico en el valle navarro de Erro, lo que le ha dejado una huella indeleble de nobleza, marca proverbial en esos pueblos sencillos en los que, nunca mejor dicho, se fraguaban auténticos pastores. Su vocación sacerdotal surgió naturalmente. De niño vivió junto a un párroco ungido y la siembra de aquel cura bueno le contagió. El joven inquieto, lleno de interrogantes sobre el ser humano, estudió Filosofía en la Universidad de Navarra. Después, acompañado por la espiritualidad de los Cruzados de Santa María, se sumergió en la Teología, primero en Burgos y después en Comillas. Basta escuchar una homilía suya para beneficiarse de la fecundidad de este itinerario. Penetrar desde la fe la hondura del hombre es su especialidad, siempre con una mezcla de hambre de Dios, sentido del humor y búsqueda insaciable de respuestas en la multisecular tradición brindada por la Iglesia.

Dicen que los que trabajan con jóvenes conservan el alma lozana. Pero es cierto también que para conectar con la juventud hace falta exponerse a una permanente renovación espiritual. Muchas horas de adoración eucarística y de confesionario y acompañamiento espiritual han ido reavivando la piel del alma de este sacerdote. Elizalde ha permanecido siempre volcado hacia los jóvenes y rodeado de ellos, dirigiendo una residencia universitaria o provocando el aprendizaje de teología en la universidad pública, orquestando peregrinaciones a Tierra Santa o mimando incontables tandas de ejercicios espirituales, celebrando solemnemente la Eucaristía dominical o acompañando discretamente a la puerta del convento (o del seminario) y a las escaleras del altar a muchos de los que crecían en la fe a su lado.

Aunque algunos bromean al hablar de él como un «cura tapa-agujeros», lo cierto es que ha aprovechado las misiones (variadas y simultáneas) que le encomendaba la diócesis para integrar a jóvenes y matrimonios en su ministerio. Especialmente, la montaña es una pasión que ha compartido con hermanos sacerdotes, consagrados, jóvenes y familias, aprovechando para recibir y sembrar formación y espiritualidad durante festivos y veranos.

En su último tramo de servicio pastoral en la diócesis de Pamplona-Tudela, junto al cargo de vicario episcopal, fue nombrado canónigo y prior de la colegiata de Roncesvalles. Este lugar emblemático, en el que arranca el Camino de Santiago en España, se convirtió así en tierra donde pastorear peregrinos. La puerta por la que pasan a diario cientos de personas convierte el enclave en una auténtica Babel. Y es allí donde se hace más evidente que cuando una sonrisa inagotable brota del rostro del pastor, no hay idioma que se resista para una comunicación espiritual profunda.

Las Eucaristías de jóvenes del nuevo obispo terminan siempre con un empujón espiritual. Proclamado con gozo el kerigma, subraya muy brevemente algún matiz sabroso que regala la palabra de Dios, sonríe con cariño y les envía: «Que, bendecidos, seamos bendición. ¡Podéis ir en paz!».

Dios no desoye ninguna súplica. Pero menos aún la del pastor que quiere contagiar al mundo el Amor de Dios a través de sus ovejas. Dios bendiga a este nuevo obispo. Y contagie a muchos para que puedan, con él, ser bendición.

«No sé ser obispo, así que ya me ayudaréis»

«Ya sabéis mi nombre. Tengo 55 años y desde hace 28 soy sacerdote. Soy de Mezkiritz, un pueblo pequeño de la montaña de Navarra, y el mayor de cinco hermanos. Los últimos años he servido a mi diócesis de Pamplona-Tudela como vicario episcopal de Pamplona y prior de Roncesvalles siendo párroco de nueve pueblos pequeños cercanos al mío y a la colegiata de Roncesvalles. Toda mi vida sacerdotal ha estado vinculada al mundo estudiantil universitario y los últimos 17 años a la Universidad Pública de Navarra en concreto».

Así se presentaba el viernes a los fieles de Vitoria su nuevo obispo, Juan Carlos Elizalde. El Papa acaba de aceptar la renuncia de monseñor Miguel José Asurmendi, que cumplió la preceptiva edad de jubilación, los 75 años, el pasado 6 de marzo.

Será el primer relevo episcopal en la capital vasca en 20 años, a la que Asurmendi llegó en 1995 enviado por Juan Pablo II, el mismo Papa que, cinco años atrás, le había nombrado obispo de Tarazona.

Su sucesor reconoce abiertamente su inexperiencia. «No sé ser obispo, así que ya me ayudaréis», confiesa con humildad en su mensaje de saludo. «Nunca he tenido una conciencia tan grande de la desproporción entre mis posibilidades y la misión que el Señor y la Iglesia me encomiendan. He predicado muchas veces que Dios no elige a los capaces sino que hace capaces a los que elige. Pero en esta ocasión tendrá que ser a base de vuestra ayuda, consejo y oración».

En cuanto a sus intenciones, Elizalde aclara que le gustaría, «como lo está haciendo don Miguel durante 20 años, acompañar a todas las comunidades cristianas a seguir saliendo hacia las periferias que nos señala el Papa Francisco: los más pobres, la gente golpeada por la violencia, la increencia deshumanizadora y la desunión entre nosotros. Y todo ello desde la alegría contagiosa del Evangelio».

También se reconoce «deudor de la herencia espiritual de san Ignacio de Loyola y de la escuela de espiritualidad sacerdotal de la diócesis de Vitoria», y se declara abierto a recibir «sugerencias, consejos y aportaciones» de todos en las nueva diócesis.

R. B.