Del asistencialismo a la integración - Alfa y Omega

Del asistencialismo a la integración

En su mensaje para la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado, el Papa pide acogerlos como «personas que pueden contribuir al bienestar y al progreso de todos». En algunas parroquias esto es desde hace tiempo una realidad

Cristina Sánchez Aguilar
Foto: Parroquia San Pablo Vallecas.

Sendero Luminoso mató en 1992 a María Elena Moyano, la madre coraje, una conocida activista social peruana que luchaba por los derechos de las mujeres y condenaba las actividades del grupo terrorista. «La revolución no es muerte ni imposición, ni sometimiento, ni fanatismo…», diría en un discurso vecinal días antes de su muerte. No solo fue asesinada, sino también descuartizada, como advertencia a sus seguidores. María Elena murió dejando solos a dos niños, de 10 y 8 años, y a su marido, Gustavo. Días después, los tres huyeron de Perú y llegaron a España, donde consiguieron el estatus de refugiados. «Cuando llegamos a Madrid, apenas había inmigración», recuerda Gustavo. «Encontramos una parroquia en Vallecas, la de San Pablo, y mis hijos y yo empezamos a ir a Misa. Buscábamos refugio y consuelo, y allí lo encontramos». El peruano pasó muchos años siendo la persona de referencia para los inmigrantes económicos que llegaban al barrio de Vallecas. «Cuando llegó el boom de la inmigración empecé a alojar en mi casa a los inmigrantes que llegaban sin papeles y sin un lugar donde dormir».

Gustavo lleva 24 años en la parroquia de San Pablo. Es miembro del Consejo Pastoral y forma parte del grupo de Pastoral Obrera, que se reúne dos veces al mes para rezar y ayudar a otros miembros de la comunidad. También acude los jueves a repartir alimentos a un programa de acogida para personas sin recursos que ha puesto en marcha la parroquia. «En este grupo, la mitad somos inmigrantes y la otra mitad españoles. Trabajamos juntos para ayudar a los vecinos».

Al grupo de los jueves también acude Byron, ecuatoriano que lleva dos años en la parroquia. «Es una forma de ayudar a los demás, y de estar presente en la vida de la parroquia. Lo conoció primero mi mujer, y luego me arrastró a mí», reconoce. Pedro Requeno, párroco de San Pablo, aprovecha esta primera acogida para enganchar a los participantes en el resto de actividades de la parroquia.

Bajan la media de edad

La edad media de los fieles de la parroquia de San Pablo «ha bajado gracias a los inmigrantes», afirma el párroco. «Somos una parroquia muy pequeña –aunque fue la madre de 15 parroquias que se desmembraron en los años 60–, y los vecinos siempre han sido muy mayores». Todo cambió en 1999. «Empezaron a llegar muchísimas personas de fuera de España, sobre todo latinoamericanas, que tomaron la parroquia como referencia tanto para recibir ayuda en una primera aproximación, como para formar parte activa en segundo término». Muchos de los inmigrantes que llegaron continúan en la parroquia. Solo hay que consultar las cifras de los bautizos del último año: «Un 50 % son hijos de españoles y un 50 % son hijos de inmigrantes. Lo mismo ocurre con la catequesis». Lo que sí marca la diferencia es el grupo de jóvenes, formado por inmigrantes casi al 100 %.

Una mujer polaca celebra la Jornada de Migraciones el año pasado junto con fieles españoles. Foto: ‘Alfa y Omega’.

La clave del éxito ha sido «verlos siempre como otros fieles de la parroquia, no como personas necesitadas», afirma Pedro. Aunque, eso sí, «teniendo siempre en cuenta sus necesidades más específicas. Por eso organizamos el grupo de acogida de los jueves y otro encuentro una vez al mes, abierto a todos los que pasan por aquí, que tiene como objetivo ser un espacio para compartir sus preocupaciones: la cuestión de los papeles, la educación de los hijos, la reagrupación familiar…».

La pregunta incómoda es si toda esa integración está tan bien aceptada por los españoles como por los inmigrantes. «A veces hay resistencias, sobre todo por parte de los españoles. Pero como llevamos casi 20 años todos juntos, ya se van habituando». La cuestión es que «los latinoamericanos, sobre todo, tienen otra forma de vivir las celebraciones. Por ejemplo, a la Misa del gallo del día 25 bajaron 80 personas. De ellas, solo nueve eran españolas. Así que los latinos trajeron varias figuras del Niño Jesús –una tradición de los países hispanoamericanos–, las pusieron al pie del altar y celebramos la Misa integrando estilos».

Católicos de Europa del Este

Johana llegó a España hace 20 años, y nada más pisar la capital buscó «una parroquia para ir a Misa, como hacía en Polonia». La comunidad polaca en la capital es muy numerosa; de hecho, hay una capellanía, dirigida por el padre Mirek, que acompaña a los católicos polacos en su itinerario de fe. Después de dar tumbos por varias parroquias, Johana llegó a San Valentín y San Casimiro, cerca de Vicálvaro. «Allí empecé a darme a conocer al párroco, a los catequistas… poco a poco fueron confiando en mí y ahora estoy en el Consejo Parroquial, doy catequesis a los niños, organizo la fiesta de la parroquia y el rezo del rosario, participo en las procesiones… ¡Hago todo lo que se puede hacer!». También como inmigrante conoce bien el sentir de quien deja su hogar, así que Johana se vuelca especialmente en tratar con los que llegan de fuera. «Recogimos juguetes para los niños en Navidad, y estamos pendientes de todo lo que necesiten». En la parroquia, a la que acuden muchos polacos, «hay también Misa en nuestro idioma un día a la semana. Pero eso no quita para que vayamos a la de la parroquia, con todo el mundo. Lo mejor es cuando estamos juntos».

Lo confirma Yuriy, presidente de una asociación ucraniana y colaborador del padre Iván en la capellanía que asiste a los ucranianos en la parroquia del Buen Suceso. Aunque reconoce «que todavía queda mucho por hacer. Por ejemplo, nuestros jóvenes todavía no están del todo integrados en la vida parroquial, que tiene muchísima actividad juvenil. El problema es que los ucranianos viven lejos, y suelen venir a la Misa en nuestro idioma. Tenemos que dar el paso de compartir aún más».