Javier Martínez, mi amigo - Alfa y Omega

Javier Martínez, mi amigo

«Algunos se han entregado a ensuciar impunemente» el rostro del arzobispo de Granada, monseñor Javier Martínez, aprovechando un caso de presuntos abusos a menores por parte de sacerdotes. José Luis Restán, director editorial de la Cadena COPE, ha publicado en su perfil de Facebook un artículo en el que sale en defensa del arzobispo, a quien conoce desde hace décadas

José Luis Restán

No voy a entrar por ahora en el doloroso caso de los presuntos abusos en la archidiócesis de Granada, porque la investigación judicial está en marcha y se ha impuesto secreto de sumario. También las autoridades eclesiásticas están bajo secreto pontificio, así que más allá de la amplia nota publicada por el arzobispado ignoro de dónde sacan sus informaciones unos y otros. Ya hablaremos, si hace falta, cuando las cosas se aclaren.

Ahora me voy a ocupar de la figura del arzobispo de Granada, porque algunos se han entregado a ensuciar su rostro impunemente, y resulta que yo he tenido la fortuna de conocerlo desde que era un jovencísimo cura. Y cuando te encontrabas con él, incluso cuando discutías (y duramente) con él, te hacía sentir que la fe era algo grande, bello, algo que tiene que ver con cada fibra de nuestra vida.

Ahora le dibujan como un príncipe… hace falta ser ridículo y mentiroso. Si alguien no tiene mentalidad de príncipe ese es Javier Martínez, que una vez me dijo preferir una jaíma de beduino y un mercado con olor a especias, a las moquetas y los parqués de cualquier despacho. Su riqueza son un montón de libros que lee y traduce en las noches de insomnio, alternando esa tarea con la contemplación de las estrellas, que nos hacía mirar con detalle cuando éramos jóvenes. Quizás su problema haya sido soñar siempre a lo grande, mirar la misión con el horizonte del mundo entero… demasiado para algunos.

Lo pintan también como separado de su pueblo, malencarado. Pero ¿quién es éste que nos dibujan? El Martínez que yo conozco siempre está en medio de la gente; los canónigos se enfadaban porque gastaba horas en la puerta de la catedral saludando, bendiciendo, escuchando. Es mentira pura que esté alejado de su pueblo: siempre ha buscado a las familias, a los jóvenes, a los pobres… Como cuando recogió del suelo a un toxicómano cargándolo a las espaldas y lo llevó a su casa hasta conseguir que lo alojaran en un centro. Era ya arzobispo, supongo que se le quedó pegado a la chaqueta el olor a oveja… o a otras cosas.

Dicen que sus sacerdotes están contra él. Mi experiencia me dice que es difícil medir (con regla y compás) el aprecio del conjunto de los curas por su obispo. De todo hay en la viña del Señor; sé que hay muchos que le quieren y le siguen, otros que le admiran aunque no le comprenden, otros que desearían que fuera de otra manera, y algunos aguerridos contra él. Pero la imagen construida de un obispo encastillado y avinagrado es una repugnante caricatura.

También lo han atacado por su amistad de treinta años con el carisma al que yo pertenezco, Comunión y Liberación (uno de esos que los ignorantes y los malvados despachan como movimiento ultra-católico… ¡serán ridículos y estúpidos!) No he conocido un corazón católico (universal, ancho, inmenso) como el de Javier Martínez: cada brizna de hierba que crece en el campo de la Iglesia él la acoge y la cuida… pueden dar fe toda clase de gente: Focolares, Acción Católica, Neocatecumenales, Cursillos, Movimiento Cultural Cristiano, Opus… sí, también los de CL. Dicen que ha favorecido a estos últimos… aunque después de más de diez años la comunidad de CL en Granada es minúscula.

No digo de ningún modo que Javier Martínez sea perfecto, una idea que a él le repugnaría. Además, si lo sabré yo. Es un hombre que lo lleva todo a flor de piel, virtudes y defectos; todo salta a la vista en el primer impacto porque nunca se guarda (así le ha ido), nunca representa un papel, nuca concede nada a la diplomacia ni al cálculo. «¡Pecador sí, pero nunca corrupto!», dice siempre el Papa Francisco. Qué buena definición para monseñor Martínez. Termino. Hay días en que debes elegir entre guardar silencio y cobijarte, o correr el riesgo de la verdad a campo abierto, cuando llueven chuzos de punta. Yo he decidido, no por valentía sino por agradecimiento.