¿Importa realmente el ecumenismo? - Alfa y Omega

En esta Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos conviene hacerse esta pregunta: ¿Importa en nuestras comunidades la suerte del ecumenismo, se vive en ellas un ansiado anhelo por la unidad de todos los cristianos separados a lo largo de la historia? No debería ser, por un mínimo de sensatez evangélica, una cuestión dependiente de los porcentajes cuantitativos de un mapa de confesiones.

Duele escuchar eso de que aquí no importa tanto el ecumenismo porque las comunidades de nuestros hermanos separados son minoritarias. Excusa que acusa insensibilidad, cuando no desprecio encubierto. ¿No resuena aquí igual que en cualquier otro lugar la exclamación de Cristo: «Que todos sean uno para que el mundo crea»?

El ecumenismo es el barómetro de la comunión. Si en la Iglesia (y en cada una de las iglesias), y en cada una de sus comunidades, no se respira la pasión ecuménica, no se sufre por la separación y no se anhela y se busca la unidad, y si no se reza por ella, es que tampoco se respira pasión por la unidad en el seno de la Iglesia, de cada iglesia, abocada a la dispersión de la indiferencia.

Las viejas heridas de la separación de los cristianos no solo no están cerradas, sino que siguen ofuscando el mensaje de esperanza de que la comunión entre los hombres y los pueblos es posible. Pero esas mismas heridas, reconocidas y lloradas, empiezan a curarse con el bálsamo de la caridad, del ecumenismo de la vida, y con el misterioso poder de la oración. Si la Iglesia es como nos la describe Francisco, hospital de campaña en un mundo con tantas batallas, los cristianos, todos los cristianos, podemos ser y hacer Iglesia juntos dejando que esta sea más madre que maestra, más médico que juez, más silencio y escucha que seguridad y clarividencia.

En un mundo como este, ahogado por un extremo que mata al hombre en nombre de un Dios que no es amor, y ahogado por otro extremo que deja morir al hombre porque ha olvidado que Dios es amor, el ecumenismo no es un lujo, es gemido y clamor urgente y necesario, porque es Evangelio creíble, cimiento real de Evangelio realizable.