Lavatorio de pies, la pequeña gran reforma del Papa - Alfa y Omega

Lavatorio de pies, la pequeña gran reforma del Papa

Gracias a una decisión de Francisco, a partir de la próxima Semana Santa también las mujeres podrán participar en el rito del lavatorio de pies

Andrés Beltramo Álvarez

Podría resultar un cambio secundario, pasar desapercibido. La modificación de una simple rúbrica, apenas un renglón en el Misal Romano. Pero esconde una pequeña gran revolución. El Papa ha decidido modificar las indicaciones litúrgicas sobre el ritual del lavatorio de los pies en la Misa del Jueves Santo y ha permitido que también las mujeres sean elegidas para participar en el rito.

Para Jorge Mario Bergoglio la Misa in Coena Domini, que se celebra la noche del Jueves Santo y recuerda la Última Cena, siempre fue sagrada. Como arzobispo de Buenos Aires hizo de esa celebración una cita obligada con los pobres, los marginados y los desamparados. Y ya, desde entonces, elegía a diversas categorías de personas para el lavatorio de los pies. En alguna ocasión llegó a lavar los minúsculos piecitos de varios bebés, en su visita a un hospital infantil.

Ese gesto pastoral le granjeó numerosas críticas, sobre todo de grupos tradicionalistas. Como cardenal decidió dar, sin embargo, más importancia al sentido espiritual profundo del gesto del lavatorio, dejando en segundo plano la parte imitativa. Resulta claro que para el Papa ese rito no constituye una representación histórica, sino el recuerdo del amor extremo de Jesús por toda la humanidad.

Esa costumbre argentina la trasladó a Roma, apenas elegido Papa. En su primer Jueves Santo, el 28 de marzo de 2013, Francisco celebró una Misa íntima en la capilla de la cárcel de menores Casal del Marmo, ubicada al norte de la capital italiana. Dejó de lado la basílica San Juan de Letrán, como era tradición con los anteriores pontífices. En el centro de reclusión lavó los pies a doce personas, entre ellas algunas muchachas, una de religión musulmana. Y nuevamente se levantaron las críticas.

Con su decisión, el Obispo de Roma cambio de facto el uso litúrgico. Ahora ha consagrado su opción dejando constancia por escrito, en una carta dirigida al cardenal Robert Sarah, prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos del Vaticano.

En esa misiva anuncia que, después de una «atenta ponderación», ha decidido modificar la rúbrica del Misal Romano con el objetivo de «mejorar las modalidades de realización (del lavatorio) para que expresen plenamente el significado del gesto cumplido por Jesús en el Cenáculo, su donarse hasta el fin por la salvación del mundo y su caridad sin fronteras».

«Dispongo, por lo tanto, que sea modificada la rúbrica según la cual las personas elegidas para recibir el lavatorio de los pies deben ser hombres o muchachos, en modo tal que de ahora en adelante los pastores de la Iglesia puedan elegir a los participantes en el rito entre todos los miembros del pueblo de Dios. Se recomienda además que a los elegidos sea ofrecida una adecuada explicación del significado del rito mismo», añade en la carta.

La carta estaba fechada el 20 de diciembre de 2014, pero debió pasar más de un año para que fuese puesta en práctica. El 6 de enero pasado, el cardenal Sarah firmó un decreto con el cual puso en vigor la modificación en toda la Iglesia.

Un gesto de amor

Antes, la rúbrica del Misal Romano (página 300, número 11) decía: «Los hombres elegidos son acompañados por los ministros…» Esa frase fue sustituida por: «Los elegidos entre el pueblo de Dios son acompañados por los ministros…».

«Los pastores pueden elegir a un grupito de fieles que represente la variedad y la unidad de cada porción del pueblo de Dios. Tal grupito puede constar de hombres y mujeres, y convenientemente de jóvenes y ancianos, sanos y enfermos, clérigos, consagrados, laicos», agregó el decreto.

Explicando a los periodistas la iniciativa del Papa, el portavoz del Vaticano Federico Lombardi precisó que el lavatorio de los pies «es la manifestación del amor de Jesús por todos hasta el final» y va «más allá del gesto que Jesús tuvo con los doce apóstoles. Lo que importa es el gesto y la expresión del amor de Dios por todos».

Cambios a través de los siglos

A decir verdad, desde siempre el rito del Jueves Santo tuvo ese doble valor, como precisó Arthur Roche, secretario de la Congregación para el Culto Divino en un artículo. Por una parte imita lo realizado por Jesús en el Cenáculo, pero también expresa el don que Cristo hizo de sí con ese «gesto servil». Y precisó: «El mandamiento del amor fraterno empeña a todos los discípulos, sin ninguna distinción o excepción».

Lombardi recordó también que el rito del lavatorio ha variado a través de los siglos. Por ejemplo, en 1600 se estableció que los obispos debían lavar los pies a trece pobres a los cuales debían vestir y dar de comer. En el Misal Romano de 1970 se simplificaron algunos elementos y se dejó el número de doce personas, aunque posteriormente se aclaró que la cantidad no era obligatoria, también por criterios prácticos.

«El Papa dice que en la liturgia le demos a este gesto del amor de Cristo por todos la prevalencia sobre la imitación del gesto o el recuerdo histórico. A partir de ahora no deberán necesariamente ser hombres o jóvenes, sino que pueden ser elegidos entre todos los miembros del pueblo de Dios. Y no es necesario que sean doce, puede ser un grupo, aunque esto ya estaba previsto», reforzó Lombardi.

Francisco ha dicho en innumerables ocasiones que la fe de la Iglesia no debe ser «de museo», enrocada en el pasado, sino dinámica y abierta a las sorpresas. Su decisión, sin embargo, ha provocado debates en las redes sociales y en diversos foros católicos, con opiniones a favor y en contra. Muchos testimonios aseguran que en diversas parroquias, sobre todo en América Latina, la presencia de mujeres en el lavatorio de los pies ya era habitual.

En las tres ocasiones que presidió el lavatorio durante su pontificado, Bergoglio respetó el número de doce, pero en todas las ocasiones incluyó a mujeres. En 2014 asistió a una casa de ayuda de la Fundación Don Gnocchi a las afueras de Roma. Los elegidos tenían entre 16 y 86 años, cuatro de ellos eran mujeres y uno musulmán. En 2015 hizo lo propio con un grupo de presos y presas en la cárcel romana de Rebibbia, incluida una madre africana con su hijo pequeño.