El dolor de los exiliados - Alfa y Omega

El dolor de los exiliados

Khalid y Juan (nombre ficticio por motivos de seguridad) son dos iraquíes -y también españoles de adopción- que dejaron atrás su patria en busca de una vida mejor y, sobre todo, más segura. Hoy su corazón mira hacia Irak, donde saben el sufrimiento por el que atraviesan sus compatriotas. Enfado, miedo, advertencias…, sus testimonios son el resumen de quien ha vivido el infierno y teme que se vuelva a repetir

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
Comunidades cristianas de todo el mundo (en la imagen, en Estados Unidos) han denunciado el genocidio en Iraq

Quieren salir de allí

Khalid lleva 22 años en Madrid, pero su corazón permanece junto a sus familiares en Irak. Vino después de la Guerra del Golfo, como muchos otros jóvenes que huyeron de su país en busca de una vida mejor y con los ojos cansados de vivir tanta violencia. En su ciudad era profesor, pero aquí se ha tenido que buscar la vida y ahora regenta un bar en el centro de la capital de España.

Mientras habla de sus hermanos, de sus sobrinos y de sus tíos, huidos de Qaraqosh a finales de junio, muestra en su móvil los rostros de sus vecinos y amigos, alguno asesinado por los islamistas y la mayoría refugiados en Turquía, al otro lado de las montañas del Kurdistán. Y, mientras se le empaña la mirada, este cristiano de rito siríaco desliza algunas palabras en arameo, la lengua de su pueblo, la lengua en la que hablaba el Señor…

«Nadie quiere dejar su país, ni dejar su tierra, ni abandonar los mejores recuerdos de su vida. Nadie. Pero, esta vez, ya ninguno quiere volver. No quieren ni volver a sus casas, ni a su vida anterior», dice Khalid. Después de la primera bomba en Qaraqosh, su familia huyó a la frontera, como hicieron casi todos los vecinos de Qaraqosh. Pudieron refugiarse en colegios, iglesias, en campings o donde han podido: «Todos ellos me dicen: No queremos ayuda, queremos una solución. Tienen mucho miedo de volver». Afirma que las familias tienen orden de abandonar los colegios la semana que viene, para que se puedan reanudar las clases. «¿Dónde van a ir? Y, cuando llegue el invierno y caiga la nieve, ¿dónde van a ir? En el Kurdistán están aprovechando para subir los precios de los pisos ¡a gente que no tiene ya medios para vivir! ¿Hasta cuándo van a poder vivir así?», se lamenta Khalid.

No tiene buenas palabras para con los líderes de la Iglesia en Irak, pues a su juicio han primado el deseo de que su gente no abandone el país por encima de su seguridad. Y tampoco habla bien de las potencias occidentales que entraron en Irak: «¿Cuántos dictadores hay en el mundo? ¿En Arabia Saudí o en Catar no hay dictadores?».

«Si te digo la verdad, la gente no quiere volver a sus casas ni a sus negocios. Para ellos, la única solución es salir de allí: a Europa, a Australia, a Estados Unidos… Donde sea. Tienen mucho miedo de volver. El EI ha sembrado de minas varios pueblos cristianos de la zona, y nadie quiere volver a casa con su familia. Todos se quieren marchar; hacen falta visados», pide Khalid. Con urgencia.

«Queremos proteger nuestra fe»

Juan sabe qué es vivir una persecución religiosa. La que sufrió él le llevó fuera de Irak en 2005. Recibió asilo en España, a la que dice que, en toda su vida, no podrá devolver ni el uno por ciento de lo que ha hecho por él. «Han protegido a mis hijos. ¿Usted sabe lo que significan para un padre sus hijos?», explica a Alfa y Omega.

En contacto con los iraquíes exiliados, subraya la necesidad de frenar el avance del islamismo radical. «En Europa también hay peligros. Hay muchas células dormidas».

Lee las noticias sobre lo que está pasando en Irak y se desespera, porque sabe que los medios, en esta ocasión, no exageran. Él, en una época menos peligrosa que la que se vive ahora, vio cómo los yihadistas cortaban la lengua a niños pequeños, sufrió amenazas para convertirse al Islam y sobrevivió a una bomba en su propia casa. Antes, había sufrido las amenazas veladas, las que llegan en el hospital, cuando tardan en atenderte al ver en la tarjeta de identidad que eres cristiano, cuando buscó trabajo como ingeniero agrónomo y no lo encontró, por cristiano… Él no quiso renegar de su fe, y entiende que los cristianos que están allí ahora tampoco lo hagan. «No quiero decir que seamos mejores cristianos, pero la fe allí es más fuerte que la de aquí. Si los yihadistas te dicen: O te conviertes al Islam o te matamos, la gente responde No me convierto. Queremos mantener nuestra religión, protegerla. Si te matan, te matan por algo importante». Para recordar ese algo importante, Juan, su mujer y sus dos hijos, de 20 y 23 años, rezan juntos todas las noches. Echa de menos la unión en torno a las comunidades cristianas que existe en Irak, donde la comunidad se reúne para comer en la parroquia dos veces por semana. «Se crean canales de comunicación, se fortalece la fe, el sentimiento de hermandad, todo».

Sin demasiadas esperanzas en que Irak cambie, lanza un mensaje a Europa. «Los musulmanes ven a los europeos como cristianos flojos y, sin ser radicales, tenemos que demostrar nuestra fe, es importante». Cuando reza pide, sobre todo, paz. «Paz para todos, porque Jesús no viene a buscar sólo a los cristianos, viene a buscar a todo el mundo».

Rosa Cuervas-Mons